Los recién casados fueron de luna de miel a un país del Cercano Oriente. En su deambular por los bazares de la capital entraron en una zapatería. Mientras la muchacha se probaba unas sandalias el dueño del local llamó aparte al novio y le dijo en voz baja: "Tengo unas babuchas mágicas. Cada vez que te las pongas tu potencia sexual aumentará en modo extraordinario". El chico, divertido, se calzó las babuchas. En efecto, al punto se sintió acometido por un ímpetu carnal irrefrenable. Ante el asombro de su mujercita se echó sobre el vendedor, y luego de tirarlo de bruces en el suelo empezó a desgarrarle las vestiduras. "¡No, no! -clama el sujeto con desesperación-. ¡Te las pusiste al revés! ¡Te las pusiste al revés!". Ardua tarea es la de hallar "El Chiste más Pelado del Año" para contarlo el último día de diciembre. Están puestos en mí los ojos de lince de doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pías Sociedad de Sociedades Pías, y la glacial mirada gris de puritano del señor Calvínez, portaestandarte de la Liga de la Decencia, y su rigurosísimo censor. No puedo entonces escoger un cuento demasiado rojo: hacerlo me atraería las iras de esos dos celosos cancerberos de la moral social. Por otra parte tampoco me es posible salir con algún relato inane, vacuo, huero, ñoño, fútil, anodino, trivial o baladí, pues tal chorrada me expondría a la irrisión de quienes gustan de esas historias que -dicen los franceses- cada quien debe leer à ses risques et périls, o sea por su cuenta y riesgo. ¡Qué difícil es encontrar el justo medio! Con razón los antiguos pensadores lo juzgaban el culmen de la filosofía. No obstante lo ya dicho sigo buscando con afán "El Chiste más Pelado del Año". Espérenlo mis cuatro lectores. "El ajedrez es demasiado juego para ser una ciencia, y demasiada ciencia para ser un juego". Así decía mi sabio profesor don Alfonso Alveláis Carballeda. Él me enseñó los rudimentos del ajedrez, que en mi caso nunca pasó de ser rudimentario. Tuve, eso sí, amigos que eran ajedrecistas consumados. Uno de ellos, cuyo nombre no puedo decir por razones que se entenderán, llegó a vencer a Boris Spassky, entonces campeón del mundo, en una partida de exhibición. Contaba mi amigo que en cierta ocasión fue a Cuba a participar en un torneo amistoso que Fidel Castro inauguró. Al terminar la ceremonia el Comandante dijo que quería jugar con alguno de los ajedrecistas asistentes. Paseó la mirada entre ellos, y escogió a mi amigo. Se sentaron los dos ante el tablero. Una sola mirada del embajador de su país bastó para hacer saber a mi azorado amigo que por razones diplomáticas debía dejarse vencer por el dueño de la Isla. Narraba luego aquel gran ajedrecista: "Batallé mucho para ganarle a Spassky, pero no tanto como batallé para dejarme ganar por Fidel". En efecto, le ponía a la vista el mate en dos jugadas, y el Comandante no lo veía. Acostumbraba decir mi amigo que en ajedrez no gana el que tiene más aciertos, sino el que comete menos errores. Yo digo que lo mismo sucede en ese errático ajedrez que es la política. Muchos puntos perdió el priista Peña Nieto al mostrar su indigencia de lecturas, y muchos -pienso- perderá López Obrador al acoger en su seno a Manuel Bartlett. A veces los volatines que hacen los políticos llegan al extremo. He aquí que quien es culpado del "fraude patriótico" en Chihuahua, y de la tristemente célebre caída del sistema que en el 88 le arrebató el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas, es ahora recibido en las filas de "la izquierda democrática" por aquel que promete a la República una total renovación. Mí no comprende, como dijo el gringo. Ahora que escribí "seno" recordé un cuentecillo más de Babalucas. Iba a presentar examen de matemáticas, y no podía recordar la palabra "coseno". Le aconsejó uno de sus compañeros: "Piensa en el seno femenino, y así no olvidarás el término". Llegado el día del examen el maestro le preguntó a Babalucas el nombre de aquel concepto matemático. Sin vacilar respondió el badulaque: "Cochiche". FIN.
