¡Mañana! Sí, mañana domingo, a la una de la tarde, en el salón 5 de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, presentaré mi más reciente libro, "Los mil mejores chistes que conozco, y otros cien más buenos aún". En la presentación narraré hilarantes cuentos, y revelaré algunos de los secretos de mi oficio de juglar. Ahí me encontraré contigo, que eres uno de mis cuatro lectores. Juntos compartiremos esos regalos de la vida que son el buen amor y el buen humor... Era inevitable ya la salida de Humberto Moreira Valdés de la presidencia nacional del PRI. Si alguien pensaba que su renuncia podía retrasarse quizá hasta que Peña Nieto rindiera la protesta como candidato, ese pensamiento se disipó el pasado jueves cuando en Saltillo el mexiquense habló del desgaste sufrido por el dirigente priista, y dejó en él la decisión final de su partida. Ante ese pronunciamiento no le quedaba al dirigente del Institucional otro camino que el de la entrega del cargo. Moreira desempeñó muy bien el puesto que se le encomendó. Eso no lo podrán negar ni sus mayores enemigos, pues a la vista están los resultados: todas las elecciones que tuvo bajo su responsabilidad fueron ganadas por el PRI. La más reciente, la de Michoacán, se antojaba imposible para los priistas: el estado era bastión del perredismo, y la candidata del PAN era hermana del Presidente de la República. Aun así, en esa elección el Partido Revolucionario obtuvo una victoria clara. Decir esto no equivale a defensa o alabanza: es simplemente decir las cosas como son. Pocos políticos en época reciente han recibido cuestionamientos y ataques tan severos como los que en los meses últimos ha tenido el profesor Moreira. Otro hecho indiscutible es que la obra que realizó en Coahuila no tiene precedente. Al destacarla he reflejado el sentir general de la población. Existen ciertamente manifestaciones graves de inconformidad y de protesta. Algunas de ellas son expresiones de política partidista; otras tienen incuestionable raíz ciudadana. Deben ser objeto de atención, y no de hostilidad, pues representan legítimas inquietudes comunitarias. Los datos que se conocieron sobre la deuda pública de Coahuila, y los manejos en relación con ella, sujetaron a Moreira a una durísima campaña que ha tomado a veces la forma de un verdadero linchamiento personal. Encuentro -salvas las diferencias de tiempo y circunstancias- un antecedente de esto, tanto por la magnitud de la obra realizada como por el encono de la campaña en contra. Algo parecido sucedió con otro gobernante coahuilense, el profesor Óscar Flores Tapia. También él fue objeto de un fuerte embate centralista que condujo a su renuncia. Su defenestración por López Portillo es hoy cosa olvidada, y por encima de toda consideración política don Óscar es recordado con afecto por su obra y por el amor que mostró siempre a su ciudad y a su Estado. En el caso de Humberto Moreira el tiempo pondrá también las cosas en su debida dimensión. Lo acontecido es un golpe para el PRI. Aunque rápidamente se tapará la grieta que la salida del coahuilense pueda haber causado, lo cierto es que el suceso se produce en momentos difíciles, cuando ha pasado apenas el registro de su precandidato y cuando está arrancando la carrera por la Presidencia. No cesarán los ataques contra el ex dirigente, eso es obvio, y el gobierno y el partido de Calderón, que celebran la salida de Moreira, no dejarán de aprovechar esa coyuntura para tratar de mejorar su posición, hoy por hoy tan endeble y tan en desventaja. Los votos que el PRI pierda con motivo de este acontecimiento, sin embargo, no beneficiarán al PAN: irán a dar al PRD, y por lo tanto a López Obrador. En ese contexto quizá pueda aplicarse al PAN y a la administración calderonista el viejo dicho según el cual nadie sabe para quién trabaja... FIN.