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Dos temas incompatibles

ADELA CELORIO

Por la Ley de que lo semejante se busca y se encuentra, Humberto Moreira (acusado de corrupción, narcotráfico y... bueno qué les puedo contar a los coahuilenses que no sepan ya del exgober bailador) se queda con la presidencia del PRI, y para que colabore con él, llama nada menos que a Ulises Ruiz (cuyo mandato en Oaxaca estuvo teñido de violencia y sangre y hoy es conocido en su Estado como "El enemigo de todos").

Ahora sólo falta que esos dos integren a su equipo a Mario Marín (exgobernador de Puebla mejor conocido como "El gober precioso" cuyo mandato quedó marcado entre otras ignominias, por su tenebrosa maniobra en contra de la periodista Lidya Cacho) para armar con esos tres ejemplares el modelo perfecto del renovado PRI.

El mensaje no puede ser más claro: "Ya saben de lo que somos capaces". La cloaca ahí está, el que no quiera verla, después que no se queje del gobierno que nos merecemos por ciegos y olvidadizos.

Y bueno, ya lo escribí y no retiro lo escrito aunque sea algo así como una flatulencia de las que atufan el ambiente y lo hacen irrespirable; y para colmo, sea del todo incompatible con la buena nueva de que ya pasó enero y aquí seguimos. Con dificultades, pero subimos la cuesta, y ahora después de comer los obligados tamales del día de La Candelaria (fiesta de la Purificación que tiene su origen en el ritual que la Virgen María, no hay que olvidar que ella era una joven judía) debió realizar presentando el niño al templo a los cuarenta días de nacido como lo mandaban las leyes hebraicas: "toda mujer que concibiere y pariere varón, será inmunda siete días. Al octavo día se circuncidará al recién nacido, y treinta y tres días estará la mujer en las sangres de la purgación sin que pueda tocar ninguna cosa santa ni visitar el templo hasta que sean cumplidos los días de su purgación". Siendo así de duras las leyes hebraicas, tranquiliza pensar que entre los cristianos todo se reduce a la inocente costumbre de vestir al "Niñito Jesús" y presentarlo en el templo para que lo bendigan junto a las velas que se usarán durante el año para auxiliar a los moribundos y para librarnos de los peligros del rayo, el trueno y las tentaciones del demonio.

Pasada la luminosa Candelaria, nos introducimos de lleno en febrero que apenas empieza y ya empalaga con su oferta de chocolates, corazones de terciopelo y suntuosos ramilletes de rosas rojas. Estamos en el mes del amor, nos recuerdan todos los medios, y una vez más, yo encantada, o sea, invadida por el canto, les compro la idea. Si todo el año hablamos de balazos y delincuentes, no es nada dedicar veintiocho días a festejar el amor, que devaluado y todo, sigue siendo lo único que le da sentido a nuestros días.

Trabajamos, estudiamos, escribimos, sólo para que alguien nos quiera y comparta con nosotros la misteriosa aventura de vivir. Si el mundo anda patas arriba, es porque hemos compensado la escasez de amor con los satisfactores con que el comercio nos seduce. Porque ante la confiscación del erotismo y el amor por los poderes del dinero, nos va quedando apenas un ocaso de lo que algún día entendimos por amor.

Y es también porque retirada el alma del gran misterio amoroso, sólo nos quedan las necesidades del cuerpo que ha de conformarse con las trivialidades sexuales que aprendemos del cine y la televisión.

Aunado a todo lo anterior, en pleno tercer milenio todavía muchos hombres no son capaces de entender que para acceder al amor de una mujer, ésta debe ser tratada tierna, amorosamente. Si el mundo anda de cabeza es porque los hombres no acaban de aceptar que las mujeres somos parte fundamental en el equilibrio del planeta; y porque no han sido capaces de reivindicarnos de ese pecado original que nos alcanza a todas, desde que la pobre Eva, curiosa e hiperactiva prefirió arriesgarse a probar la fruta del bien y del mal, antes que seguirse aburriendo como una ostra junto a Adán, que conformista y apático lo único que quería era ver la tele echadote en los jardines del paraíso.

Y sin embargo el amor, es tan inherente a la naturaleza humana, que ante la carencia de algo genuino, somos capaces de aceptar cualquier falsificación y como dice un viejo bolero: "Voy viviendo ya de tus mentiras/ sé que tu cariño no es sincero/ mas si das a mi vivir/ la dicha de tu amor fingido/ miénteme una eternidad/ que me hace tu maldad, feliz".

Ojalá no sea éste su tristísimo caso paciente lector, lectora, y que este catorce de febrero se ponga lo más cursi posible y escriba un poema, obsequie un hermoso ramo de flores, o al menos un corazón de chocolate a la persona que ama, porque el progreso material: éxito, dinero, poder, sólo tienen sentido y nos hacen mejores personas; cuando tenemos con quien compartirlos.

Y por último le recuerdo que el amor nunca es un regalo; hay que conquistarlo y trabajarlo con ilusión.

Adelace2@prodigy.net.mx

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