"Debería usted poner cortinas en su recámara -le dijo un vecino a don Astasio-. Ayer pasé frente a su casa a eso de las 9 de la noche, y pude ver que usted y su esposa estaban haciendo el sexo apasionadamente". "Se engaña, vecino -responde don Astasio-. Nosotros siempre lo hacemos con la luz apagada. Además a esa hora ni siquiera estaba yo en mi casa". Una señora le comentó a otra: "Mi marido es un ángel". "Pues tienes mucha suerte -replica la otra-. El mío todavía vive". Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, le ordenó a su mujer: "Ponte el abrigo. Voy a salir". "¿Y me vas a llevar?" -preguntó ella, ilusionada. "No -contestó el vil sujeto-. Voy a apagar la calefacción". L'esprit de l'escalier. El ingenio de la escalera. La frase es de Diderot, y sirve para nombrar esa brillante respuesta que no se nos ocurrió en el momento en que la necesitábamos, y que llegó tardíamente, como quien dice cuando íbamos ya bajando la escalera. Staircase wit, la llaman los ingleses. "Podré olvidar el nombre de algún libro, pero no olvido la violencia, la pobreza, la inseguridad". Esa declaración de Peña Nieto es un típico ejemplo de respuesta tardía. Si la hubiera dicho en el momento en que tuvo aquel traspié en la FIL de Guadalajara, habría librado airosamente el trance, y los efectos de su tropezón no habrían alcanzado la dimensión que cobraron, sobre todo en las redes sociales. Bastantes puntos en las encuestas de preferencia debe haberle costado esa pifia al abanderado priista, cuyo recuerdo habrá de acompañarlo a lo largo de toda su campaña. Tan alto estaba el mexiquense en el puntaje que no podía ya ir sino hacia abajo, y hacia abajo parece que ha empezado a ir. Mientras tanto López Obrador sigue nadando de muertito -o de vivito, como mejor se quiera-, en acecho de los errores de sus adversarios, y Josefina Vázquez Mota avanza con paso firme hacia una candidatura que, si se da, hará que la contienda por la sucesión presidencial sea entre tres, y no entre dos. Debo decir que no acaba de gustarme ese lema: "Mi gallo es gallina, y se llama Josefina", pues la campaña de la precandidata panista no ha de fincarse en el género, sino en las cualidades de honestidad, talento y habilidad política que reúne ella, independientemente de su condición de mujer. Además la palabra "gallina" tiene connotaciones poco favorables, sobre todo en una sociedad que conserva todavía muchos resabios de machismo. "Persona cobarde, pusilánime y tímida", reza la segunda acepción de ese vocablo en el diccionario de la Academia. Ninguna de esas tres notas tiene Josefina. Sean las cosas como fueren, lo cierto es que la carrera presidencial va adquiriendo interés: no hay un seguro ganador; la moneda está en el aire, y la última palabra la tendrán los ciudadanos que dejen de lado la indiferencia cívica y vayan a votar. Yo estaré entre ellos, si -como dicen los carteles de las corridas de toros- el tiempo no lo impide, y previo permiso de la autoridad. El tiempo son los años, y la autoridad está allá arriba. Babalucas, el tonto mayor de la comarca, era granjero, y se compró una mula. Notó que las enhiestas orejas de la acémila chocaban con la parte alta de la puerta del granero cuando la mula pasaba por ella. Babalucas, entonces, serruchó con grandes esfuerzos las maderas, para evitar que contra ellas golpearan las orejas del animal. Otro granjero vio aquello y le dijo a Babalucas que habría podido ahorrarse esa fatiga con sólo cavar un poco el piso de tierra de la entrada. Repuso el badulaque con enojo: "Lo que pegaba arriba eran las orejas de la mula, no las patas". En China una pareja se iba a casar. Propuso alguien, seguramente un Babalucas oriental: "A la salida de la iglesia les tiraremos hamburguesas a los novios". "¿Hamburguesas? -se asombró otro-. ¿Por qué?". Replica el que hizo la propuesta: "Los occidentales les tiran arroz ¿no?". (Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre una boda y un divorcio? Respuesta: En la boda todo es arroz, y en el divorcio todo es paella). FIN.
