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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Al despertarse el marido en la mañana del domingo, su esposa le preguntó: "¿Qué estabas soñando? Tenías una sonrisa de oreja a oreja". Responde el marido: "Soñé que había inventado el sexo". "¿Y por eso estabas tan contento?" -inquiere la señora-. "Claro que sí -contesta, feliz, el hombre-. ¡Todo mundo tenía que pagarme regalías!"... El vagabundo le pidió dinero en la calle a doña Panoplia, señora de la alta sociedad. "¡Qué barbaridad! -exclama ella con escándalo-. ¡Se ve usted bien borracho!". "Muchas gracias, señora -dice el vagabundo quitándose el sombrero y haciendo una cortés reverencia-. Si me veo bien borracho, sobrio me veo mucho mejor"... Babalucas iba a jugar su partido semanal de futbol. Le pregunta su esposa. "¿No te vas a bañar antes de ir al juego?". "No -contesta el tonto roque-. El entrenador me dijo que hoy debo jugar sucio"... Con acento de tristeza un muchacho le contó a otro: "Mi novia no aceptó casarse conmigo. Me dijo que soy muy pobre, que no tengo dinero para darle la vida a que ella está acostumbrada. Para convencerla le hablé de mi tío Veterino, que es multimillonario, de edad muy avanzada, enfermo, lleno de achaques, y quien a falta de mujer e hijos quizás heredaré". "¿Y qué te dijo tu novia?" -pregunta el amigo. Contesta el muchacho al tiempo que prorrumpía en llanto: "¡Ya no es mi novia! ¡Ahora es mi tía!". Estaban conversando tres amigos. Se jacta uno: "Anoche le hice el amor a mi mujer dos veces. Por la mañana me dijo: '¡Eres un tigre!'". Se ufana el segundo: "Yo a mi esposa le hice el amor tres veces. Por la mañana me dijo: '¡Eres un toro!". El tercero no decía nada. "Y tú -le preguntan- ¿cuántas veces le hiciste el amor a tu mujer?". "Una vez" -responde. "¡Sólo una vez! -se burlan sus amigos-. Y ¿qué te dijo en la mañana?". Responde el tipo: "Me dijo: '¡Síguele, papacito!'"... Lo peor que le puede suceder a un país es caer en la desesperanza. Este año no ha sido de los mejores para México. Sucesos desastrados se abatieron sobre la nación, los más de ellos relacionados con la criminalidad que padecemos, de la cual derivan toda suerte de males. Eso ha abatido el ánimo de muchos, y los ha llevado a concebir el pensamiento de que las cosas seguirán igual. Otros suponen que si tal o cual partido gana la elección presidencial todo cambiará como por ensalmo. Yo creo que esos dos pensamientos son errados. Tan malo es un pesimismo exagerado como un optimismo sin fundamentos. Tampoco es bueno suponer que los tiempos mejorarán por obra y gracia de un partido, o de una persona sola. El cambio sólo puede venir de la participación de todos. Las cosas mejorarán únicamente en la medida en que toda la sociedad civil se involucre en el conocimiento de los problemas, y en los esfuerzos para darles solución. En ese contexto nuestra participación es muy importante. Todos podemos -y debemos- aportar algo a la tarea de hacer de este país una casa más digna y más segura. Sigo buscando con empeño "El Chiste Más Pelado del Año". Mis afanes, sin embargo, han sido hasta la fecha infructuosos. De los cuentos que he considerado, unos pecan por extremadamente colorados, y otros son ñoños, fútiles, inanes. Sin embargo no cesaré en la búsqueda. Mis cuatro lectores pueden tener la certidumbre de que el día 31 de diciembre saldrá aquí un chascarrillo que conmoverá desde los cimientos a la Pía Sociedad de Sociedades Pías, organismo encargado de la vigilancia de la moral social. Un cierto individuo, hastiado de la vida y con la pesadumbre de una pasión contrariada, decidió renunciar a todo y unirse a la Legión Extranjera. En efecto, se enroló en ese cuerpo de ejército, que por entonces combatía en los desiertos africanos. Después de seis meses de vagar por la inmensidad de las arenas, los legionarios recibieron permiso para pasar dos días de descanso en una aldea. Cuando llegaron se les tenían dispuestos 100 camellas en un corral, pues en aquella inmensidad no había mujeres. El recién ingresado en la Legión vio con disgusto cómo sus compañeros corrían hacia las camellas. Su jefe le preguntó. "¿Por qué no te apresuras tú?". Responde el tipo: "¿Para qué? Hay camellas de sobra". "Está bien -replica el jefe apresurándose a su vez-. Pero luego no me culpes si te toca una fea". FIN.

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