"Esta vez quiero hacerlo de perrito". Así le dijo Impericio a su esposa. Ella se sorprendió, pues en cuestión de sexo su marido tendía más bien a lo ortodoxo, y se sujetaba a cánones conservadores: no sólo carecía de experiencia; tampoco tenía imaginación. Últimamente, sin embargo, lo había visto leyendo unos libros muy raros (tres) que de seguro lo habían marcado. Así, la señora adoptó la postura propia de aquella técnica amatoria, llamada en lengua inglesa doggie style. "No -aclaró Impericio-. Quiero hacerlo como los perritos". Respondió la señora: "Entiendo que así es". "Te equivocas -la corrigió el zonzo-. Hacerlo como los perritos significa hacerlo en el jardín". Himenia Camafría, madura señorita soltera, invitó a su amigo don Veterio a visitarla en su casa. Aquella noche la señorita Himenia estaba poseída por un extraño espíritu de contradicción, y negaba todo lo que decía su caballeroso visitante. Si don Veterio decía que sí, ella respondía que no; si el señor afirmaba que algo era blanco, ella sostenía que era negro. Cansado ya de eso le advirtió don Veterio, terminante: "Amiga mía: si vuelve a contradecirme voy a lanzarme sobre usted, y le daré ese beso que durante mucho tiempo he anhelado darle". Respondió al punto la señorita Himena: "¡No!". El experto en finanzas visitó a su cliente, un señor de edad muy avanzada, y le anunció animado: "¡Tengo para usted un magnífico plan de inversión! ¡En tres años duplicará su capital!". "¿Tres años? -replica el maduro caballero-. Jovencito: a mi edad ya ni siquiera compro plátanos que no estén maduros". El médico le comunicó a su paciente: "Necesita usted operarse de inmediato. La operación le costará 300 mil pesos". "No dispongo de esa cantidad" -respondió el hombre. "No importa -dice el facultativo-. Podrá darme el 20 por ciento ahora, y el resto lo pagará en mensualidades". "Caramba -se preocupó el paciente-. Eso es como comprar un coche". Dice entonces el médico: "Lo voy a comprar". Me alegra la visita del Papa a México. Me preocupa la visita del Papa a México. Soy católico, aunque de los peorcitos, y el hecho de que el sucesor de San Pedro venga a mi país me causa regocijo. Pero me inquieta el hecho de que la visita se vaya a realizar a fines de marzo, cuando estarán en su apogeo las campañas presidenciales, en vísperas casi ya de la elección. Todo indica que la contienda será áspera y difícil. La visita papal incidirá por fuerza en un proceso de por sí muy complicado. No faltará quien quiera buscar en los mensajes del pontífice alguna insinuación o sugerencia a favor de alguna posición política, o en contra. Desde ahora habrá quien pregunte si los organizadores de la visita papal no pudieron esperar mejor momento, despejado ya el turbión de las luchas partidistas, para que Benedicto viniera a México en circunstancias más bonancibles, de mayor tranquilidad. No creo que mi inquietud sea infundada: la política lo contamina todo, y por grande que sea la figura del visitante su presencia aquí no dejará de tener algún efecto sobre los sucesos políticos en marcha, y éstos a su vez se reflejarán en esa visita que debería hacerse al amparo de toda contingencia, y sin dar margen a ninguna suspicacia o especulación. Pero en fin ¿quién soy yo para opinar? Aunque, bien vistas las cosas, los laicos también tenemos derecho a decir nuestro sermón. He aquí, para terminar, otro cuento de la señorita Himenia. Tenía un periquito que siempre estaba triste. La madura célibe consultó el caso con un veterinario, y éste le dijo que la melancolía del loro era debida a la falta de una compañera. De inmediato la señorita Himenia fue a una tienda de mascotas y compró una linda cotorrita. Se la puso en la jaula al perico, y lo amonestó: "Cuídala mucho. Costó 5 mil pesos". Al oír eso el maldecido loro empezó a desplumar a la asustada cotorrita. "¿Qué haces, aprovechado?" -se espantó la señorita Himenia. Contesta el descarado loro: "Por 5 mil pesos la quiero encueradita". FIN.