La vida de la columnista no es fácil. Aquí, tratando de concentrarme para escribir sobre la separación amorosa de Marcelo Ebrard, pero el ruido no me deja.
Hoy, particularmente, no han parado de volar casi encima de mi cabeza los helicópteros. Bueno, no sé si serán varios o es el mismo que da vuelta y vuelta. No me pregunten por qué, pero me late que es la movilización de una celebridad. ¡Creo que es la aeronave de Ricky Martin!
Es que estaba leyendo que, durante su breve estancia en la Ciudad de México, Ricky se movería en helicóptero para llegar a tiempo a una firma de autógrafos, una grabación de musicales en Televisa San Ángel, y luego a tomar en Toluca el avión que lo llevaría de vuelta a Miami para darle el beso de buenas noches a sus gemelos. ¡Uf, cuánta cosa!
Es que eso de ser padre soltero puede ser muy complicado, ¿no? Apuesto a que Ricky dijo: “Mi madre ¿Y ahora cómo le hago con los niños y la chamba?”, se puso las pilas y pidió humildemente: “Necesito un helicóptero, que yo por tierra no la libro” (y aquí es cuando las madres solteras se revuelcan de la risa porque los hombres se ahogan en cualquier charco).
En eso estaba pensando, cuando recibí el comunicado oficial del futuro divorcio de Marcelo Ebrard y Mariagna Prats.
Ellos aseguran que fue una decisión de común acuerdo, que han decidido disolver el vínculo matrimonial sin reproches ni agravios, y que las razones son del orden privado. Pues me parece muy bien. Aunque los expertos en divorcios en México aseguran que la culpa de que el amor acabe es de la convivencia. Al principio, todo es muy divertido (pero al principio también era muy divertido Ventaneando, por ejemplo. !Ja!).
Te hace gracia que tu marido deje los calcetines colgados de la lámpara o la tapa de excusado levantada o encuentras muy sexy que tu esposa se tome un vinito en casa. Pero, al pasar de los años, si alguien se pasa de copas o tiene un problema intestinal, puede desencadenar un colapso tipo “fin del mundo”. Sí, lectores y lectoras, la convivencia es la tumba del deseo.
Ay, todavía me acuerdo cuando escogí el regalo de bodas de Mariagna y Marcelo: unos guantes rojos ambidiestros para cocinar. Cuando los vi en la lista de obsequios me dije: “Este regalo va a unir mucho a la pareja, porque pueden hornear galletas o hacer macarrones juntos”.
Pues nada. En estos casos sólo resta desearles que sean muy felices por separado. Y, claro, le recomiendo a Marcelo que se enamore rápido, porque ya viene la carrera rumbo a la silla presidencial, y a los votantes les gustan los hombres con esposa incluida.
A las mujeres que en este momento ya se vieron convertidas en Primera Dama y quieren luchar por el amor de Marcelo, se les avisa con gusto que, según sus cercanos, es un marido muy tolerante, cariñoso y solidario. Además re’ acomedido con su suegra y, lo mejor, “la cereza en el pastel”: habla tres idiomas. ¡Ya no hacen hombres como esos!
Me lo imaginé dándote un codazo de “¡Buenos días!” en varias lenguas. Quiero decir, bueno, ustedes me entienden.