Para muchos fue una sorpresa el cese definitivo de la convivencia entre Lucero y Mijares. Llámenle sexto sentido, llámenle observación, llámenle mitoterismo, pero esta columnista lo sabía, me vibraba algo. Fue entonces cuando le dije a mis allegados y público en general: “esa pareja no está bien, ya no hay comunicación”. Es que miraban para diferente lado, y ésa es una señal malísima entre las personas que se aman.
Según una encuesta, se separan siete de cada 10 matrimonios, 70 de cada 100 parejas truenan. Porque ya no se quieren, por infidelidad, por falta de sexo o por incompatibilidad de caracteres (que es una forma elegante de decir “que ¡te tienen hasta el cogote!”).
Las estadísticas confirman que cada día aumentan los divorcios, pero también han aumentado las bodas ¡o sea que no es el amor lo que nos mueve, sino que nos gusta echar relajo!
Pues sí, unos vienen y otros van. Así es la vida. Mientras Guillermo y Kate decoran la casa de campo que habitarán como recién casados en Gales, Lucero y Manuel se repartirán los bienes.
Que a mí no me gustaría estar en esa situación, debe ser muy difícil decidir cuando se tienen tantas cosas: una casa aquí, un departamento allá, otro más con vista al mar, propiedades en el extranjero (como Julio Iglesias), los coches, la lana.
Cuando tienes poco es más fácil, tú te llevas tus tiliches y yo los míos, aunque a veces descubres que tu ex se quedó con alguna prenda tuya y te preguntas: “¿o resultó gay o me quiere hacer vudú?”.
Perdón, pero, participar en la división de enseres domésticos de los Mijares-Hogaza, debe ser muy emocionante, porque se sabe que el cantante tiene un gusto impresionante para decorar y comprar cosas de casa.
Para que me entiendan, todo está bonito ¡hasta las jergas! No se rían, es verdad. Se te cae un vaso de agua, y prefieres limpiar el charco con el saco para no ensuciar los trapeadores carísimos.
Que los tostadores, licuadoras, sandwicheras, molcajetes y sartenes son tan bellos, que en la repartición uno gritó: “yo me quedo con el auto convertible” y el otro: “no importa, pero déjame el hornito eléctrico”.
Es más, recuerdo que, cuando Mijares y Lucero se mudaron a la casa que habitaron juntos hasta hace unos meses, los amigos cercanos decían que todos los muebles y accesorios fueron traídos desde Indonesia en un contenedor gigante. Lo que es una verdadera ‘decoración asiática’. Que a mí los budas, los elefantes y lo exótico me parecen preciosos. ¡Deberían hacer una venta de garage!
Aunque creo que lo que Mijares va a extrañar más del hogar conyugal es la iluminación, que ha impactado a propios y extraños. Que aplaudes y se prende todo, truenas los dedos y cambia la atmósfera, soplas, y se acomoda todo a media luz. Es lo que los expertos llaman tecnología inteligente.
Las luces son tan listas, que también lo sabían todo. Como dice mi madre: “una siempre es la última en enterarse”.
