A pesar de vivir días de inicio de campañas, decapitados en Guerrero, huracanes que se aproximan y muerte de genios, vamos a hablar de algo que realmente me preocupa: ¿se casó Marcelo por amor?
Según una encuesta, realizada por esta columnista y un pequeño equipo de colaboradoras, los votantes y el público en general no creen que Marcelo Ebrard y Rosalinda Bueso estén enamorados, y opinan que sólo es una unión de común acuerdo, muy amistosa, para que Marcelo salga flanqueado con una ‘esposa guapa’ en las imágenes de su carrera rumbo a la silla presidencial.
¡Ah, cuánta incredulidad! Si usted, señor lector, tiene la intención de casarse después de dos divorcios, y antes de competir para Primer Mandatario, tenga en cuenta que será muy criticado y nadie aplaudirá su amor.
Personalmente, creo en el amor de Marcelo. Quiero pensar que es uno de esos hombres que todavía sueña con despertar con una mujer al lado, y decirle con una gran sonrisa: “¡Buenos días, amor!”.
Quiero creer que es uno de esos amantes a la antigua que todavía disfruta andar del brazo y por la calle con una esposa, cocinarle al llegar a casa después de inaugurar un Distribuidor Vial, y organizar cocteles políticos, pistas de hielo y playas juntos.
El corazón me dice que el Jefe capitalino es de los que guiña el ojo y manda un beso soplado, cuando una mujer le grita: “¡lárgate! ¡Quítate de mi vista!”, producto de los ardores de la premenopausia que toca a su puerta. O sea, ¡es un guerrero del amor! Por eso acaba de enfrascarse por tercera ocasión a las delicias del matrimonio. Así de simple. ¿Qué oscuras intenciones podría tener detrás de una romántica boda? Por favor, no hay que ser mal pensados y aguafiestas.
Entonces, también tendríamos que sospechar de sir Paul McCartney, quien, mientras Marcelo decía: “Sí quiero”, el ex Beatle contestaba: “I do” en un registro civil de Londres, donde contrajo matrimonio con una señora de 51 años que, de lejos, parece de 25, pero, cuando se acerca, se ve de 58, llamada Nancy Shevell.
Eso sí, se ve que mi Paul ya no quiso invertirle tanto al casorio y, después de que su ex esposa le quitara más de 500 millones de dólares con el divorcio, dijo: “hagamos una cosa sencillita, que mi hija te diseñe el vestido, que repartan unos canapés con algo que parezca un mousse, yo me pongo el traje azul marino ¡y ya está!”.
A mí lo que me gusta es que McCartney siempre escribe canciones para sus esposas, que eso, mal que bien, denota un romanticismo, ¿no?
A la señora Mills, por ejemplo, le escribió una que me encanta titulada “This Never Happened before”. Es preciosa y se la podría cantar también a la nueva, aplicando el “reciclaje musical”.
Dicen los expertos que la verdadera razón por la que un hombre se casa tantas veces es porque no sabe estar solo. ¡Zas! Y necesita quien le organice la vida, la casa, la maleta, le ayude con los hijos, de tenerlos, y sexo gratis. Oigan, no lo digo yo, lo dicen los científicos.
Aunque, con mis estudios de psicología por correspondencia, podría concluir que a Marcelo y a Paul lo que en realidad les gusta es el masoquismo. No necesito definir lo que es, ¿verdad? Esa palabrita sí es la misma aquí y en China, aunque claro, allá la escriben con unos signos raros y parece una cosa monísima.
Desde aquí quiero mandar un fuerte abrazo a McCartney y a Ebrard que caminan con ilusión a su nueva vida de casados. Que sean muy felices y que salgan muy guapos en las fotos que usarán para demostrarlo. Quién soy yo para decirles que el tercer matrimonio es el mismo infierno, pero con diferente demonio.