"¡Tenía que casarme con una maniática sexual!". Así exclamó don Languidio Nicongrúa, señor de mucha edad, cuando su joven esposa le pidió que le prometiera que por lo menos le haría el amor dos veces en el año: el aniversario de bodas y el día de su cumpleaños. Por eso no ha de extrañarnos lo que sucedió. Don Languidio llegó a su casa una tarde y encontró a su mujer en el lecho conyugal con un desconocido. Antes de que el señor Nicongrúa pudiera articular palabra, le dijo ella con lloroso acento: "Y esto no es todo, Languidio. ¡También me vendió una enciclopedia!". "Pipí". Así se llama el deplorable chiste que contaré aquí el próximo viernes. Palabra de cuatro letras es "Pipí" -las conté bien-; quizá por eso doña Tebaida Tridua frunció el ceño y otras fruncibles partes de su cuerpo cuando vio el título del cuento. La ilustre dama, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, se preocupó tanto por la posible inmoralidad del chascarrillo que sufrió un accidente repentino de hiperpnea: empezó a respirar aceleradamente, produciendo un ruido pulmonar que puede ser descrito en la siguiente forma: "Pffsss, oghsss, rgggsss". Eso preocupó mucho a su marido, quien de inmediato se puso unos tapones de hule en las orejas para no oír ese raro jadeo sibilante. Llamó doña Tebaida a su médico de cabecera, y el facultativo recetó una tisana de salsifí y un electuario purgativo. Tanto el salsifí como los electuarios son muy difíciles de conseguir, motivo por el cual las personas impresionables deben abstenerse de leer el viernes venidero el supradicho cuento, cuyo solo nombre, "Pipí", basta para suscitar recelos... La letra de los tangos argentinos contiene muchas veces hondas filosofías de las cuales podría hablar con suprema autoridad don Jacobo Zabludovsky, máximo conocedor del género. Algunos boleros, sin embargo, no se quedan atrás, y ofrecen igualmente profundos temas para la reflexión. Uno de ellos dice: "Pero no hay que llorar, / hay que saber perder: / lo mismo pierde un hombre que una mujer". Suelo escribir de madrugada, cuando el músculo duerme y la ambición descansa. A la hora en que estos renglones pergeñé no se sabían aún los resultados definitivos de la jornada electoral habida en Michoacán. Amo a ese suelo con dilección particular. Voy a Morelia como en peregrinación, y he recorrido sus pueblos de sonorosos nombres hermosamente esdrújulos: Tancítaro, Puruándiro, Erongarícuaro. "Jardín de las delicias" dijo Morelos que era su solar nativo. Descartado ya el candidato perredista, la votación obtenida por la candidata del PAN y por el abanderado priista fue tan pareja que al final del conteo puede ganar -o perder- lo mismo un hombre que una mujer. Por el bien de Michoacán esperemos que el dictamen de la autoridad electoral sea reconocido por todos, y que no se inicie ahora una guerra de impugnaciones. Ningún bien haría eso al bello estado, que de por sí ya sufre graves males. Gallardía en la derrota y magnanimidad en la victoria, aconsejaba un antiguo paladín. Yo, que innumerables veces he debido ejercer la gallardía y ninguna la magnanimidad, exhorto a quienes fueron candidatos del PAN y el PRI a portarse con conducta, como dice la gente del Potrero, de modo que en Michoacán la paz política pueda ser anuncio promisorio de la paz social... Bella frase esta última, columnista. Inspirado anduviste al escribirla. La copiaría yo en mi libreta para no olvidarla, con tinta roja y caracteres elzevirianos, pero ya se me olvidó dónde dejé la libreta. A fin de disimular mi desmemoria narraré una lene historieta, y luego pasaré a retirarme. Llegó un individuo a la farmacia y le pidió al encargado 10 condones. Le dijo que esa noche iba a hacer el amor 10 veces seguidas. Pondría a otras tantas chicas en fila, declaró, y tendría sexo con cada una de ellas en forma consecutiva, y sin descansar entre un acto y el siguiente. Escéptico, el farmacéutico manifestó: "No lo creo capaz de eso". "De eso y más -se ufanó el otro-. Véndame once condones y póngase en la fila, y se lo demostraré". FIN.