¿Cuántas veces hicieron el amor aquellos novios en su noche nupcial? No puedo yo decirlo, pues no estuve presente en la ocasión, pero sé que ellos mismos perdieron la cuenta. Al día siguiente la muchacha -se llamaba Dulcilí, y era cándida, ingenua y sin ninguna ciencia de la vida- despertó del plácido sueño que induce en los amantes el amor bien cumplido. Se desperezó como gatita voluptuosa, y luego apartó las sábanas para salir del lecho. Fue entonces cuando miró por primera vez, a plena luz y al natural, a su flamante maridito. Algo vio en él que la inquietó. Lo movió a fin de despertarlo, y apuntándole a la entrepierna con el índice le preguntó alarmada: "¿Qué es eso?". Él, divertido, contestó: "Es lo que anoche nos hizo gozar tanto". Le pregunta ella, desolada: "¿Y eso es todo lo que nos quedó?"... Vienen luego más cuentos, y al final otro de recién casados. Antes, sin embargo, haré una sesuda reflexión política. Debe ser feo eso de meterse en un callejón sin salida. Pero más feo ha de ser estar ante un callejón sin entrada. Según miro las cosas, en tal situación se encuentran ahora Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador. No le entran. Son como boxeadores que al principio de la pelea se limitan a estudiarse el uno al otro. Amagan, fintan, hacen el bending y el rolling, pero ni se traban en la pelea ni se apartan de ella. ¿Qué fue de las encuestas que anunciaron para determinar quién de ellos está mejor posicionado? ¿Acaso ambos están mejor posicionados? ¿Cómo harán para que de los dos se haga uno? ¿O después de esos opacos rounds de sombra subirán los dos al ring, en vez de subir uno solo con el apoyo y bendición del otro? Difícil es decirlo. Claro, es más difícil decir: "Pablito clavó un clavito en la calva de un calvito". Pero eso no viene al caso... Don Algón, maduro ejecutivo que solía sacar juventud de su cartera, le hizo una propuesta indecorosa a Silly Kohn, vedette de moda. Ella le respondió atufada: "¡Ni en mil años haría tal cosa con usted!". Ofreció don Algón: "A cambio de esa noche de amor te obsequiaré un convertible del año, un departamento de lujo, un abrigo de mink, una tiara de brillantes y una colección de artículos de Catón". Exclama Silly, entusiasmada: "¡Caramba! ¡Con qué rapidez pueden pasar mil años!"... Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, fue a una casa de mala nota. Vio a las damas que ahí prestaban sus servicios y profirió esta exclamación denigrativa: "¡Fuchi!". "Tenga usted más respeto, caballero -lo amonestó la madama del establecimiento-. Recuerde que nuestra profesión es la más antigua del mundo". "Lo reconozco -admitió Capronio-. Pero usted tiene aquí a la primera generación de graduadas"... Un sujeto bebía en el bar su copa, solitario. Le dice al cantinero con pesaroso acento: "Dos veces me he casado, y tuve problemas con mis dos esposas. La primera me dejó, y la segunda no me ha dejado"... Don Astasio llegó a su casa y sorprendió a su mujer, doña Facilisa, en brazos y todo lo demás de un lacertoso mancebo. Colgó don Astasio en la percha su sombrero y su bufanda -la usaba aun en los más pesados días de la canícula- y luego se dirigió al chifonier donde guardaba una libreta en la cual solía anotar palabras denostosas para decirlas a su mujer en tales ocasiones. Volvió a la alcoba y le espetó a su esposa este voquible: "¡Viltrotera!". Enseguida le dijo al torpe galán que la estaba corcusiendo: "¡Esto me lo va usted a pagar!". "Cómo no, señor -aceptó el follador con mansedumbre-. ¿Cuánto es?"... Aquella chica era gerente de un banco, y contrajo matrimonio con uno de sus clientes. En la noche de bodas, al terminar el primer trance de amor, le dijo la muchacha a su galán: "Si todos los depósitos son como éste, el interés se va a perder". "¿Por qué?" -se extraña el novio. Responde ella: "Por pronto retiro". (No le entendí)... FIN.