¡Feliz Año Nuevo les deseo a mis cuatro lectores! Año de nones es año de dones, y 2011 es año non. ¡Qué espero yo este año? El don de la vida, sobre todo. Me propongo vivirla bien para merecerla mejor. Quiero el don del amor: recibirlo y -más importante aún- saber darlo. Espero el don de la felicidad, que no se manifiesta en una permanente y estática sensación de absoluto bienestar, sino en intermitentes ratos de sosegada dicha: en la tibieza del hogar; en el íntimo coloquio sostenido con uno mismo; en la charla de los amigos; en los pequeños gozos que ofrece la vida cotidiana -el café de la mañana; la sensación del trabajo bien cumplido; la comida que se disfruta con los tuyos; la salida de compras; el encuentro con nuestros familiares; el rato ante la tele; el descanso bien merecido después de la jornada-; en todas esas inadvertidas maravillas que borran lo gris de la costumbre. Espero sentir la presencia de Dios en el amor, la vida y la naturaleza, pues creo que ahí está Él, o por lo menos su tarjeta de presentación. Me gustaría aprender a oír más y a hablar menos. Me gustaría ser puntual, aunque no haya nadie ahí para apreciarlo. Ya no quiero hablar mal del otro, ni molestarrme porque el otro no habló prodigios de mí. Quisiera ser parte del bien de los demás, y no del mal que sufren; ser causa de alegría, y no motivo de inquinas o de resentimientos. La vida está amasada por igual con risas y con llanto: procuraré reír un poco más y hablar de mis penas un poco menos. Como escritor ya me hice mi propósito de Año Nuevo: emplearé menos adjetivos para que mis columnas salgan más tersas, pulidas, claras, fluidas, llanas, limpias, transparentes, fáciles, naturales, depuradas, inteligibles y sencillas... He aquí, ahora, una serie de inanes chascarrillos... Para celebrar el principio del nuevo año el señor se dispuso a hacerle el amor a su mujer. Apenas había comenzado los prolegómenos del foreplay cuando ella empezó a quejarse del año que acabó. "Todo subió -decía mientras él se empeñaba en vano en suscitar el interés erótico de su pareja-. Subió el teléfono, subió la luz...". Seguía el marido en sus intentos por encender en ella la llama de la pasión sensual, pero la señora, lejana e indiferente, seguía en sus quejumbres: "Subió también el gas, subió la comida, subió todo". "-No todo -le dice el hombre cesando en sus intentos-. Acabas de conseguir que algo baje". (No le entendí)... En la agencia de automóviles el vendedor estrella se quejaba con una de las secretarias. "Me ha ido muy mal -le dice-. Este mes tendré que vender algunos coches, o perderé mi buena fama". "Pues yo -replica la muchacha- este mes tendré que vender algo de mi buena fama, o perderé mi coche"... En la temporada de regalos un individuo fue a la tienda de departamentos. "Mi esposa necesita unos guantes" -le dice a la hermosa dependienta. "¿Qué medida usa ella?" -pregunta la muchacha. "No sé" -contesta el tipo. Le pide la chica: "Ponga usted su mano sobre la mía, y dígame si más o menos es la medida". El tipo pone su mano sobre la mano de la hermosa chica, y luego dice: "Ésa es la medida de mi señora. Y también necesita ropa interior"... Pepito le pregunta a su mamá: "¿Cómo nací yo?". Responde con una sonrisa la señora: "Te trajo la cigüeña". Vuelve a inquirir el chiquillo: "Y mi hermana mayor ¿cómo nació?". "También a ella la trajo la cigüeña" -contesta la mamá. "Y mi hermanito -pregunta otra vez el niño- ¿cómo nació?". Vuelve a decir la madre: "La cigüeña la trajo también". Dice entonces Pepito con exasperación. "¿Pues qué mi papá no funciona?"... Don Poseidón llamó por teléfono a su hija, que estudiaba en otra ciudad. Le contestó su compañera de cuarto. Le pide él: "Comunícame con Susiflor". La chica le informa: "Está en la cama con hepatitis". "¡Dios Santo! -se consterna don Poseidón-. ¡Ahora un griego!"... Himenia Camafría y su criadita Famulina, muchacha de rancho, veían a un guapo galán cuyo perfil se recortaba contra el escarlata y el carmesí del sol occiduo. (Esta frase es muy cursi, pero así la voy a dejar, pues se oye bien). "¡Qué gran silueta tiene ese joven!" -comentó la señorita Himenia con admiración. "No es la silueta, señito -le dice en voz baja Famulina-. Son las llaves que trae en el bolsillo delantero del pantalón"... FIN.