Estados Unidos y México desarrollaron desde los ataques del 11 de septiembre de 2001 una relación estratégica en seguridad y un nivel inédito de cooperación.
Estados Unidos y México desarrollaron desde los ataques del 11 de septiembre de 2001 una relación estratégica en seguridad y un nivel inédito de cooperación, que tiende a profundizarse ante los nuevos retos transnacionales, coincidieron funcionarios y expertos.
'Los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre abrieron, de la noche a la mañana, una nueva época en las relaciones de Estados Unidos con el mundo, y por supuesto en la relación bilateral', afirmó el embajador de México en Washington, Arturo Sarukhan.
'Como consecuencia de esta nueva realidad, ambos países hemos logrado establecer una relación estratégica madura, de cooperación estrecha', dijo Sarukhan a Notimex en vísperas del décimo aniversario de los peores ataques terroristas en la historia estadunidense.
México y Estados Unidos han mantenido continuas relaciones de cooperación antes del 11-S. Apenas una semana antes de los ataques, los entonces presidentes George W. Bush y Vicente Fox refrendaron la importancia de la cooperación bilateral.
'La relación con México entre las agencias que velan por el cumplimiento de la ley está evolucionando para convertirse en una coalición sólida', señaló entonces la Casa Blanca.
Expertos coinciden en que desde los ataques, Estados Unidos remodeló su estrategia de seguridad y sus estructuras institucionales para responder a la amenaza terrorista, un cambio que impactó su relación con el resto del mundo y con sus vecinos de América del Norte.
'El concepto de anti-terrorismo no existía en lo que era la cooperación con México antes del 11-S', señaló en entrevista la directora del proyecto México de la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), Maureen Meyers.
'A la par, era evidente un interés mayor de Estados Unidos de expandir su perímetro de seguridad para abarcar a Canadá y la frontera sur de México', añadió Meyers.
La administración Bush estableció por ello un año después de los ataques el Comando Norte (NORTHCOM), cuya área de jurisdicción incluye ahora a Canadá, México, el territorio continental de Estados Unidos, Alaska, el Golfo de México y un perímetro de 500 millas náuticas.
En la frontera México-Estados Unidos, el número de agentes de la Patrulla Fronteriza aumentó de nueve mil 100 en 2001 a más de 17 mil 700 en la actualidad, bajo la férula del Departamento de Seguridad Interna (DHS), la nueva y masiva agencia federal creada en 2003 a raíz de los ataques.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), dependiente del DHS, desplegó además equipos de inspección fronteriza, expandió el uso de drones (aviones no tripulados) para cubrir toda la frontera suroeste, así como la concreción de 1,040 kilómetros de bardas y barreras vehiculares.
Estados Unidos, Canadá y México desarrollaron además un aumento de la cooperación en seguridad en otro tipo de amenazas: los desastres naturales y pandemias como la influenza.
En 2005, por ejemplo, tanto Canadá como México enviaron a sus militares uniformados en apoyo a territorio Estados Unidos a raíz del impacto del huracán Katrina.
'Para México, la imagen de convoyes del ejército viajando al norte a lo largo de la frontera Estados Unidos-México marcó un nueva era en las relaciones de seguridad con Estados Unidos y un nuevo rol del ejército mexicano', sostiene Richard Kilroy, del Instituto Militar de Virginia.
Para 2008, Estados Unidos y México ampliaron su cooperación a través de la Iniciativa Mérida, que incluyó una partida inicial de mil 351 millones de dólares en tres años, para proveer equipo en apoyo a acciones antidrogas, así como fondos para el desarrollo económico y social.
La Iniciativa Mérida fue un 'remedio bienvenido' en la relación bilateral, toda vez que la cooperación en seguridad siempre había estado rezagada en relación con la cooperación económica, social o política, según Shannon O'Neil, del Consejo de Relaciones Exteriores.
'Representa una base fuerte para construir una cooperación de largo plazo y confianza entre Estados Unidos y México', sostiene O'Neil.
Durante la Tercera reunión del Grupo de Alto Nivel celebrada en abril pasado en Washington, México y Estados Unidos acordaron de hecho intensificar la lucha contra el narcotráfico y el crimen, incluidos mayores esfuerzos para compartir inteligencia y combatir el lavado de dinero y el tráfico de armas.
Asimismo acordaron desarrollar de manera conjunta un programa encabezado por México para fortalecer a las policías a nivel estatal y acelerar el apoyo a las reformas de la administración de justicia estatal.
Más recientemente, la CBP anunció el mes pasado que instalará lectores de placas en los puntos de cruce fronterizo para identificar a todos los automóviles que circulan de Estados Unidos a México, como parte de su estrategia contra el trasiego ilegal de armas y dinero al sur.
'La seguridad de nuestros dos países, y la de nuestra frontera, no se podía seguir dando por sentada y ante ello había que reaccionar, colaborar y trabajar de manera conjunta para estar a la altura de los nuevos retos transnacionales', enfatizó Sarukhan.