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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

¡Llegó el día! ¡El día llegó! ¡Hoy aparecen aquí "Los dos chistes más pelados del año! El primero, es definitivamente rojo, y tendrá para muchos el extremado tinte de la púrpura. Su nombre es sugestivo: se llama "Chana y el gay de Siam". ¿Podrá alguien concebir un título que intrigue más? El segundo relato, pese a la gran carga de picardía que conlleva, es muy tierno, y tiene además el mérito de ser entrañablemente mexicano. Otra cualidad posee: lo deja todo a la imaginación, de modo que quien lo lea no podrá tildarlo de exceder los límites de la salacidad. En eso estriba la elegancia del humor: en sugerir, más que en decir. Pero basta de prolegómenos, preliminares, prólogos, prefacios, proemios, preludios, procintos o preámbulos. Vayamos al relato de esos dos desternillantes chascarrillos. Viene primero "Chana y el gay de Siam". Es un cuento disparatado, absurdo. Ahí reside precisamente su interés. Estos eran dos hermanos siameses, Chang y Eng. Estaban unidos por la cintura; así habían vivido los 30 años que tenían de edad. Un día Chang le dijo a Eng con voz solemne: "Hermano, ven acá: tengo que hablar contigo". (Sobraba, claro, lo de "ven acá"). "¿Qué sucede? -se inquietó Eng-. ¿Has hecho algo en mi ausencia?". (También sobraba eso de "en mi ausencia"). "No he hecho nada todavía -contestó Chang-. Pero tarde o temprano lo tendré que hacer". "Me asustan tus palabras -se preocupó más Eng-. ¿De qué se trata?". Sin mayor tardanza Chang reveló su secreto: "Quiero decirte que soy gay". "¡Gay! -exclamó Eng sin dar crédito a lo que le decía su hermano-. ¡Me voy a caer de espaldas por la sorpresa!". "No lo hagas -le pidió Chang-, pues me harás caer junto contigo. Recuerda que somos siameses". Clamó Eng: "¡Eso es lo que tú olvidas, desdichado! ¿Cómo me dices que eres gay? ¿Y yo? ¿Acaso no has pensado en mí? ¡Yo no lo soy! ¡Soy heterosexual!". "Y estás en tu derecho -respondió calmadamente Chang-. Pero también yo estoy en el mío. Somos dos personas distintas, y debes respetar mi preferencia". Bufó Eng: "¿Cómo te atreves a decir que somos dos personas distintas? ¿Has olvidado, mentecato, que somos siameses? ¡Estamos indisolublemente unidos! ¿Y ahora me sales con que eres gay?". "Es cierto -admitió Chang-. Somos hermanos siameses. Estamos unidos, como dices, en forma indisoluble. Pero eso no impide que seamos diferentes. Tú tienes tu cerebro, yo tengo el mío. Tú tienes tu corazón, yo tengo el mío.". "¡Sí, desgraciado! -lo interrumpe Eng hecho una furia-. ¡Pero de la cintura para abajo tenemos lo mismo!". (Nota: Aquí se ve que una cosa es Chana y otra su hermana. No quiero ni imaginar en las que se iba a ver el pobre Eng, dicho sea sin segunda intención). Viene ahora el segundo cuentecillo. Antes de darle curso, sin embargo, hago un breve y afectuoso paréntesis para desear a mis cuatro lectores lo mejor del 2012. Que para todos nosotros el nuevo año esté lleno de paz y de ventura. Si el buen Dios nos conserva la vida y la salud, todo lo demás nos será dado por añadidura. Por nuestra parte procuremos ser felices, sin olvidar nunca que la mejor manera de ser felices es dar felicidad a los demás... En la feria del pueblo la gente jugaba a la lotería, esa del negrito, el valiente, la chalupa, etcétera. Cada quien tenía su tabla, o varias, y marcaba con frijolitos las figuras que decía el gritón. Éste iba sacando las cartas una tras otra, y las dictaba en la forma tradicional en que se anuncian en las verbenas populares los naipes de la lotería. Gritaba: "¡La cobija de los pobres!" Y en seguida precisaba: "¡El sol!". Sacaba otra carta: "¡Don Ferruco en la Alameda!". Y añadía: "¡El catrín!". Tomaba la siguiente: "¡El que canta en la mañana!". Y señalaba: "¡El gallo!". Sacaba una carta más: "¡La que se apellida Segura!". Y decía luego: "¡La muerte!". Continuó el hombre: "¡El que pica por la cola!". Se refería, claro, al alacrán. Y gritó jubilosamente una viejita: "¡Buena con el borracho!". (No le entendí). FIN.

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