L A semana próxima pasada tuve el honor de asistir como ponente al IX Simposium Internacional en Ciencias, celebrado en la hermosa ciudad de Chetumal, capital del joven y pujante estado de Quintana Roo. Evento realizado bajo los auspicios del Instituto Tecnológico de esa ciudad e invitado por su talentosa directora, la Maestra Mirna Manzanilla Romero.
Cabe hacer mención que en este magno evento académico, participaron ponentes de 10 países, ¿cómo estaría la calidad de los ponentes que el más 'endejo entre todos ellos fue este viejo filósofo?
Soy un hombre de a caballo, así que volar en avión no me da miedo... ¡me da pavor!, "cuantimás" porque las noticias decían que andaba azolando la región el huracán Rina; figúrese usted, apreciado lector, qué tanto sería el miedo que "traíba", que con la temblorina que tenía podía fácilmente ponerle azúcar a los buñuelos de 10 cocineras, que en Navidad preparan dentro de la gastronomía de nuestra región.
Cuando llegué a Chetumal, me sorprendieron las noticias que decían de que en Cancún, ese día se habían cancelado 138 vuelos, pero más me atrapó la extraordinaria organización y trabajo que desarrolló el Gobernador Roberto Borge, quien mantuvo reuniones permanentes con dependencias y organismos de los tres órdenes de gobierno ante el peligro del huracán.
Y por si eso fuese poco, fue envidiable la labor de las autoridades de Protección Civil del estado, quienes además de publicitar anuncios por radio, prensa escrita y televisión, sobre el avance del fenómeno meteorológico en inglés, español y maya, en los periódicos publicaron varias páginas con decenas de domicilios de los albergues en los que se brindaba apoyo a la ciudadanía.
En el Simposium, tuve el honor de que me distinguieran cerrando el ciclo de conferencias, ahí me atrapó la generosidad y el buen trato de más de 1,500 participantes entre alumnos, maestros, ponentes e investigadores que querían conocer la visión de la cosmogonía rural de el Filósofo de Güémez.
La gente me preguntó: "¿Por qué gusta el filósofo?" Yo respondí que quizá sea por la ingenuidad provinciana y pretendida buena fe con la que ve los hechos del diario acontecer, además por la simplicidad con la que goza, disfruta y se deleita de la fiesta de la vida.
Este viejo campesino de Güémez en sus conferencias o escritos, siempre cuida meticulosamente la palabra; busca, como los abuelos, seducir amorosamente con ella, porque sé que el hombre es su palabra, por la palabra somos, por ella valemos, porque es más que un sonido o un símbolo, es un poder no sólo para comunicarnos, sino también para crear; por medio de la vibración de la palabra es que atraemos a nuestra vida lo que con ella expresamos, pero sobre todo, es a través de ella que me comunico con usted, querido lector; coincido con Jorge Luis Borges cuando dijo: "Yo trato de respetar el lenguaje. Además, pienso en mi comodidad y en la comodidad del lector, y trato de usar las palabras más sencillas, que no obligan a interrogar el diccionario."
Por eso el Filósofo busca utilizar la palabra sencilla, coloquial, directa; no el lenguaje rimbombante u oropelesco, ése que enreda y complica la vida. Mientras la voz popular dice: "Tanto va el cántaro al agua... hasta que se rompe", un hombre especialista en complicar la vida con su lenguaje diría: "En reiteradas ocasiones el artificio de barro se dirige el elemento vital... hasta que se fragmenta en cientos de añicos."
Porque el Filósofo goza de la simplicidad de la vida... sólo que lo hace sin restar esencia, será porque sabe que las cosas que más valen no tienen ni costo... ni etiqueta, y una de ésas es: invitarte a que construyas tus sueños y con fe vayas tras ellos, a que perseveres sabiendo que siempre hay algo mejor para ti detrás de cada problema, recordando que "tras el último escalón de 'tu mala suerte' está el primero de tu 'buena suerte'."
El Filósofo te incita a que disfrutes tu unicidad, a que te goces siendo diferente a los demás -eso te hace un ser especial-, te lleva a utilizar la magia que el cosmos tiene para ti y a darle color a tu vida, transformando tu existencia en algo luminoso y espectacular, llenando tu alma de amor, tu mente y tu cuerpo de una energía singularmente positiva que te recuerda que "eres parte de lo divino que ha bajado hasta lo humano."
El viejo campesino de Güémez se encontraba en el café cuando uno de sus compañeros le pregunta:
- ¿Supiste que Juanelo está en el hospital?
-Sí, es que lo golpearon -responde El Filósofo- ¡Porque tosió!
- ¡Ah chingá, chingá, chingá! ¿Porque tosió? -preguntó extrañado su compañero.
- ¡Sí! -responde El Filósofo- porque tosió... pero ¡debajo de la cama de su vecina!
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