Ya llegan las vacaciones de verano y con ellas la ausencia de los conductores de los noticieros, los desnudos, las ofertas en las tiendas, las fotos de todo el mundo en traje de baño y los titulares de “Cuerpazo”, “Qué figura”, “Envidiable a los 40” o “¡Tiene celulitis!”, tan de moda (los titulares, no la celulitis. Esa es de toda la vida).
Por cierto, hay intensos rumores de que Aracely Arámbula posó desnuda -para la revista del conejito y el dueño viejito- y le pagaron 3 millones de pesos. Oigan, qué belleza. Aunque a esta columnista sólo le ofrecieron 700 mil por el posado y, bien que mal, siento que tenía mucho más morbo que el de la ex de Luis Miguel. Además, siempre dicen que la belleza reside en el interior, ¿no?
Hoy en día ser bonito es más fácil, porque aunque salgas horrible en las fotos, te hacen photoshop y te dejan como William Levy o Aracely Arámbula. Que hace poco, Aracely salió en unas fotos de playa y como no le hacía falta el retoque, arreglaron las olas y quedaron preciosas, parecía como si las hubieran pintado al óleo, muy artísticas.
Con el verano empieza el bombardeo de los reportajes de las dietas de las famosos y las fotos del antes y el después. Acabo de ver las de Kelly Osbourne y Drew Barrymore y son impresionantes. La hija de Ozzy parecía que se había comido a la familia entera y ahora la devolvió (a su sitio, claro).
Debo confesar que me llamaron de una revista de circulación nacional para pedirme la dieta que me hizo perder 28 kilos, pero se quedaron un poco decepcionados al saber que no hice dieta, sino trampa (ja).
Antes, me decían que el sobrepeso podía provocarme hipertensión y diabetes, por ejemplo. Y ahora, los investigadores de una universidad española aseguran que la presencia de una mujer guapa puede ¡matar de diabetes o hipertensión a los hombres! Nunca le atina uno. Primero, te dicen todo el tiempo: “Mira qué gorda estás”, y luego: “Ay, ya estás muy flaca”. De verdad, están convirtiendo mi premenopausia en un infierno de inseguridad.
Es ahora que estoy descubriendo las pequeñas desgracias que conlleva ser flaca. Por ejemplo, no tienes celulitis, pero te salen estrías. Luego, ligas menos. Esto es muy interesante y digno de algún estudio psicológico internacional, porque los señores que están hartos de sus delgadas, intensas y amargadas mujeres, corren a buscar a la gorda, pues los pobres creen que será más simpática, comprensiva, divertida y desinhibida (jaja, claro que ¡no todas somos iguales!).
Antes me decían obesa, tripona, timbona, puerquita o marrana, por citar algunos apodos, y ahora, desmejorada, flacucha, anoréxica o Belinda.
Antes, estaba pensando en dejar el periodismo y ser astronauta. Es que leí que si en la tierra pesas 100 kilos, en la luna pesarías menos de 17. Como una Anahí de las galaxias. Ahora, con 54 ya no doy el ancho para esa chamba.
Antes me preocupaba que cuando muriera me incineraran y la funeraria oliera a fritanga dos días, y ahora me agobia que apeste a crema de espárragos. No se aflijan, hombre, que seguramente no será pronto. Me siento mejor que nunca y en un solo asiento.
Además, siempre sostuve que mi problema no era de peso, sino de estatura. ¡Debería medir 2.10 metros no 1.52! Y luego dicen que la naturaleza es sabía...