Drogas y sexo, mala combinación
Mucha gente tiene la falsa idea de que las drogas y el sexo hacen un ‘buen equipo’ y que es divertido mezclarlos; lo cierto es que sin importar de qué sustancia se trate, la combinación es sinónimo de problemas para la vida erótica del consumidor.
Desde que las drogas fueron descubiertas por el hombre han sido asociadas a la vida sexual. Quizá la más vinculada es el alcohol -recordemos que es una droga legal. Se dice que Lot tuvo relaciones con sus dos hijas mientras estaba borracho, pero hoy sabemos que eso no fue posible porque en tal estado no hubiera logrado mantener una erección.
Muchos recurren a la marihuana antes del coito buscando excitarse con más intensidad. No obstante, se sabe que el uso constante de dicha hierba da al traste con los ímpetus carnales.
Entonces ¿por qué las drogas se siguen mezclando con el sexo?
El ser humano tiene un código moral que controla su expresión sexual y su agresividad. Éste puede ser ablandado o anulado con la acción de cualquier droga psicoactiva (aquellas caracterizadas por afectar las funciones del sistema nervioso central).
Quienes emplean sustancias estimulantes con el fin de incrementar su desempeño erótico usualmente son personas que se sienten inadaptadas, inseguras y con baja autoestima, y pretenden de manera artificiosa acrecentar el placer al punto de la alucinación.
Sin embargo el efecto real provoca que luego de la falsa euforia venga una caída estrepitosa tanto en el plano físico como en el psíquico. Además los psicoactivos traerán secuelas: pérdida del deseo, imposibilidad de excitarse de manera sostenida y por ende la anorgasmia femenina y la incapacidad eyaculatoria en el varón.
UNA DROGA, MUCHAS CONSECUENCIAS
Las drogas más consumidas son el alcohol, el tabaco, la marihuana, la cocaína, la heroína, los poppers y las anfetaminas. Todas acarrean diversas consecuencias negativas a la vida sexual.
Alcohol. Cuando se empieza a beber viene la desinhibición y una falsa impresión de bienestar; el ánimo se vuelve eufórico, la erección y la lubricación vaginal se presentan. Pero sí se continúa tomando alcohol, tanto la erección como la lubricación desaparecen. La ingesta constante y también la excesiva cantidad de etílico bloquean la respuesta erótica y pueden ocasionar disfunción eréctil y anorgasmia.
Tabaco. Aunque es una droga socialmente aceptada, fumarlo causa vasoconstricción arterial y favorece la ateroesclerosis, lo cual puede inducir disfunción eréctil. Por otro lado, el mal aliento de los fumadores es queja frecuente de sus parejas y puede llegar apagar el interés sexual.
Marihuana. Permite al usuario sentirse libre de ataduras para hacer lo que habitualmente no haría. Pero merma el conteo de espermatozoides y de testosterona en el hombre que la emplea de manera constante; el volumen de líquido eyaculado baja y la sensación placentera en la eyaculación disminuye. La mujer habituada a la marihuana suele tener dificultad para lubricar y propensión a padecer alteraciones en la ovulación. En ambos sexos la marihuana termina por reducir o aniquilar el deseo.
Cocaína. Su mecanismo de acción estimula al sistema nervioso central, lo que lo hace un potente desinhibidor. Un mito común entre varones es aplicar cocaína en el glande a fin de retardar la eyaculación. Pero ese ‘remedio’ eventualmente acaba con el apetito sexual, ya que por ser una sustancia adictiva se convierte en el centro de vida del consumidor. Los adictos a la cocaína requieren de prolongados tratamientos médico-sexológicos para recuperar su reacción íntima normal.
Heroína. Trastorna la realidad de la persona a tal punto que se ha acuñado el término ‘orgasmo psicogénico’, ya que conduce a un estado profundo de alteración de la conciencia. Su uso crónico deprime la libido, retarda la eyaculación, aminora la testosterona y favorece la impotencia en el varón. En la mujer debilita el deseo, propicia la anorgasmia, amenorrea e infertilidad.
Poppers (nitrito de amilo). Su acción inmediata provoca una reacción de euforia y la impresión de aumento del poder físico. Su ingesta es frecuente entre hombres homosexuales dado que relaja el esfínter anal, facilitando su penetración. El máximo riesgo ligado a este compuesto son los ataques cardiacos. Además llega a ocasionar eyaculación retardada o incapacidad eyaculatoria.
Anfetaminas. Crea la sensación de lograr un mayor placer; no obstante, da pie a problemas eyaculatorios en el varón y anorgasmia femenina.
Éxtasis. Puede detonar desórdenes neuronales, baja de la libido y la respuesta erótica, incluyendo pérdida de la erección y anorgasmia.
PIÉNSELO BIEN
Si su vida sexual actual es insatisfactoria y considera necesario un cambio, por ningún motivo mezcle el sexo con drogas pues el resultado siempre, invariablemente, será de saldo negativo. Cada persona tiene sus cualidades y defectos que lo constituyen en un ser único. La idea mal concebida de verse como incompetente, aburrido o poco atractivo en la cama puede ser resuelta mediante asesoría profesional.
La mujer que recurre a drogas para modificar su reacción amatoria suele presentar trastornos para ovular, menstruar y perder su fertilidad; algunos químicos afectan el desarrollo embrionario. Su deseo se altera, decrece hasta ser nulo; la lubricación deja de ser suficiente produciendo ardor, dolor y permitiendo las infecciones vaginales. La sexualidad plena en la fémina requiere que sea capaz de obtener sus orgasmos: las sustancias estimulantes los entorpecen hasta anularlos.
Los hombres usuarios de drogas llegan a presentar disminución de la testosterona y desaparición del apetito carnal, bajo conteo de espermatozoides o anomalías anatómicas que impiden su fertilidad. Eyaculación retardada, ausente o precoz son otras de las consecuencias más frecuentes.
La decisión de asociar drogas a la vida sexual de la pareja conlleva a la larga al desvanecimiento del placer que comparten. En pocas palabras: malísima combinación, pésimos resultados.
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