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DE VUELTA AL RUEDO

Bodas secretas

Martha Figueroa

Estaba ahí, tan tranquila, formada en la cola del súper y de pronto encuentro una portada que me asombra. Una gran foto de la boda de Galilea Montijo y Fernando Reina y el encabezado: “Estamos esperando nuestro primer hijo”. Pago con la mano temblorosa, corro a mi coche para leerla, la leo y digo: “¡zúmbale!” (que es una palabra que uso con frecuencia ante lo insospechado).

Pues, primero que nada, ¡Enhorabuena, pareja!, porque la noticia es buenísima. Y luego, felicidades por la sorpresa.

Es que los reporteros apenas trataban de averiguar el menú de la boda, sin saber que lo que se estaba cocinando era un bebé. Ya saben todos alegando que si el salmón, la “fantasía de pastas” y la “cascada de ensaladas” (¿no son preciosos los platillos nupciales?), cuando lo que había en el horno era el primer heredero del regidor y la conductora que, personalmente, opino que es una tipaza.

Aunque, debo confesar que no soy partidaria de las bodas secretas. Con lo fuerte que es casarse y ¿que nadie se entere? No tiene chiste. Y encima, cuando la boda es sólo por lo civil se corre el peligro de que no se entere ni Dios y eso es tremendo porque después a quién le rezamos cuando el amor sale por la puerta y los problemas entran por la ventana. Por eso, esta columnista cuando contraiga segundas nupcias pondrá un letrero luminoso intermitente con enormes flechas que señalen el gran evento: “la Figueroa se está casando aquí, aquí, aquí”.

La noticia de la boda-shower de Galilea y el servidor público acapulqueño coincidió con el anuncio de la boda de Marcelo Ebrard y su novia Rosalinda, en octubre. Entonces, claro, la prensa también está especulando si ellos también están embarazados. Es que a la mayoría le cuesta mucho trabajo creer en el amor fulminante o en el amor a primera vista, entonces piensan que si te casas al minuto después de conocerte, ahí hay gato encerrado.

No se detienen a pensar en que cuando el verdadero amor toca a tu puerta, pues le tienes que abrir. No hay más. No debes resistirte. ¿No les ha pasado? A mí, la verdad, sí. Es que cuando yo vi a ese hombre frente a mí supe que era el bueno. Sí, era el bueno, pero para correr. Sólo porque le dije: “Hola, mucho gusto, me quiero casar contigo”. Qué manera de huir del pobre, no aguanta nada.

Pero volviendo al enlace de la señora Bueso y el mandatario capitalino, no será una fiesta secreta pero sí, muy chica. Los voceros de Ebrard ya advirtieron que la ceremonia será tan exclusiva que habrá máximo 40 invitados.

Lo anterior, francamente, no me importa, porque lo que espero con enorme ilusión es la “mesa de regalos” y es que, créanme, nadie tan creativo como Marcelo para hacer la lista. A la fecha, todavía me entra la risa tonta cuando me acuerdo de las sugerencias para su boda con Mariagna: “un par de guantes de hule, rojos y ambidiestros”, ja, ja, ja.

A lo que iba es ¿cuál será el verdadero encanto de casarte con un político o con un servidor público? Aquí entre nos, yo escogería a alguien como el Procurador Mancera. En plan “Superman, aquí está tu Luisa Lane”. Siempre quise probar la kriptonita.

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