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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Un señor recelaba que su esposa le era infiel. Buscó el modo de comprobar sus temores, pero no lo consiguió. Entonces le contó su problema a un amigo, y éste le aconsejó: "Amarra una cuchara a un resorte del colchón, y pon abajo una olla con leche. Cuando llegues a tu casa revisa aquello: si la cuchara se mojó en la leche eso significa que alguien se acostó en la cama''. El señor siguió la sugerencia de su amigo, y armó bajo el lecho aquel dispositivo: la olla con leche y la cuchara atada al resorte del colchón. Cuando llegó a su casa por la noche fue a revisar el artilugio. No sólo la cuchara se había mojado: ¡la leche estaba convertida en mantequilla!... Don Usurino Matatías, hombre muy avaro, subió al autobús con su hijo menor y pagó un solo boleto, pues un letrero decía que los niños hasta de 5 años podían viajar gratis. "¿Qué edad tiene su hijo, señor?" -le preguntó el chofer con suspicacia. Contesta don Usurino: "Dos años''. "Qué raro -se amosca el conductor-. Parece de 10''. Replica el cutre: "Es que es muy preocupón''... Libidiano le dijo a Dulciflor: "Quiero hablar contigo''. "¿Sobre qué? -preguntó ella, recelosa. Contesta el tipo: "Sobre ti''. "Pues sentémonos en el sillón -sugirió ella-, y dime lo que me tengas que decir". "No quiero hablar sobre el sillón -replica Libidiano-. Ya te dije que quiero hablar sobre ti''... Llegó a la comunidad una nueva monjita, y la madre superiora le encargó la tarea de ordeñar todos los días la vaca del convento. La res, no acostumbrada a la recién llegada, se inquietaba en el momento de la ordeña: tiraba patadas, daba coletazos, se revolvía toda; en fin, no permitía que la sor la ordeñara. Un día la monjita se desesperó y le dijo al animal: "Mira, vaca idiota: si no te gusta que te agarren las tetas te hubieras metido de monja"... ¡Mañana aparecerá aquí "El Chiste más Pelado del Año"! Y tengo una sorpresa adicional: ¡serán "Los Dos Chistes más Pelados del Año"! Así mis cuatro lectores podrán escoger el que les parezca más pelado de los dos. Uno de ellos es muy tierno -aunque parezca mentira la ternura puede llevarse con la sicalipsis-, y contiene un elemento de folclor mexicano muy sabroso. El otro es desfachatadamente absurdo, tanto que lleva un nombre extraño y peregrino: se llama "Chana y el gay de Siam". Esos dos chascarrillos, y algunos más igualmente pícaros y disparatados, cerrarán este año la sucesión de cuentos -cerca de 2 mil- con los cuales he procurado poner cada día una sonrisa en la vida de mis cuatro lectores queridísimos, muchos de los cuales me han hecho el favor de decirme que empiezan todas las mañanas con la lectura de mi columneja y una rica taza de café. ¡No se pierdan mañana aquellas dos vituperables historietas!... Se fue el año. ¡Qué bien saben hacer eso los años: irse! Difícil año fue, lleno de duelos y quebrantos. La violencia cobró numerosas víctimas, y la inseguridad reinante hizo de la vida cotidiana en muchas ciudades una aventura peligrosa. La cifra de desempleados aumentó, y no tuvo alivio la pobreza que millones de mexicanos sufren. Hay quienes piensan que con un cambio de gobierno las cosas mejorarán de la noche a la mañana. No cabe pensar eso. Los problemas de México son muchos, muy complejos, y su solución no puede venir de una persona sola, o de un grupo. La sociedad entera ha de comprometerse en un gran esfuerzo comunitario en bien de este país maravilloso, ahora tan dolorido y quebrantado. Una cosa no podemos darnos el lujo de perder: la esperanza. Eso lleva a caer en una desesperación que impide actuar y mantener la fe en lo que somos y en lo que podemos hacer ahora y en el futuro. Cuando el desánimo era mayor decían los antiguos: "Sursum corda!". ¡Arriba corazones! Digamos nosotros lo mismo, y emprendamos el nuevo año con fe, con esperanza y con amor. Dulcilí, muchacha ingenua, se resistía a los urentes embates de Afrodisio, galán concupiscente que la asediaba aquella noche para cortar en flor el precioso ornamento de su doncellez. "No, Afrodisio -le contestó ella-. ¿Qué pensarías de mí por la mañana?''. Argumenta el seductor: " No pensaré nada. Nos levantamos tarde''... Esta es la historia del pájaro carpintero que un día voló lejos de su nido. Voló, voló, voló, y finalmente se posó en el tronco de un árbol. Le dio un picotazo, como hacen los pájaros carpinteros. Por coincidencia en ese preciso instante cayó un rayo y partió en dos al robusto tronco. "¡Carajo! -exclamó lleno de admiración el pajarraco-. Nomás te alejas de tu casa y ¡qué duro se te pone el pico!". (No le entendí)... FIN.

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