Qué felicidad el triunfo de la Selección Sub 17, ¿verdad? Mi hijo, que tiene justo esa edad, me preguntó: “¿Por qué lloras mamá, te dio mucha emoción o qué? Pues no, lo que me dio fue desazón porque mi heredero también tiene actitud de futbolista, pero de la selección mayor: piensa todo el día en fiesta, alcohol y sexo. Y gana diario un partido contra los mejores del mundo pero en el Wii.
Lo anterior, más la ausencia de noticias en temporada vacacional, los últimos logros del crimen organizado y la muerte de Facundo Cabral han provocado que me dé una depresión como Dios manda. No una depresioncita cualquiera. Me la iba a curar con un kilo de chocolates, pero acabo de leer que “al chocolate sólo le quedan 20 años de vida porque se consume más del que se produce”. ¡No, eso no, por favor! ¡Apiádate, señor! Así que estoy haciendo un acopio importante, porque si ahorita no veo la luz, imagínate a los casi 70 (y sin dientes... Qué, ¿eso tendrá sus ventajas, no?
Pero a lo que iba es que, ante la falta de información feliz veraniega me puse a buscar entre las efemérides algún dato para tirar de ahí y ¿qué me encuentro? ¡Otra muerta! Sí, en un día como hoy pero de 1954, murió Frida Kahlo. Además, nació Harrison Ford (quien se acerca sigilosamente al más allá), abortó Courtney Love, le dio un infarto a Cepillín, demandaron a Michael Jackson y, Cristian Castro y Valeria Liberman comenzaron a dividirse los bienes. Oigan, qué fecha tan tragediosa.
Viendo cómo están las cosas, esta columnista está tratando de encontrar dicha y consuelo desesperadamente en donde sea. Aunque mi amigo el “aguafiestas” se ría de mí, pues es de los que piensan que el teatro, el cine y la tele son para tontos. Él prefiere los encantos de la realidad.
Por cierto, supe que en ese andar por la vida de a deveras se encontró a William Levy en una cena y casi se desmaya. “¿Por lo guapo?”, le pregunté. “No, porque pensé que me iba a comer. ¡Se metió 14 flautas de barbacoa!” (oh, my...). Ya ven que la naturaleza es selectiva y canija. Cualquiera de nosotros se come lo mismo -con doble crema, doble queso, cebolla y salsa, según testigos- y nos da un paro cardiaco o nos salen tres lonjas.
A lo mejor, el realista -y cronista de la dieta del cubano- va a tener razón y la ficción no vale la pena. Por ejemplo, fui al cine en busca de alegría estival y me topé en la pantalla con una japonesa en silla de ruedas a la que se le mete el diablo. Dicha oriental, de piernas enyesadas, hizo gritar a todos menos a mí, que encontré la relajación que tanto anhelaba en una siesta deliciosa. Qué mala película.
Por eso, cuando encuentro algo bueno en la cartelera voy al menos 12 veces. Les juro que no es obsesión, son ganas de ser feliz (ja). Acabo de repetir Casi un Pueblo? y, de verdad, la vería las veces que hagan falta porque es Preciosa. La obra hermosa y yo, sensible, pues se juntaron “el hambre con las ganas de comer” y ya sólo me falta repetirla 998 veces para llegar a las mil representaciones que quisiera.
También, por ejemplo, voy muy seguido a Mentiras. El Musical, para disfrutar a Rykardo Hernández, Mariana Treviño y Paola Gómez, que son lo máximo de talentosos. Me encanta lo que hacen y yo me desahogo y canto dichosa “una noche de copas, una noche loca, besé otros besos olvidé tu boca, manché tu imagen me perdí yo sola y esa es la historia...”? Y, entonces, quedo lista para regresar a casa tan sonriente y satisfecha, con el alma llena. Como un William Levy flautero.
