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Desconfianza

Diálogo

YAMIL DARWICH

Sin duda, en México y La Laguna, vivimos tiempos de desconfianza, sentimiento negativo que se incrementa al agudizarse los problemas políticos, económicos y de seguridad.

En días pasados, a llamado de la Sedena, un grupo de ciudadanos, representantes de los diversos sectores de la comunidad, nos reunimos con militares, encabezados por el general Marco Antonio González Barreda, primera autoridad de la Décimo Primera Región Militar, para dialogar sobre la situación actual, avances en materia de seguridad y escuchar propuestas que mejoren el servicio prestado por los militares.

Dos fueron las palabras clave: inseguridad y desconfianza.

La primera de ellas, ampliamente justificada por los repetidos eventos criminales; la segunda, resultado de la ineficiencia y hasta corrupción de las distintas policías.

Los militares escucharon atentos las solicitudes ciudadanas; entre ellas: comunicar sus acciones y mantenernos enterados; asegurar y blindar a la tropa, en relación a la corrupción y amenazas a sus personas y familias, a fin de que atiendan eficientemente las órdenes recibidas; impedir que sus acciones sean utilizadas como instrumentos de promoción política; capacitar adecuadamente a la milicia, a fin de que disminuya el daño marginal por su presencia en las calles; atender a pedidos de Organizaciones No Gubernamentales y proporcionar información que requieren familiares agraviados por los violentos; desarrollar programas y planes concretos para enfrentar a la delincuencia en las calles y que éstos se hagan del conocimiento público; ampliación de la zona militar, de tal suerte que se incluya a toda la Comarca Lagunera; etc.

Una de las preguntas importantes, a la que por cierto no se le dio una respuesta clara fue: ¿qué va a pasar cuando termine el Programa Laguna Segura? Desgraciadamente, la experiencia negativa en otras regiones de México, muestra que al retirarse el Ejército, aparece un alza en los índices de criminalidad. El cuestionamiento requiere de una clara respuesta.

En ese diálogo, hubo comentarios por parte de los militares, que bien vale la pena reflexionar:

El más reiterativo, fue referente a las críticas que sufre el Ejército por parte de grupos de intelectuales y académicos que los sancionan, particularmente por la muerte de inocentes y los procedimientos empleados en base a la fuerza física y de armamento.

Señalaron la importancia de atacar al delito desde sus bases, provocar la mayor participación ciudadana e incrementar la educación de todos, especialmente de los jóvenes.

Otro militar, insistió en buscar la prevención del delito, además de fortalecer la denuncia anónima ciudadana.

Se quejaron ante la falta de coordinación de los distintos poderes de la nación y dejó entrever su contrariedad al afirmar: "Ponemos a disposición un delincuente y en poco tiempo está libre y ese mismo delincuente va y mata a un soldado al día siguiente". Verdad aplastante, ejemplo de la ineficiencia administrativa.

También expresaron su disgusto por acusaciones en medios internacionales de las violaciones a derechos humanos, que si bien es cierto en casos por excepción, los muestra como "los malos de la película", insistiéndonos a los asistentes que: "Los cincuenta mil muertos, o los que sean, no fueron causados por las Fuerzas Armadas; la inmensa mayoría es por la guerra entre las mismas pandillas".

Una realidad preocupante es la desatención a la necesidad de aprobar la Ley de Seguridad Nacional, misma que está detenida en su proceso de acuerdo entre legislativos politizados desde hace más de dos años. Denunciaron: "Irónicamente, nos quejamos de ineficiencia y descontrol de las policías y por otra parte 'atoramos' leyes que den orientación clara a los procedimientos policiales".

Desde siempre hemos externado nuestra postura en relación a la presencia del Ejército en las calles de las ciudades; considere que son fuerzas orientadas a salvaguardar la seguridad nacional en base a la aplicación de la fuerza con violencia y que no están capacitados para efectuar funciones de seguridad civil; también habrá que reconocer la falta de soluciones más eficientes y efectivas. Sabemos de muchas quejas y protestas, pero no conocemos de propuestas y ofrecimientos de alternativas viables de solución. ¿Usted qué opina?

Baste imaginar en sentido contrario: ¿qué situación viviríamos sin la respuesta de las Fuerzas Armadas a la delincuencia organizada? De nuevo aparecen las alternativas a mediano y largo plazo, basadas en la educación y la aceptación ciudadana para enfrentar el problema.

Alguien mencionó el caso de Ciudad Juárez, Chihuahua, donde el compromiso del Ejército terminaría cuando hubiera un cuerpo policiaco suficiente en cantidad, adiestramiento y armamento. La realidad usted la conoce.

Dice el refrán: "De los males, el menor" y es claro que la presencia del Ejército, atendiendo nuestros problemas de ambiente social no es la mejor solución al problema de inseguridad de las ciudades, pero también es verdad que requerimos de actos de contención del delito.

Lo que queda claro es la urgente necesidad de nuestra mayor participación ciudadana. ¿Qué opina?

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