Sin poder contener su emoción el recién casado se puso a describir en voz alta los encantos de su flamante mujercita, que por vez primera se le revelaban. "¡Qué hombros tan bellos tienes, Susiflor! ¡Un pintor los llevaría a la tela! ¡Y qué bella la línea de tu busto! ¡Merecería ser pintada! ¡Y tu cintura, y la curva de tus caderas, y tus piernas! ¡Debería inmortalizarlas un pintor!". Afuera, un huésped achispado por las copas escuchó todos aquellos ditirambos. Llamó a la puerta. "¿Quién es?" -pregunta el novio. Responde el briago con tartajosa voz: "¡Un pintor!"... Don Cornulio debía ausentarse con frecuencia de la ciudad por cuestiones de trabajo. Una noche estaba en su casa, y se desesperaba porque su pequeño hijo no se quería ir a la cama. Le dijo: "Anda, Puericito, vamos a dormir, que Juan Pestañas ya va a venir". "No es cierto -lo corrige el niño-. Mamá siempre se espera a que salgas de viaje; luego le habla por teléfono, y es entonces cuando viene"... Los exploradores llegaron a la aldea de una tribu africana. Fueron recibidos por un cortejo de exuberantes nativas de anatomía desbordante. "¡Caramba! -exclama con alegre asombro uno de los exploradores-. ¡Y pensar que a estas gentes las llaman subdesarrolladas!"... Hay quienes atribuyen a los números poderes mágicos. Fruto maravilloso del pensamiento humano son los números; se muestra en ellos el gran poder de abstracción que tiene nuestra mente. Difícil es, por ejemplo, imaginar la nada, y representarla con un símbolo, en este caso el cero. Desde ese punto de vista la ciencia de los números, o sea la matemática, es como una teología de la razón. Su horizonte es también el infinito. Por eso no es de extrañar que haya quienes atribuyan a los números poderes mágicos, y hagan cábalas sobre ellos, o vaticinios. Ayer hice una pausa en mis quehaceres diarios y aguardé el instante en que el reloj marcó las 11.11 del día 11 del mes 11 del año 11. Desde luego ese momento fue igual que todos los momentos, al menos hasta donde sé. Pero no sé mucho, y a lo mejor en ese cabalístico segundo sucedió algo en el universo: se encendió alguna estrella, o alguna se apagó; se alteró el curso de los astros en la inmensidad del cosmos, o Dios se desperezó, y al hacerlo sacudió mil mundos. Quién sabe. No tengo con los números la extraña relación que tuvo con ellos don Ignacio Manuel Altamirano, especialmente con el 13 cabalístico. Nació el gran escritor un 13 de noviembre -mañana es su aniversario-, se casó un 13 de noviembre y, después de predecir la fecha de su muerte, murió un 13 de noviembre. Yo prefiero ver en los números augurios buenos, y hablando del mes que corre digo de él lo que un refrán antiguo: "¡Noviembre, dichoso mes, que empieza en Todos los Santos y acaba con San Andrés!"... He aquí una pareja muy colorida: él es un rabo verde y ella parece de la zona roja... Le cuenta un tipo a otro: "Llevé a mi esposa a jugar boliche. Jamás había ella agarrado una bola. En su primer tiro tumbó 10 pinos". "¡Chuza en su primer tiro!" -se asombra el otro. "No precisamente -aclara el tipo-. Ocho de los pinos eran de la mesa vecina, y los otros dos de la siguiente"... La esposa de don Algón llamó por teléfono a su oficina. Eran las 11 de la noche, y él todavía no regresaba a casa. La secretaria contestó la llamada. "¿Por qué se está tardando tanto mi marido?" -pregunta con aspereza la señora. "Es la edad -responde la secretaria-. Y esta interrupción no va a ayudar"... El marido se acercó en el lecho a su mujer con obvias intenciones amorosas. Le dijo: "Tu cuerpo es como un templo". "Gracias -responde ella-. Pero hoy está cerrado"... Le dice el enamorado joven a su padre: "Mi noviazgo es un sueño". "No lo dudo -replica el papá-. Pero el matrimonio será tu reloj despertador"... En el baile de graduación de la preparatoria uno de los que recibían su diploma le pidió aquellito a cierta compañera suya. Ella rechazó indignada la proposición. Pasaron los años, y aquella muchacha llegó a ser presidenta de su país. La noche que tomó posesión del alto cargo se efectuó en la casa de gobierno un baile de gran gala. A él asistió aquel compañero suyo. La invitó a bailar y, para sorpresa de la señora presidenta, volvió a hacerle la misma proposición. Ella la rechazó otra vez con gran enojo. "Bueno -se resignó el sujeto-. De cualquier modo tengo que reconocerte un mérito: el éxito no te ha cambiado"... FIN