En Sonora las conocen como las casetas de ordeña mientras que en otras partes del país son odiadas y consideradas como un atraco en despoblado y a plena luz del día.
Nos referimos a las casetas de cobro, de peaje o como usted quiera llamarle que han proliferado a lo largo y ancho de la República como si se tratara de una epidemia incontrolable.
No sabemos cuál fue la primera en aparecer ni tampoco la última. Quizás la primera fue la caseta de la autopista México-Cuernavaca o la México-Querétaro, pero el caso es que ahí siguen incólumes, con tarifas cada vez más onerosas y sin ir de acuerdo a la calidad de las carreteras.
Recordamos que nacieron con la idea de cobrar de manera temporal, "mientras se pagan los costos de la obra carretera", rezaban los políticos, pero lo cierto es que ninguna ha dejado de operar ni tampoco ha reducido el monto de su tarifa.
Además de caras y fastidiosas las controvertidas casetas son una monserga para los turistas, un dolor de cabeza para los viajeros en los puentes vacacionales y una fuente de corrupción para quienes administran su operación.
Es difícil encontrar el número exacto de casetas de peaje en todo el país, en el portal de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes aparece un largo listado con más de 200 casetas de carreteras, puentes y libramientos.
Si a ellas sumamos las casetas operadas por gobiernos locales fácilmente podrían superar las 300 en la República Mexicana. ¿Será justo que exista esta maquinaria de ordeña cuando se pagan tantos impuestos en gasolinas, IVA, ISR, impuesto del trabajo y quien sabe cuántos más?
En las últimas semanas hemos viajado de manera frecuente a la región de Yuma, Arizona y San Luis Río Colorado, Sonora.
Por razones de trabajo se nos facilita viajar por las autopistas norteamericanas en el tramo San Diego-Yuma-San Luis de aproximadamente 180 millas de distancia.
Luego de varias travesías decidimos tomar el lado mexicano por ser más corta la distancia y porque estábamos fastidiados de los retenes de la Patrulla Fronteriza, instalados entre California y Arizona.
Pero las sorpresas al transitar por las autopistas mexicanas no se hicieron esperar. En primer lugar asusta ver tantos retenes -dos del Ejército y dos de la Policía Federal de Caminos-que además de intimidantes se encuentran fuera de lugar, especialmente los agentes federales ubicados en puntos que no ofrecen seguridad ni confianza para los automovilistas.
Los retenes del Ejército están cuando menos señalados con anticipación y cuentan con instalaciones adecuadas para las revisiones. Los de la Federal de Caminos pueden confundirse con algún bloqueo de narcos disfrazados de policías como tanta veces ha sucedido en el país.
El disgusto subió de tono cuando empezó la ordeña sin clemencia: 12 pesos en la caseta de la salida de San Luis Río Colorado; 55 pesos más en el libramiento de Mexicali; 18 pesos al llegar a La Rumorosa; 55 pesos en la caseta de El Hongo, cerca a Tecate; y la ordeña final fue de 88 pesos al llegar a la caseta contigua a Tijuana.
En total cinco casetas para un tramo aproximado de 245 kilómetros con un costo total -hasta el día de ayer- de 228 pesos del águila azteca.
El ahorro de tiempo fue mera fantasía porque entre retenes, casetas y la subida a La Rumorosa resultó prácticamente la misma duración.
Ahora entendemos por qué tantos autos mexicanos circulan por la autopista San Diego-Yuma y porque se observan tan pocos vehículos norteamericanos en el tramo Tijuana-San Luis Río Colorado.
Ni hablar, por ahora tendremos que circular por el lado "gringo" para más comodidad, mejor tiempo y para ahorrar unos 20 dólares que podremos invertir en gasolina o incluso en probar suerte en alguno de los tantos casinos que asoman por el trayecto.
Por cierto, ¿alguien podrá decirnos quién controla a los retenes de la Policía Federal de Caminos? ¿No les parece suficiente con las revisiones militares? ¿Son realmente policías?
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