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DE VUELTA AL RUEDO

Michael Bublé

Martha Figueroa

Hace mucho tiempo que no se me acercaban tantos hombres a hacerme la misma pregunta. Deja tú la pregunta: hace tiempo que no se me acercaban tantos señores, punto. Y esas cosas, quieras que no, emocionan. Es que llega un momento en la vida en que necesitas impulso para levantarte el ánimo, sin importar de dónde provenga.

El caso es que el fin de semana esta columnista estaba parada, tan tranquila, en pleno Paseo de la Reforma, cuando empezó el interrogatorio. Sinceramente, hubiera preferido un “¿salimos?” o un “¿me das tu teléfono?”. Pero no, todos se me acercaban para preguntarme, con voz angustiosa y labio tembloroso, “¡¿te sobra un boleto?!, ¡¿te sobra un boleto?!”. Sí, querían comprar mis boletos del concierto de Michael Bublé para revenderlos.

Pues sepan, señores revendedores, que se equivocaron de mujer. La verdad es que me emocionó tanto acercamiento, pero ni loca perdería la oportunidad de ver a uno de mis cantantes favoritos en vivo. Además, conseguir los boletos no fue fácil. Ahí se ve el exitazo de Bublé, que, de todas las ciudades del mundo, eligió el Distrito Federal para cerrar su gira Crazy Love, y había que estar ahí.

Otro día les contaré lo que hice para apartar mis entradas. Hay quien compra los boletos por Internet, hay quien hace fila y hay quien recurre a medios ‘alternativos’. ¡Soy de ésas! Y no lo cuento ahora porque no falla que el día menos indicado a tus hijos les da por leer el periódico, ¿no? Te los encuentras ahí sentados, leyendo: “mira, mamá, hoy me dieron ganas de informarme sobre el acontecer mundial y acabo de leer que... ¡¿hiciste qué?!”.

Es que, para mí, Bublé no es un cantante más. Es el hombre que me ha acompañado los últimos cuatro años a poner el arbolito de Navidad, y eso, una soltera lo agradece muchísimo. Mientras me peleo a muerte con las tiras de foquitos, tomo chocolate caliente y quemo bombones (soy tan ‘multitasking’), Michael me canta “Let It Snow”, “I’ll Be Home for Christmas” y “White Christmas”. Soy una mujer de tradiciones, por eso amo a Michael; además, antes tenía que conformarme con los villancicos de Gloria Estefan, quien dejó de provocarme ilusión hace varios años.

En realidad, a lo que iba es que el concierto de Michael Bublé en el Auditorio Nacional ya es uno de mis favoritos en la lista de “Mejores Shows de la Vida”. Además de cantar increíblemente, Bublé es simpático, cercano, inteligente, talentoso, guapo y muy divertido. Pero, aparte, tiene la actitud que muchos cantantes han perdido, de agradar y complacer al público que paga por verlos. Se ve que el cuate disfruta estar en el escenario y contagia. Y bueno, si alguien con ese carisma te canta las de Frank Sinatra, sólo queda ponerte flojito y derretirte.

Han de saber que, aparte de las hormonas enloquecidas, mi hijo y yo compartimos el gusto por Michael Bublé. Entonces, al final del concierto, me decía: “nunca he entendido para qué hacen como que se van, ¡gracias, México!, y luego cantan más cuando gritamos ‘otra, otra’. ¿Por? Ya no es sorpresa, todos lo hacen. Ni que fuéramos tontos”.

Pues sí, pero qué emoción da cuando regresan, ¿no? Ja ja ja. Yo soy de las que aplauden muchísimo los pilones. Y esa noche me fui a dormir feliz porque Michael cerró con su mejor canción a capella, “A Song for You”. Qué maravilla. A algunos sólo les hizo falta el cigarrito. A otras, el sexo. Cada quien.

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