Tradición. Los panteones recibieron a miles de personas.
Un día cada año, los panteones dejan de ser lugares sórdidos y tristes y se convierten en el escenario de una verdadera fiesta mexicana llena de color, olores y música para recordar a los que se fueron y de paso, celebrar a la vida.
Los mariachis hacen sus mejores interpretaciones ante las tumbas de quienes gustaban de este género musical, al igual que los conjuntos norteños o hasta un reproductor de discos si no hay para más. La cuestión es llevar al difunto los ritmos que disfrutaba en vida y acompañarlos con su platillo o bebida favoritos.
El colorido de las flores se apodera del lugar para transformarlo y adornar esta fiesta a las miles de personas que son fieles visitantes cada año, como Manuela López, quien desde que murió su esposo hace 20 años no ha dejado de acompañarlo el Día de Muertos. "Siempre vengo para hablarle un rato, aunque no está yo sé que me escucha", dijo.
En esta ocasión también se restringió el uso de agua en todos los panteones como prevención contra el dengue; medida que a Rafael Lara García no le fue de mucho agrado porque según señaló "con lo caras que están las flores, 500 pesos para que se echen a perder, no es justo".