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Decepción, pesimismo, recesión

EDUARDO VALLE

La puesta en marcha del paquete completo de estímulo al empleo, propuesto al Capitolio por Barack Obama, tendría resultados tangibles e importantes. Podrían crearse más de un millón de empleos, según cita del diario The New York Times. Pero ese programa, como un todo, enfrenta la oposición de los republicanos. Y también de legisladores demócratas. De manera diplomática, los opositores declaran estar a favor de alguna o algunas de las medidas promovidas por Obama, pero objetan el conjunto. En cambio, insisten en beneficios directos e inmediatos para las empresas y los sectores de mayores ingresos. No más impuestos. Este es el nudo que el presidente de EU tiene que superar. Pues de otra forma la decepción hacia su administración será más general aún, y el pesimismo, cuando comienza a dominar el ánimo de los consumidores, conducirá a una nueva recesión en el subcontinente. En la cual los países más afectados serán el propio EU y México. Canadá tiene algunas ventajas (la gran producción de petróleo desde sus arenas con aceite, por ejemplo) que limitarían los daños.

Para lograr la reelección en noviembre, aun frente a muy limitados candidatos republicanos, Obama está obligado en términos absolutos a terminar con el impasse general al que lo han conducido las circunstancias de una nación con el rumbo perdido desde la segunda guerra en Irak. Las famosas "armas de destrucción masiva" nunca encontradas y los costos de las dos guerras en Afganistán e Irak hundieron a EU en una crisis profunda donde los déficit fiscales del gobierno federal, los estados y los condados, así como el desempleo son los síntomas más evidentes y alarmantes. Y esos síntomas alimentan el pesimismo creciente de la población, el descrédito del Congreso y, en general, de la clase política. También en EU hay un severo problema de representación. Y si el índice de abstención y participación continúa creciendo entre los electores independientes, entonces se abren más puertas y oportunidades para el Tea Party y los movimientos de derecha y ultraderecha, presionando a toda clase de políticos oportunistas y demagogos. Aquí debo escribir el nombre de Rick Perry, el gobernador de Texas.

¿Conviene a México, a los mexicoamericanos, a las minorías y a los mexicanos el programa de empleos de Obama? Por supuesto. Nada más con tomar en cuenta la parte correspondiente a renovación y creación de infraestructura básica, la respuesta es evidente. Si por sus efectos en el sistema financiero los problemas del Bank of America tienen gran interés para nuestro país, la propuesta de Obama para estimular la creación de empleos allende el Bravo adquiere un significado mayor, pues la idea indicada por muchos colegas -en especial de don Jorge Montaño en estas páginas- de entender la interrelación e interdependencia de los fenómenos sociales en el subcontinente como un todo, es sabia y exacta. La frontera entre política exterior y asunto interno se desvanece cada vez más en Norteamérica.

Para muestra basta un botón: el hecho de que hoy apenas dos trabajadores en activo cubren los beneficios de un inscrito en el seguro social es un argumento mayor para la reforma migratoria integral. Cuando la emigración de mexicanos a EU desciende a tasas récord e históricas, al mismo tiempo el peso social y económico de las minorías -incluyendo a los indocumentados- adquiere mucha mayor relevancia. Y esto sólo pueden negarlo los precandidatos republicanos como Perry y compañía. También al norte del río Bravo hay políticos provincianos y miopes, atentos sólo para el corto plazo. Encantados de hacerle el juego a los más atrasados de los WASP (blancos, anglosajones y protestantes): con el Tea Party a la vanguardia del pensamiento aislacionista y antiinmigrante (antimexicano por inducción).

Entonces, así puede observarse la importancia política del programa de empleo de Obama. Cuando los jóvenes afroamericanos sufren uno de los peores momentos de las últimas décadas en relación con su ingreso y empleo productivos. Y casi lo mismo puede decirse de otras minorías, como los hispanos. De ahí la importancia trascendental del impulso al empleo comprendido en el actual discurso del ocupante de la Casa Blanca. No se trata sólo de salir del impasse y el pesimismo económico: también tiene mucho que ver en relación con la actitud de los WASP hacia las minorías. Se abren canales para la recuperación de las minorías o quedan en la escena los blancos, anglosajones y protestantes como fuerza hegemónica. Y de origen, excluyente. Esta exclusión abarca a todas las minorías.

El objetivo económico de Obama es evitar al máximo posible el retorno de la recesión. Pero para alcanzarlo deberá apoyarse de forma clara en los desempleados (votan) y en las minorías (también votan), lo cual implica un enorme esfuerzo para reconstruir en mínimo tiempo la capacidad de acción de su natural base electoral. Y las últimas elecciones especiales indican que no lo está logrando; como se vio en un distrito electoral demócrata en Nueva York donde ganó un candidato republicano. ¿Tiene Obama un poco de tiempo y margen de maniobra? Sí, pero está obligado a actuar con audacia y enorme inteligencia política. Ya, ahora.

Comentarios: mvalle131@aol.com

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