S Iempre es grato volver a encontrarse con los viejos amigos. Revivir los momentos que pasamos juntos y reír de las estupideces en que incurrimos.
Pero ello no siempre es factible. La distancia y el tiempo nos quitan valiosas oportunidades para ello.
Sin embargo, cualquier asunto nos devuelve esa oportunidad y no debemos desaprovecharla.
Así sucedió esta semana, cuando por un diverso motivo, tuve oportunidad de reunirme a cenar en Saltillo, con mi amigo Carlos Juaristi, precisamente en Don Artemio, la catedral donde oficia Juan Ramón Cárdenas.
Cena sencilla pero rica, de hecho platillos que no están en la carta, pero que ahí preparan con gusto e intención de agradar a los clientes. Y desde luego, unas copas de por medio.
Como a mí ni me preguntan mal llegué y ya me estaban sirviendo un Whisky en las rocas. Y me habría podido adelantar a pedir lo que tomaría don Carlos, pero mejor lo esperé, aunque, como siempre, pidió un tequila doble: "Pa que no se vea que el mesero da varias vueltas", como diría él.
Generoso como es, llegó con dos libros en la mano y una corbata. Uno de ética jurídica y otro sobre meditaciones de Marco Aurelio. Amante como siempre lo ha sido de los clásicos, me obsequió uno de los libros más hermosos y aleccionadores que uno puede leer, porque es de esos textos que comienzan a leerse y no puedes despegar los ojos de sus páginas. De cualquier forma, lo leeré con calma, consciente de que luego volveré a él las veces que sea necesario.
Y el día de ayer, llegó de visita a mi oficina mi amiga Alicia Guerrero, acompañada de su hijo Guillermo, que estudia derecho y además de platicar sobre algunas inquietudes de él, me llevó a regalar un ejemplar de las memorias de Doña Carmen Pámanes de Haces Gil.
Un texto que yo tuve en su momento, allá por el 93, y que perdí o presté sabrá Dios dónde, pero que gracias a ella ya recuperé.
Me pareció criminal, por cierto, enterarme de que el Ayuntamiento guarda un buen número de ellos en cajas, dentro de las cuales se están deteriorando por la humedad, cuando podría regalarlo y difundir las memorias de una mujer excepcional entre ese pueblo al que tanto amó.
Doña Carmen parodió a Neruda y tituló sus memorias: "Confieso que he reído". ¿Y qué otra cosa es la vida sino un eterno carnaval? Sí, un carnaval en los que unos ríen y otros lloran pero un carnaval al fin.
Fue la de Doña Carmen, una vida "que corrió paralela a la de Torreón", y que a mi juicio, sus memorias, bien podían haberse reeditado en sus cien años. Pero eso quizás sea mucho pedir que se le ocurra a algún funcionario. Doña Carmen supo vivir y bien en muchos de los mundos posibles. Desde ser una niña fresa de la mejor sociedad, hasta entrarle a la talacha en su restaurante La Casona, cuando fue su propietaria y diseñaba el texto del menú del día, siempre con mucho humor.
Fue también reina de aquí y de allá y le gustaba tocar la guitarra, pero todo lo hacía como mucho sentido del humor.
En la cena con Don Carlos, revivimos múltiples anécdotas del tiempo en que trabajamos juntos.
Lo dije en su momento y lo reitero ahora. De él aprendí muchas cosas, pero sobre todo el sentido de la responsabilidad y la ejecutividad. Como funcionario era un hombre de palabra y como amigo es insustituible.
Con él un sí era un sí y había que cumplir así tuviera que convencer al mismísimo diablo para lograrlo.
Pero por lo mismo, todos los actores políticos sabían que podían confiar en él y fue sin duda alguna un secretario muy fuerte, siempre reconocido así por amigos y enemigos.
Alicia iba preocupada porque a su hijo le tocó vivir de cerca una de las tantas tragedias resultantes de esta etapa de inseguridad.
Molesto, indignado y preocupado, Guillermo se preguntaba: ¿Qué podemos hacer? La respuesta era obvia: Hagamos lo que nos toca y hagámoslo bien. Si así actuáramos todo este país sería otro. A los jóvenes solo les toca prepararse bien, afianzar sus principios y si quieren, como él, emprender una campaña con el lema: "Torreón está de luto", pues adelante.
Pero hay que prepararse para ser factores de cambio en el futuro, que siempre está más cerca de lo que uno cree. Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".