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Drama y acción en la semifinal

Se queda la victoria en la casa del Tricolor

Gómez se convirtió en el héroe ayer. El volante anotó un par de goles, el segundo fue el decisivo en la victoria. La comunión con el público se dio en todo momento. (Fotos de Ramón Sotomayor, Jesús Galindo y Jam Media)

Gómez se convirtió en el héroe ayer. El volante anotó un par de goles, el segundo fue el decisivo en la victoria. La comunión con el público se dio en todo momento. (Fotos de Ramón Sotomayor, Jesús Galindo y Jam Media)

Humberto Vázquez Frayre

La Copa del Mundo Sub-17 llegó a su fin en esta sede de Torreón con un desenlace dramático, vibrante, emocionante, lleno de sudor, pundonor, sangre y lágrimas digno de una película de Hollywood, con sus respectivas nominaciones al Oscar.

El principal actor y figura fue Julio Gómez, el jugador de los Tuzos del Pachuca, que intervino en los tres goles de México e hizo ilusionar al máximo a una noble afición lagunera que sueña con que se repita lo que se logró hace seis años con la generación de oro en Perú 2005.

La garra del volante hidalguense contagió a más de 30 mil aficionados en el Estadio Torreón, que arropó al equipo mexicano y los regresó de la eliminación a 15 minutos del final con una voltereta sensacional, dejando tendidos y revolcándose de coraje a unos impetuosos alemanes que estaban seguros de disputar el título el próximo domingo.

Ni el bloqueo de señal en los teléfonos celulares (debido a la presencia del cuerpo de guardias presidenciales, quienes custodiaban a la primera dama, Margarita Zavala), que generó molestia en los asistentes, impidió una celebración eufórica, que se generó a lo largo de la noche en los alrededores del inmueble.

Previo a la ceremonia de la salida de los equipos y los himnos nacionales, salió el "Potro" Gutiérrez, quien fue a tomar su lugar en el banquillo mexicano, pero el público se percató y lo recibió con una enorme ovación.

El estratega nacional salió con traje completo, pese a la elevada temperatura que se registraba en la Comarca Lagunera, por encima de los 35 grados centígrados.

Al silbatazo inicial, por parte del ecuatoriano Omar Ponce, el Estadio Torreón todavía no lucía lleno, pero la gente continuaba llegando y poblando las tribunas, al tratarse de un día hábil de trabajo.

Todavía había decenas de aficionados acomodándose en sus respectivas butacas, cuando Julio Gómez se levantó para cabecear un centro medido de su compañero Caballero, para que el inmueble explotara con el primer tanto mexicano.

El público, en su mayoría lagunero, apretaba a los teutones cuando tenían posesión del esférico, así como en los despejes del arquero europeo con el tradicional grito parecido al nombre de un famoso personaje de las caricaturas, "Pluto".

El ole apareció en la tribuna, con pleno dominio azteca, hasta la falla del capitán Briseño, para que los bávaros igualaran el marcador a los 10 minutos, ante un silencio sepulcral en el escenario lagunero.

Cimo Roecker fue silbado por los espectadores al recriminarles el gol y celebrarlo frente a la portería nacional, ubicada en el primer tiempo en el sector sur de la cancha.

La anotación del equipo del Viejo Continente enfureció al estratega mexicano, quien se quitó el saco para sentirse más cómodo al momento de dar indicaciones.

El ánimo entre los laguneros resurgió, para que al minuto 23 se desatara la popular ola, que dio la vuelta varias veces, mientras la gente seguía llegando a la casa de los Guerreros, que ayer se vistió de verde, blanco y rojo.

A su vez, surgía el grito de ¡México, México! en todas las categorías en que fue dividido el estadio, que para el medio tiempo estaba atiborrado, con un claro sobrecupo, evidente en el lado oriente (Sol).

Tras el receso, los alemanes fueron recibidos en la cancha por una sonora silbatina, mientras que los mexicanos lo hacían arropados bajo esa afición local, que en cada minuto los apoyó.

La dosificación con los germanos era evidente, hasta que el capitán visitante Emre Can dejó sembrados a varios verdes, llegando hasta Richard Sánchez, para volver a dejar enmudecidos a los laguneros. Pero surgió el grito de "¡México, México!" y el tradicional "¡Sí se puede!, ¡sí se puede!" de más de 30 mil almas.

La historia se escribió al minuto 76, cuando el regiomontano Jorge Espericueta anotó un gol olímpico. En la jugada salió cortado el héroe Julio Gómez.

México en apariencia jugaba con uno menos en la cancha, pero el público se dejó sentir y apretó hasta la recuperación a medias de Gómez, quien descalabrado buscaba regresar a la cancha. Volvió a aparecer Gómez, para de chilena marcar el gol del triunfo y del boleto a la final contra Uruguay.

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Escrito en: Selección Mexicana Sub-17 Mundial de Futbol Sub 17

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