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DE VUELTA AL RUEDO

Acapulco

Martha Figueroa

Estaba leyendo las últimas noticias y, para los que se quejan de su maldita suerte, siempre hay alguien peor que ustedes. Demi Moore, por ejemplo. A pesar de ser impresionante, su joven marido le puso el cuerno, y ahorita los abogados trabajan como locos para negociar el divorcio millonario.

Ésa es una desgracia amorosa que nos afecta parejo, psicológica y anímicamente. Claro, porque piensas: “si Ashton Kutcher se aburrió de ese monumento viviente ¿qué podemos esperar las que somos menos agraciadas?”. Bastante menos, ¿eh? O sea, del montón. No se asusten lectoras, pero, como diría la pesimista: ¡nos van a abandonar a todas!

Es que hasta la belleza cansa. Y no lo digo yo, sino José José cuando canta, y está comprobadísimo. El tiempo todo lo desgasta. ¡O casi todo! ¿Vieron a Sophia Loren en el Festival de Cine de Acapulco? Qué maravilla. ¡Acapulco! ¡Eso es vida! El sol, las playas, el mar, el gentío.

Esta columnista, que en un momento dado fue a dar al puerto sin proponérselo, casi la vio. Qué mujerón. Qué ícono. Qué 77 años tan bien llevados. Qué buen lejos (sí, es que no me pude acercar tanto). Pero la admiración flotaba en el ambiente, y todo el mundo se enamoró de Sophia.

No le quiero romper el corazón a los fans de la actriz italiana, pero creo que la única cara que ella no olvidará nunca es la de Fernando Allende, quien se lanzó a cantarle al oído, y la pobre no daba crédito. No reproduzco aquí lo que creo que pensaba la Loren mientras lo veía incrédula, porque dice mi horóscopo que hoy no es un buen día para granjearme enemigos. Pero, créanme, no era nada bueno.

Hubo un momento que aquello parecía el “túnel del tiempo” con tanto personaje del ayer. Recuerdo que me enamoré de Alain Delon ¡en el 79! Justo cuando vi en el cine The Concorde, una cinta muy divertida en la que el avión supersónico se salva de un misil (¡ja!), pero luego aterriza de emergencia en Los Alpes y todos los pasajeros están congelándose. Los recuerdos que tiene una.

Bueno, a lo que iba es que, al día siguiente, mientras hombres y mujeres miraban embelesados partir a Sophia, Delon, Cecilia Suárez y Carlos Slim (en ese orden), yo cambié a las celebridades por una exhibición de aviones que hacían piruetas y volaban de cabeza sobre el mar. Como que me pareció una actividad más emocionante para un fin de semana por la mañana. Mi mente, que a veces es un infierno y no sabes con qué se va a entretener.

Aunque, francamente, luego me agobió el ruido y pensar que alguno se fuera a estrellar. Y, como no quise ser parte de la tragedia, preferí cambiar de espectáculo, y acabé parada frente a la casa de Luis Miguel, que se ha convertido, casi, en un punto de peregrinaje turístico.

Ah, la gente y lo que hay que escuchar. Primero llegaron tres rubias que se tomaron muchas fotos con la casa del cantante de fondo. Después otras, menos rubias, que alegaban con el frenesí de quien tiene la verdad en la mano: “es que Luis Miguel ya no viene porque no le gusta tener vecinos”. Hubo otra que se acercó y platicó que “Aracely Arámbula le hizo en esta casa la fiesta de cumpleaños a Miguelito”. Por allá, un grupito se llevó arena de recuerdo (¿en serio?), y más allá vi a tres que se limpiaban con sandía y miel y le rendían tributo a Yemayá, la Diosa del mar. Lo juro. Gritaban: “¡Gracias Yemayá, por el amor!”. Entre otras joyas. Ay, Micky. Y tú viviendo en Los Ángeles. ¡De lo que te estás perdiendo!

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