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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El ingeniero recién llegado al remoto campamento fue recibido por quien sería su ayudante. "La va a pasar usted muy bien los fines de semana, ingeniero -le dice éste-. La noche de los viernes mandamos traer un camión lleno de cerveza y licores". "No bebo" -responde escuetamente el hombre. "Bueno -prosigue el otro-. La noche de los sábados traemos un camión lleno de muchachas". "No acostumbro divertirme con mujeres" -vuelve a decir con voz cortante el recién llegado. Pregunta el ayudante: "¿Es usted gay, ingeniero?". Responde el profesionista: "No". "Ah caray -se preocupa el otro-. Entonces tampoco se va a divertir la noche de los domingos"... La esposa de don Astasio viajó a Europa. "¿Qué trajiste?" -le pregunta el marido a su regreso. "No sé -responde ella-. Todavía no me hago la prueba del embarazo"... Inútilmente el señor trataba de dormirse: su mujer no dejaba de hablar. "Por favor, vieja -le dice finalmente-. ¡Ya apaga la voz!"... Los priistas deben estar muy preocupados por las muestras de insuficiencia que ha dado Enrique Peña Nieto, su abanderado en la contienda presidencial. La extremada modestia de su cultura literaria, su desconocimiento de cuestiones que en un candidato han de ser básicas, como el salario mínimo; su infortunada frase "No soy la señora de la casa", con que respondió a una pregunta sobre el precio de algunos artículos de la canasta básica, respuesta en la que algunos creyeron advertir un cierto dejo de machismo, todo eso ha evidenciado falta de recursos para el diálogo y el manejo de situaciones imprevistas. Hay quienes consideran que en un debate con López Obrador o Josefina Vázquez Mota, ambos muy diestros en el manejo de la palabra y los conceptos, Peña Nieto sería apabullado. No cabe duda: el candidato priista debe hacer su tarea con mayor dedicación y empeño. En la confianza, dice el viejo refrán, está el peligro. Las encuestas y el claro apoyo de la televisión han hecho quizá que el mexiquense se sienta seguro frente a las otras candidaturas que deberá enfrentar, pero en política lo único seguro es la inseguridad. Las cosas pueden cambiar no de la noche a la mañana, sino de un minuto a otro, como se vio en la FIL de Guadalajara, donde la infortunada actuación de Peña Nieto hizo que cambiara la percepción de muchos acerca de su capacidad. Es cierto que el PRI posee un voto duro que no habrá de cambiar por circunstancias relacionadas con los libros, pero no menos cierto es que, según se ven las cosas, la elección presidencial será decidida por quienes todavía no deciden. En ese contexto un error, cualquiera, puede ser fatal. Peña Nieto no puede darse el lujo de cometer más errores... Un individuo con aspecto de predicador se le acercó a un empleado que salía de su oficina. "Ya viene el año 2012, hermano -le dice con ominoso acento-. ¿Conoces las profecías de los mayas? ¿No te preocupa el fin del mundo?". "No -responde el empleado-. Lo que me preocupa siempre es el fin de la quincena"... Pepito fue con sus papás a una tienda de departamentos. Se portó como acostumbraba: hizo rabietas, gritó como salvaje, tiró al suelo un maniquí, desordenó las telas, hizo pedazos un florero. De pronto el chiquillo vuelve la vista a todas partes y no ve a sus papás. Los busca un rato, sin hallarlos. Por fin, angustiado y compungido, va con el guardia de la tienda, que había estado viendo todo lo que Pepito hacía. "Señor -le dice el tremebundo infante-. ¿Podría usted ayudarme a encontrar a mis papás?". "Vamos a buscarlos, niño -contesta el policía-. Pero me temo que va a estar difícil encontrarlos. Hay muchos sitios donde se pueden esconder"... Viene ahora un cuentecillo que las personas con escrúpulos no deberían leer... La señora quería una casa más grande. Su esposo le dice: "No podemos comprar otra casa. Tendrás que resignarte a seguir viviendo en esta. Pero hay algo que puedes hacer: pinta los cuartos de amarillo. He oído que pintadas de ese color las cosas se ven más grandes". Esa noche, cuando el señor se estaba desvistiendo para meterse en la cama, la esposa entró en la alcoba vestida con vaporoso negligé y llevando un botecito de pintura amarilla y una pequeña brocha. Le dice a su marido: "A ver". (No le entendí)... FIN.

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