La mamá de Susiflor le preguntó, orgullosa, al novio de su
hija. “¿Ya oyó usted a Susiflor, Pitoncio, tocar el Estudio para
laManoIzquierda?”. “Sí, señora -responde el tal Pitoncio.
Pero me gusta más lo que hace con la derecha”. El registro
de Enrique Peña Nieto como precandidato del PRI fue apoteósico.
Ese acto mostró en muchas maneras que el nuevo
PRI es elmismoviejo PRI. Debo aclarar, sin embargo, que el
viejoPANes ahora elnuevo PRI.Enefecto, ha copiado todos
los vicios del priismo que ayer reprobó con santa indignación,
entre ellos las manipulaciones electorales con dedazo,
amiguismo e imposición autoritaria y centralista.Por su
parte el PRD está condenado a ser eternamente el mismo
PRD. Primero semoverán de su lugar las pirámides de Egipto
que cambien los procederes de esa izquierda variopinta,
siempre rijosa y siempre dividida, que con empecinamiento
se resiste a la modernidad. La ceremonia en que el mexiquense
registró su precandidatura sirvió para que se evidenciara
la unidad monolítica que tienen ahora los priistas, escarmentados
tras la debacle que sufrieron en el 2006. Hubo
ahí fuerza y entusiasmo triunfalista. Sería peligroso, sin embargo,
que alguien tomara eso comounindiciomásde la segura
victoria del PRI en la próxima elección. Enrique Peña
Nieto afrontaunriesgo: el que deriva de la excesiva confianza.
Su clara ventaja actual puede volverse desventaja. Tan
alto se halla en las encuestas que ahora sólo puede ir hacia
abajo, mientras López Obrador, que hoy por hoy se mira en
desventaja, sólo puede ir hacia arriba. Estáempezando apenas
la carrera, y -descartado el PANpor el efecto Calderónva
a ser entre dos, y parejera. Peña Nieto puede ir ganando
en la pantalla de televisión, pero otras cosas además de imagen
necesitará para obtener el triunfo sobreunAMLOcuyo
discurso ha pasado, de ser de masas, a ser de musas, demesas
y de misas. De musas por eso de lo amoroso, que tiene
ciertos aires de Sabines. De mesas, por su nuevo trato con
empresarios y entrevistadores. Y de misas por el saludo de
paz que ha extendido a sus antiguos odiados enemigos, por
sus acercamientos con la clerecía y por la subliminal insinuación
guadalupana que el nombre de suMorena lleva en
sí. La moneda, vuelvo a decirlo, está en el aire. Y si la competencia
se vuelve más cerrada podrá seguir en el aire aun
después del día de la elección. El cuento que ahora sigue no
es laudable. Lo leyó el reverendo Rocko Fages, pastor de la
Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de
laTerceraAvenida, que permite el adulterio a condición de
quenose cometa de pie, pues entonces parecerá que los adúlteros
están bailando, y el baile se prohíbe estrictamente en
la congregación), el reverendo Rocko Fages, digo, leyó ese
cuento, y le sobrevinounataque de síndromede Gerstmann,
consistente en la incapacidad para reconocer los dedos de la
mano y distinguir entre la izquierda y la derecha, a más de
agrafia, acalculia y diplopía. No lean ese chiste mis cuatro
lectores. Pidan a alguien que se los lea, y sufra esa persona
los efectos de haber puesto los ojos en tan vitanda narración.
El recién casado le dijo con ilusión a su linda mujercita:
“¿Hacemos el amor, mi vida?”. Las paredes de los departamentos
eran tan delgadas que cinco señoras vecinas respondieron
a la vez: “Ahora no.Me duele la cabeza”. En vista de
ese incidente lamentable los jóvenes desposados acordaron
usar en adelante una clave: cuando él quisiera hacer el sexo
le preguntaría a ella: “¿Echamos la ropa a la lavadora?”.
Esamismanoche le hizo la pregunta, y lamuchacha respondió:
“Ahorano.Estoymuycansada”.Él, algo sentido, se marchó
solo a la recámara, en tanto que ella se quedaba en la sala
leyendounarevista.Laflamante esposa, sin embargo, sintió
remordimientos de conciencia por la desabrida respuesta
que dio a sumaridito, demodoque fue a la alcoba y le ofreció:
“Ahoramesiento mejor, cielo. Si quieres podemos echar
la ropa a la lavadora”. “No te molestes -respondió él con sequedad-.
Ya lavé a mano”. (No le entendí). FIN.