No sé ustedes, pero yo veo salir de vacaciones al “Teacher” Lopez-Dóriga y me digo: “¡Esto ya se acabó! Vámonos de aquí. Ya no hay noticias emocionantes que escuchar y, si se muere alguien, pues que lo cubra otro, que yo ¡ya me fui!”.
Es momento de relajar el cuerpo, porque este 2011 estuvo muy intenso. Aunque he de confesar que esta columnista se relajó desde febrero para contrarrestar la rudeza de vida y lo tupido de la violencia. Me dio por las cosas simples, lo que para los gringos vendría siendo “simple things”.
Así es. Me entró por ver programas cómicos, comer cosas que no estaban en mi menú, comprar libros ligeros, escuchar música diferente, ir a más fiestas, estar más con los amigos, irme de pinta del trabajo, llorar con las películas y pedir palomitas de sabor nuevo.
Alguno estará pensando ¿y eso qué? Pues mucho. Que es mi manera de prepararme para el 2012, que si no se acaba el mundo, de cualquier forma será complicadito por las elecciones y otros males que nos aquejan.
Y debo confesar que, gracias al ejercicio, me siento más ligera que nunca. Y cuando digo ejercicio me refiero a lo de “pensar positivamente”, porque en lo físico sigo sin mover un dedo.
Pero parte de la paz psicológica ha llegado hasta mí con cara de libro. Ligeros y simples, pero libros. Mi amiga Laura me regaló uno grande que se había quedado por ahí y lo rescaté.
Se llama El Encanto de la Vida Simple, de Sarah Ban Breathnach, y es muy divertido, porque son consejos sorpresa para cada día.
Por ejemplo, si hoy es 21 de diciembre, buscas la página que diga “21 de diciembre” y lees: “Vive en cada una de las estaciones que vayan pasando; respira el aire, bebe el agua, prueba la fruta y resígnate a las influencias de cada una de ellas. Haz que éstas sean tu única bebida en tu dieta y tu medicina natural” (Henry David Thoreau).
Si supiera el santo señor Thoreau que yo en lugar de fruta me topé con ¡alitas de pollo picosas sumergidas en aderezo blue cheese! Claro, ya me resigné a la tormenta gástrica que provocan.
Pero íbamos en la “paz psicológica”. Para conectar a las mujeres con su espiritualidad, se han puesto de moda libros en los que la protagonista se enamora de Dios o de su hijo. Así como lo oyen. Una cosa original.
A mí básicamente me los recomendaron para que aprendiera a elegir pareja. Y, bueno, está bien que una tenga su colección de amores enfermos, pero enamorarte de Jesús, al que has visto en la cruz de tu cabecera toda la vida, es muy raro.
Por cierto, yame regañaron por ventilar mi realidad amorosa (penosa soltería) en este espacio.No, no fue mi jefe, sino José Alberto “El Güero” Castro, y yo le haré caso, porque confío en su sabiduría romántica.
Primero, porque tiene una novia que cae mal de tan guapa (Angelique Boyer), y luego porque es el productor de una telenovela cuyo nombre asusta: La que No Podía Amar. Yo sí puedo. ¡Ahí está la cosa! Volviendo a la literatura “light”, el primer libro se titula Jesús Me Quiere, de David Safier, y el otro Dios Vuelve en una Harley, de Joan Brady. Y no es para que se asusten, pero en ambos la estrella es una treintona poco agraciada y fracasada en el amor. Lo que nos faltaba: ahora somos las musas de los escritores del mundo queridas lectoras.
A lo que iba, es que, según los autores arriba citados y muchos más, la felicidad empieza y acaba en nosotros mismos. Así que ¡arriba la simpleza! ¡Abajo la queja! Ay, pero qué bien me queda el optimismo. Gracias por la complicidad y la preferencia queridísimos lectores. ¡Felices fiestas!