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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Una buena cualidad tiene la muerte: es muy pareja. La muerte sólo debería afligirnos si unos murieran y otros no. Ante ella, sin embargo, todos somos iguales. Quizás es esa la única verdadera igualdad que hay, aunque nos resistamos a ella. (Todos los hombres son mortales. Yo soy hombre. Por lo tanto no quiero ser mortal). Hoy, por última vez, a manera de rememoración, y sin que el caso siente precedente, rendiré homenaje en esta columneja a personas y personajes que han pasado a mejor vida en forma absurda, cómica o extraña. Ese recuerdo enmarca mi celebración del Día de Muertos. Aquí se verá la razón que asistía al clásico cuando escribió: "Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas, regumque turres". Con igual pie pisa la pálida muerte las chozas de los pobres que los castillos de los reyes. Esquilo, autor dramático griego. Paseaba por una playa en la que había abundancia de tortugas. Las águilas las levantaban en sus garras, y las dejaban caer de mucha altura para que se estrellaran contra las rocas, y así poder comer su carne. Un águila confundió la brillante calva de Esquilo con una roca. El resto de la triste historia mis cuatro lectores lo imaginan ya... Tycho Brahe, astrónomo danés. Se le reventó la vejiga por no haber ido a desahogarla a causa de que el rey estaba presente en una reunión que se prolongó demasiado... Blondin, acróbata francés. Varias veces cruzó las cataratas del Niágara caminando sobre un alambre, ya con los ojos vendados, ya los pies atados con cadenas, ya llevando sobre los hombros a un voluntario. Y sin embargo el audaz volatinero murió en su casa, desnucado al resbalar en el baño... Piotr Ilich Tchaikowski, músico ruso. Bebió un vaso de agua sin hervir, y falleció víctima del cólera... Alban Berg, también músico. Murió a consecuencia de un piquete de mosquito que se le infectó y le provocó un envenenamiento de la sangre... Wallingford Riegger, compositor norteamericano. Murió en 1961, al enredarse en las traíllas de dos perros que peleaban. Cayó al suelo y se fracturó el cráneo... Li Po, o Li Tai Pe, poeta chino de la antigüedad. Ebrio en una barca, vio en la superficie del lago el reflejo de la luna. Quiso besarla, cayó al agua y se ahogó... Harry Houdini, mago y escapista norteamericano. Mil veces desafió la muerte en arriesgadas pruebas. Un atlético estudiante oyó decir que Houdini podía recibir aun los más fuertes golpes en el estómago sin sentir dolor. Se le acercó de repente y le asestó en el vientre un fuerte puñetazo. Houdini, que no estaba preparado, se dolió del golpe, pero aceptó que el estudiante le diera otros dos. Murió de peritonitis cuatro días después... Adriano IV, Papa. Bebía agua en una fuente; una mosca se le metió en la boca y le produjo un espasmo de tos que le causó la muerte por asfixia (1159)... Jean Baptiste Lully, músico francés. Para llevar el compás, según la moda de su tiempo, golpeaba el suelo con un gran bastón. Uno de los golpes se lo dio en el pie, que se le gangrenó al paso de los días y lo hizo morir... Eurípides, dramaturgo griego. Gustaba de criticar a las mujeres en sus obras. Un día ellas se conjuraron, y al salir Eurípides del teatro lo atacaron y golpearon con ferocidad hasta dejarlo muerto... Ahuizotl, emperador azteca. Al ir corriendo por el interior de su palacio se golpeó la frente en el dintel de una puerta demasiado baja, a consecuencia de lo cual murió... Isadora Duncan, bailarina. Su largo chal se enredó en los rayos de la rueda del automóvil en que iba, y pereció estrangulada... Vatel, cocinero del príncipe Condé. Se suicidó porque no llegó a tiempo el pescado que debía cocinar para Luis XIV... Evaristo Galois, matemático francés. Murió en un duelo por causa de una mujer a la que apenas conocía, y que era prostituta... Juan Fernández Esteban, de Saltillo, (caso real registrado por mi hermano Jorge en su interesantísima relación de hechos insólitos acaecidos en la ciudad). Dormía tranquilamente en su cama este señor don Juan. En el solar vecino se había instalado un circo, y uno de los elefantes se recargó en el muro de adobe de la casa donde vivía el señor Fernández. La pared se derrumbó, y el estruendo despertó a don Juan, que murió de un síncope cardiaco al ver un elefante en su recámara... Todos estos personajes descansan ya en paz, lo mismo Esquilo que el señor Fernández. FIN.

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