No me lo tomen a mal, pero casi hubiera preferido que se cumpliera la profecía y se acabara el mundo, porque habría noticias más emocionantes.
Estaba leyendo los diarios y el notición de entretenimiento, por ejemplo, es que Catalina Middleton -sí, la que se vistió de enfermera para conquistar al Príncipe Guillermo- acaba de debutar como Princesa anfitriona en la visita de Obama y su mujer a Inglaterra.
Y, aunque confieso que en el fondo del corazón me emocioné un poco, porque amo la información inútil que tiene que ver con la realeza, creo que el mundo se ha puesto aburrido. Si hubiera sido cierto el fin del mundo, nos hubiéramos ahorrado los capítulos de Rafaela (que no es mala, es pésima), las obras de Periférico, que el Morelia llegara a la final y, lo mejor, las elecciones para Presidente.
Pero como nos falló el predicador Harold Camping, y la vida sigue, esta columnista salió a la calle en busca de noticias. Fue así como llegué a un famoso restaurante de mariscos, porque siempre he pensado que estos pintorescos lugares son como la paella: ¡nunca sabes lo que te puedes encontrar!
Fue entrar y encontrar, además de callos de hacha, abulones, ostiones y todas esas cosas que sólo saben buenas con limón, al Gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez. El mismísimo “Malova”, quien acaba de salir en todos los noticieros por emitir un decreto para prohibir los narcocorridos en lugares de fiesta públicos. Hubieran visto a los del trío norteño: “¡Aguas, ya llegó el Gober! Mejor hay que echarnos una de Pandora. ‘Cómo te va mi amor, cómo te va’”.
A lo que iba es que, ahí, en ese lugar encontré y conocí a mi nuevo “gurú”, a mi próximo instructor de surf. Sí, su columnista será ¡surfer! No importa que termine con todos los huesos rotos, y las próximas columnas las tenga que escribir con un palito en la boca para apretar las teclas como Javier Bardem en Mar Adentro (ja).
Antes que nada, quiero que conozcan a mi “gurú”. Se llama Abelardo Juárez, restaurantero y surfista, divertido, guapo, enterado, inteligente y es el máximo promotor de México, en general, y de Mazatlán, en particular. Habla de los sitios turísticos como si fuera una revista de viajes parlante. Abe es tan positivo, que siempre ve el vaso medio lleno ¡y las olas chicas! (ya les contaré mis avances). Es más, ya me invitó a un torneo en el que estarán los mejores surfistas, del 3 al 5 de junio en el puerto. ¡Vamos, lectores queridos! Necesito apoyo moral.
¿Se imaginan a esta escritora surcando grandes olas? Pues, la verdad, ¡yo tampoco!, pero con todos los libros que he leído últimamente de cábala, traigo en mente reinventarme, aunque deje la dentadura en Hawai, en California o en Indonesia. Bueno, de hecho, la pienso dejar más cerquita, en Mazatlán -mi próxima segunda casa-, donde, según mi espectacular entrenador, están las mejores olas de todas (yo agregaría que también los mejores camarones sobre la faz de la Tierra). Ahí son perfectas y enormes. ¡Ideales para una reportera loca como yo!
Viéndolo fríamente, ¿qué puede salir mal? Tú llegas, te subes a la tabla, alcanzas una ola y aprovechas la fuerza de la ola misma para deslizarte. Viéndolo objetivamente, seguro me voy a romper la cadera en cuatro, pero no podrán negar que esta columnista siempre estuvo ahí, donde la noticia se produce.