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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Llegó el siquiatra a su casa, y sorprendió a su esposa en brazos de un desconocido. "¡Mesalina! -clamó el analista dirigiéndose a su mujer-. ¿Qué significa esto?". "Te toca a ti decirlo -responde ella-. Tú eres el siquiatra"... Babalucas se quejó con el médico. Le dijo: "Todas las mañanas, al salir de la cama, siento un terrible dolor en la cabeza". "Es cierto, doctor -confirma su mujer, que iba con él-. Pero es que no me hace caso. Le digo que primero se bajan los pies"... Una pareja se divorció. Al día siguiente de consumada la separación sonó el teléfono de la casa -con la cual se había quedado la señora, claro- y una voz masculina preguntó por el hombre. "Ya no estoy casada con él" -respondió secamente la mujer. Poco después sonó el teléfono otra vez. "¿Está el señor?". "Ya no estoy casada con él" -repitió ella. Y así, lo mismo: cada 15 minutos sonaba el teléfono, alguien preguntaba por el sujeto, y la mujer volvía a decir: "Ya no estoy casada con él". Después de una docena de llamadas semejantes, la señora cayó en la cuenta finalmente de que era su ex marido quien hacía las llamadas. "¿Por qué haces eso? -le pregunta furiosa-. ¡Ya no estamos casados!". "Es que todavía no lo puedo creer -replica el tipo-, y necesito oírlo una y otra vez para convencerme"... Empédocles llegó a su casa, como de costumbre, a altas horas de la madrugada, y bien borracho. Iba temeroso de la recepción que le daría su mujer, quien seguramente a esas horas ya estaría hecha una furia. En el momento en que llegó Empédocles un ladrón estaba tratando de abrir la puerta de su casa. "Yo te abro -le dijo Empédocles-, si entras tú primero"... Doña Panoplia de Altopedo, dama de la mejor sociedad, estaba muy orgullosa porque le habían terminado su nueva casa. Una vecina le preguntó: "¿Y tienes dónde recibir a tus amigos?". "Naturalmente -responde ella-. En mi recámara hay dos clósets''... Se celebró un rodeo, y para animar a los asistentes los organizadores soltaron una marranita encebada. El que la pescara se quedaría con ella. Muchos probaron suerte sin éxito. Un ancianito les dijo a sus nietos: "Déjenme probar a mí''. "Abuelo -trataron de disuadirlo los muchachos-. Los hombres más ágiles y fuertes no han podido pescar a la marranita. ¿Y vas a poder tú?''. El viejito insistió, y finalmente lo dejaron bajar a la arena. En un dos por tres el ancianito pescó a la huidiza puerquita. "¿Cómo le hiciste, abuelo?'' -le preguntaron los nietos, asombrados, cuando el anciano llegó con el trofeo-. "Muy sencillo -responde el viejecito-. Me acordé de cuando jugaba boliche''... En una competencia de regatas participó el equipo mexicano. Un grupo de porristas esperó el paso de los remeros en un puente que cruzaba el canal donde el encuentro se llevaba a cabo. Se acercó al puente el equipo de Estados Unidos, y los mexicanos les gritaron a los deportistas: "¡Güevones! ¡-uleros! ¡-utos!". Los norteamericanos, que no entendieron nada, siguieron remando con perfecto ritmo, indiferentes a los gritos. Pasó luego la canoa inglesa. Y otra vez los mexicanos: "¡-utos! ¡-uleros! ¡Güevones!". Los británicos, impertérritos, ni siquiera volvieron la mirada para ver a quienes les gritaban. En eso llegó otra canoa. Y de nuevo, los gritos de los mexicanos: "¡Güevones! ¡-uleros! ¡-utos!". Al escuchar aquellas voces todos los remeros de esa canoa dejaron de remar. Se pusieron en pie, y amenazando a los gritones con el puño gritaron a su vez: "¡Ustedes son los güevones, los -uleros y los -utos! ¡Y además son indejos y caborones! ¡Tiznen a su madre!". "¡Ésos son!" -se alegraron entonces los mexicanos, jubilosos. Y empezaron a gritar: "¡México, México, ra ra ra!". Aquel señor fumaba puro. El doctor le dijo que ese vicio le estaba haciendo daño, y le recomendó una cura total: debía internarse en un campamento naturista donde hombres y mujeres, en pleno contacto con la naturaleza, el sol y el aire, privados por completo de tabaco y alcohol y comiendo sólo alimentos vegetales, se desintoxicaban y volvían así a la salud. Cuando regresó el señor sus amigos le preguntaron cómo le había ido. "Tuve una experiencia singular -responde el señor-. Para mi sorpresa, el campamento resultó ser nudista''. "Qué interesante'' -dicen los amigos. "En efecto -contesta el señor-. Lo malo es que se me ocurrió llevar un puro de contrabando, con la esperanza de poder fumarlo ahí, y ¡ah cómo batallé cuando me lo tuve que esconder!''... FIN.

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