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Deuda Pública

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LUIS FERNANDO SALAZAR WOOLFOLK

A raíz de los cuestionamientos que en las últimas semanas se han hecho al Gobierno de Coahuila en materia de endeudamiento y opacidad, el gobernador electo Rubén Moreira Valdez, contesta en el más puro estilo lapidario y dogmático: "Sin deuda no hay desarrollo".

Se equivoca Moreira, porque para que la deuda sea motor de desarrollo y progreso, se requiere que su importe haya sido aplicado a una inversión productiva y en el caso de Coahuila, la preocupante deuda pública contraída de manera en los últimos dos años, es un enigma en cuanto a su verdadero monto y destino, debido a la falta de transparencia del gobierno.

El último monto reconocido por Javier Villarreal, titular del Sistema de Administración Tributaria del Estado, alcanza a la cantidad de quince mil millones de pesos, lo que en el supuesto de que hasta ahí llegara el monto de la referida deuda, por sí misma y en función del pago de los intereses respectivos, pone los pelos de punta.

En efecto, a una tasa conservadora del ocho por ciento anual, el servicio de la deuda implica al menos cien millones de pesos mensuales es decir mil doscientos millones pesos al año, por lo que considerando que el propio Rubén Moreira dice que va por un presupuesto de seis mil millones de pesos para 2012, en el mejor de los escenarios, el pago de intereses supone quemar el veinte por ciento del presupuesto total de Coahuila del año entrante.

En la ciudad de Torreón, el gobierno de Eduardo Olmos va por el mismo mal camino. El martes pasado la comisión de Finanzas del Municipio, por mayoría de los regidores priistas, autorizó un crédito de veintidós punto cuatro millones de pesos "para flujo financiero y para algunas obras" que no fueron detalladas, lo que indica que el importe del crédito se utilizará lisa y llanamente para solventar gasto corriente, elevando la deuda del Municipio a trescientos treinta y cuatro millones de pesos. La deuda de capital a ese monto, considerada a la misma tasa referida con anterioridad, implicará un pago de intereses de dos millones trescientos mil pesos, cada mes.

La experiencia mexicana de los años setenta y ochenta del siglo pasado y la generalidad de los precedentes de las burocracias del mundo que contraen deuda pública con el pretexto de impulsar el desarrollo, indican que los gobiernos se endeudan bajo el imperativo de alimentar a sus pesadas estructuras y solventar el costo político y electoral de permanecer en el poder.

Eso lo saben los propios gobernantes que alientan este tipo de políticas populistas de endeudamiento, como ocurre en el caso de la Venezuela de Hugo Chávez. Hace días, antes de partir a su último tratamiento médico a la isla de Cuba, el dictador previno a quienes delegó el ejercicio del poder en su ausencia, para que tuvieran "mucho cuidado con la voracidad y corrupción" de la burocracia venezolana a la que por cierto pertenecen los propios destinatarios de la recomendación, y que Chávez conoce a la perfección, porque la referida burocracia es de su hechura política y personal.

En el caso de Coahuila y de Torreón es un caso semejante. El mismo titular del Instituto Coahuilense de Acceso a la Información, Alfonso Villarreal Barrera, pese a ser un subproducto del sistema Moreira, reconoce que la institución a su cargo carece de información tan elemental como son los estados financieros, para conocer del funcionamiento del gobierno en ese rubro. Lo anterior deja el hipotecado futuro de los coahuilenses, al capricho de quienes hoy día ejercen el poder sin límites ni contrapesos.

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