"Quiero comer, viejita". Así le dijo don Añilio, señor octogenario, a su esposa, doña Pasita. Al oír aquello la anciana se alegró sobremanera, y empezó a despojarse de su ropa con ansiosa rapidez. "¡Ah! -suspiró don Añilio-. ¡A más de lujuriosa, sorda!". (No le entendí). Meñico Maldotado y su mujer fueron a jugar boliche. Inadvertidamente Meñico se puso atrás de un jugador que en ese momento iba a hacer su tiro. Al tomar impulso para lanzar su bola el jugador le propinó con ella un fuerte golpe al pobre Maldotado en la entrepierna. El infeliz fue llevado en un grito a la oficina del local, y un doctor acudió a examinarlo. Tras revisar el sitio donde Meñico había recibido el golpanazo, el médico le informó a la mujer del lacerado: "Su esposo no tiene nada, señora''. Contesta ella: "Eso ya lo sé. Pero dígame si el golpe le hizo daño"... Silly Kohn, vedette de moda, le pidió al dependiente de la zapatería que la ayudara a escoger unos zapatos discretos, y de tacón muy bajo. "¿Con qué los va a combinar?'' -preguntó el de la tienda. Replica Silly: "Con un viejo chaparro y rico''... Afrodisio se quejó ante el traumatólogo: "Todas las noches sueño que llegan a mi cama tres hermosas mujeres de esculturales formas. Se acercan a mí con evidentes intenciones de erotismo, concupiscencia, lubricidad, libídine y voluptuosidad. Entonces yo hago algo inexplicable: las rechazo empujándolas con ambos brazos''. "Señor -le indica el facultativo-, lo que usted necesita es un siquiatra. Mi especialidad es la traumatología''. "¡Precisamente, doctor! -clama Afrodisio-. ¡Vengo a que me quiebre los brazos!''... Quien esto escribe tiene una buena colección de teorías. Con ellas compensa su falta absoluta de práctica. Nadie se atreva, sin embargo, a decir que soy un intelectual. Eso me ofendería mortalmente. Yo teorizo nada más los fines de semana, y eso si no hay una película atractiva o un buen juego de futbol americano. Entre mi infinidad de teorías figura ésta: las izquierdas siempre acaban por triunfar. No lo digo en el ámbito de lo electorero, sino en el de las ideas en general. Las izquierdas representan el progreso, el cambio. Las derechas, contrariamente, abanderan el statu quo, que es una forma culta de nombrar a la inmovilidad. Por eso desconfío de quienes dicen ser de centro. No se puede ser bisexual en la política. En Estados Unidos eres demócrata o republicano; en México eres de izquierda o de derecha. Los norteamericanos poseen la sabiduría de la alternancia, y sus gobiernos cambian de orientación según soplan los vientos, sobre todo los de la economía. Nosotros, en cambio, desde hace décadas nos hemos instalado en la derecha, vale decir en el inmovilismo. Derecha priista igual que derecha panista. O viceversa. El último gobierno de izquierda que tuvimos fue el de Lázaro Cárdenas. No se avizora mudanza alguna en esa situación. La izquierda que hoy tenemos, rijosa, cerril, atrabiliaria, no es garantía de buen gobierno. Seguiremos, pues, en el statu quo. Es decir, seguiremos en la parálisis política y social. Por favor: una silla de ruedas para México. La criadita andaba llora que llora por los rincones. "¿Qué te sucede, Bucolina?'' -le preguntó su patrona. "¡Ay, siñora! -gimió la muchacha-. A Eglogio, mi marido, lo acaban de correr de la chamba''. "No te preocupes -la tranquilizó la señora-. Le diré a mi esposo que le consiga al tuyo un trabajo de planta''. "¿De planta? -se preocupa la criadita-. Pos sólo que sea de nopal, siñora, porque es retebaboso''... La mamá de Susiflor la aleccionó: "Ahora que vas a contraer matrimonio debes aprender a cocinar. A los hombres se les satisface por el estómago''. "No necesito aprender eso -contesta Susiflor-. Mi novio tiene satisfacciones más bajas". Don Algón, ejecutivo de empresa, llegó a la oficina, y vio al empleado Babalucas con un montón de papeles sobre su escritorio y diciendo sobre ellos: "¡Van a ver, desgraciados, van a ver!''. Le preguntó con extrañeza: "¿Qué hace usted, empleado Babalucas?''. "Aquí, jefe -responde el badulaque-, acusando recibos''... Una señora empobrecida por la crisis se vio obligada a vender su sangre en una clínica. Cuando la pasaron con la enfermera ésta le preguntó: "Usted, señora, ¿vende su sangre o la dona?''. "Por ahora vendo la sangre -respondió la mujer-; pero si las cosas siguen como van tendré que empezar a vender también la dona''. (No le entendí)... FIN.