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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Los amores de los gatos son ruidosos. Un concierto de amor gatuno hizo que Pepito le preguntara a su mamá: "¿Por qué hacen así esos gatos?". La señora, confusa, sólo acertó a responder con lo primero que se le ocurrió: "Es que les duelen las muelas". Esa misma noche el papá de Pepito regresó de un viaje que había durado más de un mes. A la mañana siguiente, en el desayuno, Pepito le hizo otra pregunta a su mamá: "¿No vas a ir con el dentista?"... Dos compadritos hablaban de la difícil situación económica. "Ay, compadre -se queja el primero-. Ya no hallo qué hacer. Todos los días me las veo negras". "Pos quite el espejo" -le aconseja el otro... El médico le indica a la señora: "Para bajarle la temperatura a su marido haga usted que se tome una de estas pastillas cada tres horas, y póngale el termómetro en el inter''. "¡Ay, no, doctor! -se alarma la señora-. ¡En el inter no! ¡Tratándose de ese lugar es muy delicado!''... Y va de cuento. Hace años unos esposos decidieron aprender francés. Para tal efecto acordaron que sólo hablarían entre ellos ese idioma. Cierto día llegó el esposo a casa y le preguntó a la mujer: "Qu'es que'l asai?". Ella no entendió la pregunta. Dijo: "Pardon?". Aclara el hombre: "Te estoy preguntando que qué esquelas hay". Y es que en aquel tiempo se acostumbraba comunicar el fallecimiento de alguien por medio de pliegos luctuosos que se llamaban esquelas. Francis Fukuyama habló del fin o muerte de la Historia. No sé si esa ilustre dama, doña Historia, haya pasado a mejor vida, pero me atrevo a pensar que ya no tiene rostro. Por primera vez, creo, la revista TIME puso en su portada, como personaje del año, a un hombre -¿o mujer?- cuyo rostro no se puede ver, cubierto como está por un embozo que oculta su identidad. Simboliza en esa anónima figura a los indignados que han ocupado sitios públicos lo mismo en Londres que en Túnez, El Cairo, Madrid o Nueva York. Protestan esos protestantes contra todo lo que se puede protestar: el desempleo, los bajos salarios, la corrupción de los políticos, el enriquecimiento de los banqueros, la contaminación del planeta, y numerosos etcéteras más. Disponen de un instrumento poderoso: las redes sociales, cuya encendida mecha basta para iniciar revoluciones. A un llamado se congregan multitudes de hombres y mujeres cuya ira se manifiesta en lemas sonorosos: "¡Basta de realidades! ¡Queremos promesas!". "Nuestros sueños no caben en vuestras urnas". "No somos antisistema: el sistema es antinosotros". "Me sobra mes a fin de sueldo". Los okupas o indignados son Fuenteovejuna, vale decir todos y ninguno. Son éste, ése, aquél, y no es nadie. No hay entre ellos un líder, y si alguien pretendiera erigirse en tal los demás se alzarían contra él y lo expulsarían. Sus reclamaciones son universales que no se expresan en demandas concretas. Yo los veo como una especie de nuevos románticos que se rebelan contra todo y contra todos. Descontentos con su presente, desdeñan el pasado y no tienen idea clara del porvenir. Pero de ellos va a ser el reino de la Tierra. En la portada del TIME fueron el personaje del año porque serán el personaje de los próximos años. No existen ya los héroes a la manera de Carlyle, con nombre y rostro, guías de multitudes. Ahora existe la masa, una nueva masa que no se deja amasar como las anteriores masas. Quién sabe: a lo mejor esos hombres y mujeres anónimos son la sal de la tierra a la que se refería el Evangelio. Una chica le preguntó a su papá: "¿Cómo te le declaraste a mi mami?''. Responde el señor, que estaba distraído leyendo su periódico: "Nos hallábamos en el asiento de atrás del coche y le dije: '¿Te gustaría que hiciéramos esto todos los días, y en nuestra casa?'''... Babalucas conoció en un crucero a una estupenda morena que lo invitó a visitarla en su camarote. El badulaque no daba crédito a su buena suerte, y menos aun cuando la muchacha dejó la cabina en penumbra y procedió a aligerarse la ropa. Ansiosamente Babalucas fue hacia ella. La chica lo detuvo. "¿No crees -le preguntó- que primero debes ponerte alguna protección?". "¡Ah, sí!" -dijo Babalucas. Y se puso un salvavidas... El vendedor llamó a la puerta de una casa, y le abrió un niñito. "Dime, pequeño -inquirió el visitante-. ¿Se encuentra tu papá?''. "No está -respondió el chiquitín-. No ha vuelto desde que mi mamá sorprendió a Santa Claus metiéndose en el cuarto de la criada''. FIN.

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