Ustedes me dirán lo que quieran, pero yo, que tengo un sexto sentido para personas con signos de tristeza en la mirada, noto a Marcelo Ebrard muy melancólico.
Es que tú lo veías parado ahí, en el evento de “La Magia de la Navidad 2011”, con la encendida, y detrás de esa sonrisa al público, el jefe de Gobierno estaba más triste que el final del Titanic. Se los juro. Tenía la mirada igualita a la de Kate Winslet cuando estaba a punto de congelarse.
Seguramente Ebrard, como la Winslet, pensaba: “me hundo”. Y miren que frente a la Catedral había un ¡ambientazo! Lo que es una fiesta.
Para los que se preguntan ¿quién es la encendida? No, no es una amiga mía. Así le dicen a la ceremonia en la que prenden el árbol navideño de 50 metros, el más grande del mundo.
Hay bajones de moral muy comprensibles. ¿Están de acuerdo? No es cualquier cosa que vengan y te digan: “Ya no serás el presidente de México”. Porque, no es por hacer que decaiga más el ánimo de Marcelo (yo sería incapaz), pero, la verdad, uno nunca sabe lo que pasará dentro de seis años.
Yo que soy tan fanática de las playas artificiales, las pistas de hielo, los récords, las roscas de reyes más grandes del mundo, las clases de yoga, los domingos bicicleteros, los desnudos de Tunick, los conciertos de la Britney y los guantes rojos ambidiestros, estoy preocupada por la sonrisa de medio lado de Ebrard.
Claro, es que yo en sus zapatos, no me alegraría con nada. Ni con los cientos de miles de foquitos que prendieron en el Zócalo ni con los fuegos artificiales. Es que, claro, tú esperabas ponerte la banda tricolor en el pecho y en lugar de eso te mandan a subirle el switch a las Nochebuenas monumentales, ¡hasta el Dalai Lama se deprime!
Pero a lo que yo iba es que será un duro golpe para el morbo y las revistas del corazón el que la pareja Ebrard-Bueno se quede fuera de la contienda. Sobre todo porque iban a ser muy divertidas las comparaciones entre Rosalinda y La Gaviota.
¿Lo han pensado? Como resulta que esta columna es de opinión, pues yo opino que nos hemos quedado sin un gran tema para las sobremesas y las redes sociales.
Hemos perdido un punto de encuentro. El ir y venir de las candidatas consortes nos unía mucho, queridos lectores, ¡nos unía mucho! Ahora que todo ha acabado, me imagino a Angélica Rivera pensando frente a su clóset: “Uf, de la que me salvé”. Es que debe ser muy duro que sigas todas las indicaciones de “péinate así, ponte ese vestido, tal maquillaje, esos zapatos” y cuando por fin sales lista, según tú muy fulgurante, llega la ex embajadora hondureña, tan vistosa, y te quita la paz: no importa cuánta plataforma te pongas, no le puedes ganar.
Sinceramente, ya estábamos listos para la pasarela y la recortada. Ahora sólo nos queda preguntarnos, por ejemplo y por curiosidad, ¿cuántos vestidazos se quedaron sin estrenar? ¡Muero por asomarme al “buesocloset”! O mejor, no. Debe estar tenso el ambiente. Hay momentos en la vida en los que no es fácil ser vestido.