Mientras todo el mundo intenta solucionar las recientes caídas económicas en el mundo y el esguince de tobillo de Cristiano Ronaldo que nos tienen a todos hundidos en el sinvivir, Anahí declara que está esperando a un príncipe azul para casarse.
¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! Perdón, me ganó la risa (así son las alegrías, te llegan de repente). Y mi primera pregunta es: ¿cómo explicas eso? ¿Con qué cara? “Aguardaré hasta que llegue un príncipe, en un corcel blanco, perfecto, en mallas, guapo, que cante como José Luis Duval, y sea dueño de un castillo para quemelleve al altar”. Bueno, ésa sería una frase perfecta si viviéramos en 1950 (sin José Luis Duval, claro). Pero actualmente no puedes andar a los 29 años por la vida soltando perlas como ésa.
Aunque Anahí, en realidad, dijo algo peor: “Sí me pienso casar algún día, pero yo no he conocido príncipes azules, puros sapos, así que, hasta que no encuentre al príncipe, no me caso”.
Y los papás discutiendo: “Ya ves, te dije que no la metieras a Chiquilladas, pero no me hiciste caso”.
Si yo fuera Anahí ¡nunca hubiera soltado esa frase! Básicamente porque soy una mujer sincera y transparente, y habría dicho: “Ya desesperada, yo me caso con quien conteste”.
Si yo fuera Anahí, tendría un cuerpazo, cabellera que a ratos parece peluca, la boca súper roja, 3 millones de seguidores en Twitter y saldría en una telenovela malísima. Si yo fuera Anahí ¡tendría 16 años menos!, me compraría un buen ungüento para las llagas que me saldrían por esperar sentada al “encantador príncipe” o, mejor aún, cambiaría de gustos: me decantaría por los sapos o por las mujeres. Hay parejas ‘mixtas’ que son muy felices.
Tengo una amiga que está casada con un ‘perro’, que ladra y todo. Es que, queridísimos lectores, tal vez ustedes no lo sepan, pero la soledad es canija.
Ah, y si fuera Anahí, no contestaría el teléfono en los próximos días para no escuchar todo lo que van a decirle sus ex parejas por insultarlos. Yo en ese tema (el de la pareja) soy como los futbolistas:me cuesta hablar.
Pero tengo una opinión a favor de todos los hombres. Debemos ser justas y aceptar que no hay príncipes azules, pero tampoco todos son terribles.
Hay niveles. Lo importante es lo que te provoquen y que embones o no con ellos. O sea, te gustan o no te gustan ¡así de fácil! Y, como ejemplo, la lista de príncipes azules que actualmente tienen felices a mis cercanas.
Una está enloquecida con un maestro de sexo tántrico, ligón, coqueto y pacheco.
Otra con un divorciado, que no trabaja y ve telenovelas, pero la trata como reina y la mata de la risa. Una más, la suertuda, es dichosa con un cincuentón guapo, divertido, inteligente, rico, culto, mega trabajador y exitoso, que la consiente muchísimo, le manda flores por las mañanas y es un manantial sexual, aunque esté casado con otra (les digo que la vida no es fácil). Y la última está enamoradísima de un ex compañero de escuela, bastante gris, pero soltero, bueno para el sexo, y que se pone a sus pies como si ella fuera una princesa.
En lenguaje de mi madre, todo lo anterior se resumiría en la bellísima máxima: “siempre hay un roto para un descosido”.
Por eso digo que, si yo fuera Anahí: dejaría de buscar en los estanques, comería más y. ¿Se imaginan si yo fuera Anahí? Está bien, en la próxima columna abordaré otra nota. De las serias.