Recursos para atender. Los apoyos resultan insufientes para el número de personas atendidas con la enfermedad, señalan las autoridades en ese estado.
El quién, cómo, cuándo y dónde, son preguntas que dejó de hacerse hace 12 años. Es el tiempo que lleva en su cuerpo, en la sangre y hasta en el alma, el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).
Un mareo fue el síntoma que anunció la llegada del virus. Estaba en la calle cuando se desvaneció. Mes y medio después despertó en el hospital. Ahí le dieron la noticia.
"Lo tomé con tranquilidad. Nunca pensé en quitarme la vida. Me dije, tengo dos opciones: seguir adelante o tronarme. Decidí seguir con mi vida", contó Juan, un comerciante de 45 años quien ha aprendido a vivir con su enfermedad.
No ha sido fácil. Su hogar se destruyó. Al enterarse, su esposa lo abandonó llevándose a su hija de entonces ocho años.
"No tengo contacto con ellas y no quiero saber nada de ellas, es mejor para todos estar así", se resigna. Su vida, sus relaciones, su entorno, todo, cambió para él. "No puedo fumar, no puedo tomar alcohol porque afectaría mi tratamiento médico, entonces esas cosas ya no son para mí", relata Juan. Sin su esposa y su hija siguió adelante. Hace seis años conoció a una mujer y desde entonces viven juntos. "Ella sabe lo de mi enfermedad y así me aceptó. Tenemos relaciones, pero con protección, de lo contrario ella estaría en riesgo de infectarse".
Juan fue abandonado por su esposa y su hija, pero sus padres, hermanos y sobrinos le dieron el apoyo que necesitaba. "Ellos están al pendiente siempre de mí, siempre supieron lo que tengo y nunca me dieron la espalda, sin ellos quién sabe cómo sería mi vida. Nunca me discriminaron".
Cada mes acude puntual al Capasits de Nezahualcóyotl por su dotación de medicamentos antirretrovirales que le han permitido seguir con vida."Si no me regalaran los medicamentos ya me hubiera muerto desde hace muchos años, gracias a ellos sigo vivo", señala.
