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Drama y emoción

Martín Bravo (Izq.) fue el motor de los universitarios para reponerse de una desventaja de dos goles y casi sacar el triunfo del Azul. (Jam Media)

Martín Bravo (Izq.) fue el motor de los universitarios para reponerse de una desventaja de dos goles y casi sacar el triunfo del Azul. (Jam Media)

EL UNIVERSAL

Lo que pudo ser una revancha casi termina en una nueva tragedia para los de casa, pero finalmente el resultado final en el estadio Azul (3-3) fue un justo premio al empuje, la garra y la ambición de dos conjuntos que se entregaron para calentar de la mejor manera el hasta este sábado tibio inicio del Clausura 2011.

Cruz Azul estuvo a punto de cobrarse la afrenta contra Pumas, se puso 2-0 arriba, pero de nuevo, el corazón universitario por delante empató y hasta le dio la vuelta al electrónico.

La tragedia se presagiaba, pero Hugo Droguett sacó la casta y empató.

Igualada a tres en favor del honor universitario, que bien pudieron ganar si Román Medina marca la clara falta de Néstor Araujo sobre Martín Bravo dentro del área, en lo que pudo significar el primer gol de los felinos por la vía del penalti; pese a ello el resultado le sabe amargo a los Cementeros, porque además de no poder cobrarse la afrenta azul y oro de la pasada Liguilla hace dos meses, rompieron con su racha de nueve victorias consecutivas en el estadio Azul.

Porque mientras en Ciudad Cooperativa los directivos cementeros se hacen pedazos, en el Azul, el equipo buscó recuperar el honor perdido hace apenas unos meses y sólo lo hizo en partes.

Cruz Azul recobró la memoria, rompió su esquema, dividió el balón y gracias a ello contrarrestó el gran despliegue físico universitario. Ya cuando la ventaja se mostró en el marcador, con gol de Emanuel Villa, el balón volvió al césped, el toque fue el que mandó y Horacio Cervantes pidió escuchar aplausos, donde antes oyó abucheos, al meter el segundo tanto.

Pumas, al inicio, pareció convencido de repetir la dosis, y la defensa cementera dispuesta a permitirlo, fue Jesús Corona quien dijo no; Gonzalo Pineda en lugar de Gerardo Torrado se puso el motor y la maquinaria comenzó a funcionar. Los dos goles en la primera parte fueron justos y en la segunda, el juego desplegado debía atraer más tantos.

El corazón de los Pumas los sacó a flote. Bravo, quien estuvo escondido durante 60 minutos, recordó lo que sabe hacer para provocar el claro penalti cometido por Araujo, el cual el árbitro Medina increíblemente no señaló, e inmediatamente después le puso un gran servicio a Juan Carlos Cacho para acortar las distancias.

Pumas despertó y La Máquina no sabía cómo apagar la nueva revolución auriazul.

Torrado entró y parecía que las cosas volverían a la normalidad, pero a balón parado, el paraguayo Darío Verón empató el marcador, con una jugada de pizarrón, en el remate de cabeza en el área.

Con la igualada las cosas parecían estar más que firmadas, las fuerzas se nivelaron, sólo genialidades podían sacar un contexto diferente, primero lo hizo Cacho con un golazo, y cuando parecía que la dosis de la fase final se repetía, Hugo Droguett con base en paredes decretó una igualada espectacular.

La victoria no decidió para qué lado irse. Fue tanto lo que hicieron ambos equipos que optó por irse sola y dejar a los rivales con sus propios pensamientos. Cruz Azul sin poder quitarse ese nuevo yugo que se llama Pumas y los felinos convencidos que cuando el futbol falta, el corazón sobra, en un partido que calienta lo que hasta este sábado había sido un tibio inicio del Clausura 2011.

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