M ás allá de las discusiones inútiles que ha provocado el político coahuilense entre los secretarios de Estado, en la semana se publicaron las cifras detrás del crimen, la “guerra” o la “lucha por la seguridad pública”. Los números no son a simple vista, un cúmulo del horror, sino que abonan por un lado a la transparencia, lo cual hay que reconocer del Gobierno Federal. Por otro, la presentación de la llamada Base de Datos de Presuntos Homicidios Relacionados con la Delincuencia Organizada, es una herramienta pública que permite conocer y explicar fenómenos asociados a la inseguridad y el crimen organizado en el territorio nacional. Después de varios años de violencia localizada en algunas ciudades y estados del país, la base datos divulgada por el Consejo Nacional de Seguridad Nacional, integró una estadística nacional desagregada, bajo una metodología que permitió depurar casos, y sobre todo, consolidar el registro de los homicidios que ya se cuentan por miles en el país.
Es cierto, como afirma el vocero y secretario del Consejo, Alejandro Poiré, estamos ante un fenómeno focalizado en zonas específicas del país. Por ejemplo, en 2010 el 50 por ciento de los homicidios se concentró en tres entidades federativas: Chihuahua, Sinaloa y Tamaulipas. Visto a nivel municipal, el mapa muestra que 7 de cada 10 homicidios asociados a la delincuencia organizada, sucedieron en 90 municipios del país en 2007. Actualmente esta cifra no decreció sensiblemente. Según los datos oficiales, en lo que va del sexenio calderonista, se han acumulado 33 mil 797muertos. 2010 alcanzó un “pico” de 15mil 273 homicidios presuntamente vinculados con la delincuencia organizada. Según Poiré, el año pasado se registraron 3 mil 334 en el primer trimestre; 4 mil 107 en el segundo; 4 mil 142 en el tercero y 3mil 690 en el cuarto. “Después de 5 trimestres de crecimiento en este indicador, llevamos dos trimestres en los que se ha dejado de crecer y en el trimestre pasado cayó en un 10%.
Sin embargo, al revisar las cifras e interpretar las gráficas, es difícil compartir el optimismo oficial.No parece que este comportamiento a la “baja” sea concluyente o forme ya, una tendencia. Incluso, habrá que retomar el consejo de Eduardo Sojo, el presidente del Inegi, cuando advierte que ante las cifras, “es recomendable aplicar la técnica de prueba de hipótesis para determinar si las diferencias aritméticas que se observan son estadísticamente significativas o no”. Paradójicamente, el análisis recién publicado por un académico serio en el tema, Fernando Escalante Gonzalbo, ha demostrado una preocupante correlación entre los operativos del gobierno y el aumento de los homicidios: “Me cuesta trabajo creer que el despliegue del ejército no tenga ningún efecto sobre la tasa de homicidios, que se mueve demodo independiente”.
El caso más dramático es el de Ciudad Juárez, donde ni la Policía Federal, ni el Ejército han logrado reducir los homicidios. De esamanera, la base de datos muestra el ranking de las diez ciudadesmás violentas del país. Después Juárez, con 6 mil 437 asesinatos acumulados, le siguen Culiacán (1, 890), Tijuana (1, 667), Chihuahua (1, 415), Acapulco (661), Gómez Palacio (553), Torreón (524), Mazatlán (518), Nogales (442) y Durango (390). Al conocer el detalle de las cifras en el corazón de la Región Lagunera, Torreón, Gómez Palacio y Lerdo, los últimos cuatro años suman al menos 1, 266 homicidios. Lo cual nos coloca, en la quinta región más violenta. Menos mal que las autoridades alientan a no alarmarse y disfrutar de una “tarde soleada”. Vuelvo a los datos: hay una correspondencia casi perfecta entre la tendencia ascendente de Torreón y Gómez Palacio. En menor escala, le sigue la ciudad de Lerdo.
Pero las inteligentes declaraciones de las autoridades en Durango, no se hace menos ante las de Coahuila.
Y quizá por las diferencias entre lo sucedido en La Laguna y el resto de estado de Coahuila, las autoridades minimizaron el problema. Si sumamos los incidentes de Saltillo, Monclova y Piedras Negras, en los últimos cuatro años se registraron 38 homicidios relacionados con el crimen organizado. Lo que equivale tan sólo, a los que tuvo Lerdo en 2008.
Al final, quedan detrás de las cifras, los muertos. Y delante, los vivos. ¿Qué vendrá en los próximos años? ¿Bajará la tendencia violenta? ¿Aumentarán las “inhabilitaciones” de los criminales? ¿Aumentarán los “daños colaterales”? ¿Cuándo se fortalecerá de fondo el sistema de justicia? Si los muertos no lo han valido, entonces no veo qué. Twitter/uncuadros