EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

¿Cuál es el único animal que cambia de peso tres veces al día? Por la mañana pesa 600 kilos, por la tarde 75, y por la noche 150 gramos. Es el hombre casado. ¿Por qué? Porque en la mañana piensa su mujer: "Todavía no se levanta este buey". En la tarde piensa: "Come como un marrano este caborón". Y en la noche dice: "Mejor duérmase mi pichoncito"... Babalucas iba a ir a la ciudad, y quiso aprovechar el viaje para divertirse. Uno de sus amigos le recomendó: "Hay una casa de mala nota muy buena. Dile al taxista que te lleve a 'Las glorias de Afrodita'''. Pocos días después Babalucas regresó a su pueblo. "¿Fuiste a donde te dije?'' -le preguntó el amigo. "Sí -responde el tonto roque-. Pero ni siquiera pude entrar''. "¿Por qué?'' -se asombra el otro. Explica el badulaque: "Nunca se puso en verde la luz roja que tienen en la puerta''... El invitado a la fiesta dijo en voz muy alta: "Aquella mujer que está allá es la más p... de la fiesta''. Al oír esa palabra altisonante uno de los invitados reprendió ásperamente al boquiflojo. "Joven -le dijo con solemnidad-. Se olvida usted de que mi esposa está presente''... El señor cura predicaba contra las diversiones profanas. "¡Y esos llamados antros! -clamó con santa indignación-. ¡Parecen un burdel!''. Al final la señorita Peripalda lo felicitó: "¡Cuántas cosas sabe usted de la vida, señor cura! ¡Se ve que ha estado en todas partes!"... Un petrolero texano se presentó ante el juez a pedir el divorcio. "¿Por qué quiere usted divorciarse de su mujer? -preguntó el juzgador. "Por fraude'' -respondió el demandante. Inquiere el juez: "¿En qué forma lo defraudó su esposa?''. Replica el individuo: "Me engañó con otro hombre''. "Eso no es fraude -lo corrige el letrado-. Es adulterio''. "Para mí es fraude -replica el petrolero. Yo tenía el derecho exclusivo de perforación''... Delante del galán que la pretendía, Dulcilí, ingenua muchacha, empezó a arrancar uno a uno los pétalos de una margarita al tiempo que iba diciendo con romántico acento: "Me quiere, no me quiere. Me quiere, no me quiere''. Al arrancar el último pétalo exclamó jubilosa: "¡Me quiere!''. "La margarita tiene razón -le dice con salaz tono el galancete-. Pero ahora pregúntale: me quiere ¿qué?''. Es el peor juego de beisbol que he visto. Es el mejor juego de beisbol que he visto. Decir esto no es contrasentido, ni viola el principio lógico según el cual una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo. Charles Dickens demostró la lógica que en lo ilógico hay cuando empezó su novela "A Tale of Two Cities" con aquellas palabras inmortales: "It was the best of times, it was the worst of times". El sexto juego de la Serie Mundial de beisbol entre los Cardenales de St. Louis y los Rangers de Texas fue un juego plagado de errores -cinco se cometieron entre los dos equipos-, algunos de los cuales ni siquiera en un juego llanero se habrían cometido. Y sin embargo la emoción que privó a todo lo largo del partido, sus dramáticas alternativas, el empecinamiento con que los contendientes persiguieron el triunfo, el gran final que tuvo, hicieron que uno de los mayores expertos en beisbol, Buster Olney, comentarista principal de ESPN, calificara a este juego como el mejor en la historia del rey de los deportes. Yo vi el partido -en la tele, claro-, y una vez más gocé en toda su intensidad la gloria y la grandeza del beisbol. La vida, esa bella mujer tan generosa que tantos dones me ha entregado, decidió hacerme este súbito regalo, el de poder ver una espléndida Serie Mundial y un juego para guardar en la memoria. De momentos sencillos como éste, y de otros mejores aún, por íntimos o familiares, está hecho ese don tan fugitivo y frágil que se llama la felicidad. Siempre la estamos esperando, y no nos damos cuenta de que la tenemos cerca. Un señor bastante gordo, y que por lo mismo al sentarse tenía que abrir las piernas, iba en el autobús en uno de esos asientos corridos que ocupan todo el costado del vehículo. Subió una señora que llevaba a sus ocho hijos, y empezó a acomodarlos en el asiento. Uno de ellos, sin embargo, ya no alcanzó lugar. La mujer se dirigió con voz áspera al robusto pasajero: "Señor -le dijo frunciendo el ceño y otras partes-, si cerrara usted sus piernas mi hijo podría sentarse''. "Señora -respondió con gravedad el hombre-: el niño podría sentarse, y no iríamos todos tan apretados, si hubiera usted cerrado las suyas''... FIN.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 674710

elsiglo.mx