Si partimos de la premisa de que la democracia es, por definición etimológica, el gobierno del pueblo, debemos admitir que en México la democracia es una ilusión. Prácticamente todas las decisiones concernientes a la vida pública son tomadas por un grupo de personas integrantes de partidos políticos que tienen como principal objetivo el de perpetuar los privilegios que les da el vivir a expensas del erario y el asumirse como representantes de la mayoría.
El divorcio entre la llamada clase política nacional y la ciudadanía en general se ha convertido en la principal característica de un país que vive sumido en la más obscena desigualdad económica, y cuyas instituciones se tambalean frente a los crecientes fenómenos de la descomposición social y la violencia. Frente al descontento generalizado de la sociedad, los políticos hacen oídos sordos y las anheladas soluciones de fondo a los problemas de la República son siempre postergadas por la agenda que dictan los partidos y las oligarquías económicas que ejercen presión sobre ellos.
En su libro Democracia, ¿gobierno del pueblo o gobierno de los políticos? (FCE, 2000), el politólogo argentino José Nun plantea la problemática a la que se enfrentan las naciones latinoamericanas a la hora de encontrar forma a su régimen de gobierno frente al creciente poder de los imperios económicos y a la exclusión de la mayor parte de los ciudadanos de la toma de decisiones.
El autor expone que hasta el momento los países del subcontinente, al que pertenece México, han desarrollado modelos de democracia del tipo representativo, pero en una forma viciada en la que los políticos asumen el derecho pleno y exclusivo de fijar el rumbo de los estados, mientras que la generalidad de la sociedad juega un papel pasivo o, en el mejor de los casos, marginal.
Y en esta realidad, la corrupción, incompetencia y mezquindad probadas de los políticos son causas evidentes de que problemas añejos como la pobreza y más recientes como la inseguridad no encuentren las salidas pertinentes.
La Laguna y los estados que la dividen son ejemplos claros de la incapacidad, negligencia e iniquidad que priva en esa "clase política". En los últimos años los laguneros hemos sido víctimas y testigos del agravamiento de los problemas que hoy tienen en jaque al futuro de la Comarca. El acelerado deterioro del medio ambiente, la ausencia de una verdadera vocación económica, la pérdida gradual del espacio público y el creciente fenómeno de la delincuencia son hoy las máximas preocupaciones de todos los ciudadanos que cuentan con un mínimo de consciencia de lo que ocurre a su alrededor.
Administraciones van y vienen, millones de pesos se invierten en obras y programas, pero al tiempo nos damos cuenta que la situación no es mejor. Y es que, es menester decirlo, las autoridades se han mostrado hasta hoy incompetentes en la creación de ese gran proyecto integral y regional que establezca los cimientos de un desarrollo con visión de futuro en donde los ciudadanos y el entorno natural estén siempre por encima de los intereses de los grupos que detentan el poder. Y frente a esta agobiante realidad la única opción que hasta ahora tiene la sociedad en el plano institucional son las elecciones, las cuales, sin embargo, no garantizan el golpe de timón necesario para que las cosas cambien para bien.
El próximo 3 de julio se llevarán a cabo las votaciones para elegir gobernador y renovar el Congreso del Estado en Coahuila. El férreo control que ejerce la familia Moreira a través de sus estructuras clientelares en la entidad, y la debilidad mostrada hasta ahora por la oposición encabezada por el PAN, permiten adivinar cuál será el resultado de la elección. Pero independientemente del candidato que resulte ganador, si en La Laguna y en el estado la ciudadanía que aún no ha sido alienada por los partidos políticos no crea un frente común organizado para exigir ser escuchada y demandar los espacios que merece, continuaremos padeciendo los problemas por los cuales hoy nos quejamos todos los días.
La solución que sugiere José Nun para las naciones latinoamericanas es la mediación entre democracia representativa -gobierno de los políticos- y democracia directa -gobierno del pueblo-, las cuales, a su parecer, lejos de ser incompatibles, son complementarias. Para eso, las organizaciones de ciudadanos deben tener un lugar preponderante en la toma de decisiones. Pero hay que ser realistas, los políticos no van a conceder fácilmente ese espacio, porque implica perder parte de sus privilegios. Por lo que la única alternativa es luchar por él. Y eso requiere esfuerzo, responsabilidad y compromiso. La pregunta obligada es: ¿estamos dispuestos a asumirlos?
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