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DE VUELTA AL RUEDO

El tornillo y la tuerca

Martha Figueroa

Viendo las noticias sólo puedo decir que el sexo nos pierde. Por favor, no crean que yo pienso en eso todo el día, pero la verdad es que la gente siempre pierde la cabeza y se va de boca por el sexo.

Es más, hay algunos expertos que coinciden en que todas nuestras acciones, al final, están encaminadas al sexo y nuestros deseos de tenerlo. Yo, personalmente, no creo que sea para tanto. Si te pones a pensar, es un acto muy simple, ¿no? Explicado en lenguaje de ferretería, es sólo un tornillo que entra en una tuerca. Bueno, entra y sale, entra y sale. Sé que los más románticos estarán pensando en la “unión de los cuerpos y la conexión de las almas”, pero, créanme, no va más allá. Es dar y recibir.

Y, bien que mal, todo el mundo lo tiene: Mucho o poco, más o menos, poquísimo, casi nada o una vez al año.

Entonces, si es algo tan común, ¿por qué nos volvemos locos? (aclaro que yo no me vuelvo loca: yo me enamoro. Que es peor). Por supuesto, no estamos negando el placer que produce, pero la pregunta es: ¿Vale la pena perderlo todo por saciar nuestros bajos instintos?

Entenderán que todo esta profundidad sexual de la columna de hoy tiene que ver con los nombres del momento: Schwarzenegger, Sarkozy, Dominique Strauss-Kahn y Kalimba (otra vez, Kalimba).

Oigan señores, ¡hay que evolucionar! Se comportan como si estuviéramos en el Paleolítico superior. Ya ven que unos arqueólogos descubrieron un Kamasutra de hace 40 mil años, que demuestra que los hombres de la edad de piedra repartían su tiempo en tener sexo y atrapar mamuts. Lo demás les importaba poco.

Debo aclarar que al Presidente francés lo incluí en la lista, básicamente, por su gran afición al “sistema de procreación”. Porque él y la Primera Dama están perfectamente casados, y lo normal era un embarazo. Bueno, que a la edad de “Sarko” ¡es casi una hazaña!, pero en fin.

Después de hacerse el inocente, el ex Gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, ya confesó que engañó a Maria Shriver con la sirvienta, y tiene un hijo de 10 años, fruto del romance. Y digo romance para que no suene tan feo, lo que seguramente era un: “¡Córrele, ya se fue la patrona, vamos a darle!”. Que tampoco había que juzgar severamente a la mujer, porque debe ser muy surrealista que seas una empleada doméstica, y se te aparezca Terminator y te ofrezca su cuerpo peliculesco.

En el caso de Kalimba, ahora lo acusan de tener conductas sexuales con una menor, muy menor: una niña de 5 años. Y yo en eso prefiero no opinar, sólo lo comento por mero trámite informativo, por poner al día al público en general. Lectores míos, repitan conmigo: “Sólo comentamos, no nos regodeamos, sólo comentamos, no nos regodeamos”.

Por Dominique Strauss hay poco que hacer, todo lo acusa. Ya les decía que el sexo nos pierde y, debo agregar, a veces da risa. Perdón, pero lo imaginé corriendo desnudo por el pasillo del hotel neoyorquino en busca de su presa. ¿En qué estaba pensando? Claro ejemplo de que el sexo puede enloquecer hasta al mismísimo hombre fuerte del Fondo Monetario Internacional, y convertirlo en un vil cavernícola.

Como dijo Groucho Marx: “Me gustaría saber quién inventó el sexo, y en qué estará trabajando ahora”.

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