De un lector de esta columna me llegó la siguiente solicitud: escribir sobre la ecología de nuestra comarca, a propósito de los daños severos en la vegetación que ocasionó la helada negra que se presentó el 3 y el 4 de febrero pasados. Mucho se ha comentado, y con razón, que los daños sufridos por las diferentes especies de plantas que jardinean nuestras casas y los espacios públicos, se debió a que la mayoría de dichas especies son traídas de otras regiones que por lo general son distintas en cuanto a clima y suelo se refiere. Aunque esto parece sencillo, no es simple de explicar, pero por lo pronto dos cosas debemos entender para no volver a equivocarnos, que las plantas han evolucionado en el lugar donde se originaron y que en este proceso se adaptaron a las condiciones ambientales imperantes, tanto climáticas como biológicas.
¿Qué es lo que determina que un lugar como nuestra región sea un desierto? La respuesta es obvia, el factor agua. Desde luego, otros factores como las elevadas temperaturas del verano que ocasionan que la evaporación del agua sea hasta 10 veces mayor que la lluvia anual, se combinan con las bajas precipitaciones pluviales para imprimir las características de una zona árida y semiárida. A esta condición veraniega, tendríamos que agregar la condición de inviernos extremosos, en los que se presentan temperaturas entre los 20 y los 30 grados centígrados que pueden cambiar en horas a temperaturas por debajo de los cero grados. En ocasiones las temperaturas pueden bajar a menos ocho grados en las zonas urbanas y a menos 11 grados en las áreas rurales, como fue el caso de la pasada helada. A todas estas condiciones la vegetación nativa se ha adaptado con éxito, ¿qué significa esto?, que no se interrumpe su crecimiento posterior y que termina su ciclo reproductivo anual.
La mayoría de las especies introducidas o exóticas de nuestros jardines, se han logrado adaptar gracias a los cuidados que les otorgamos a través de la aplicación de recursos extraordinarios como el agua y de protecciones hechas con el propósito de evitar el daño del clima extremoso. No obstante, contra la condición extrema de la helada severa no pudimos hacer nada, las plantas fueron dañadas parcial o totalmente y ahora el paisaje urbano es desolador como consecuencia de la poda severa que se aplicó a los árboles o prados donde aún no se realiza. Muchos árboles murieron y otros fueron afectados seriamente, entre los primeros se puede mencionar al ficus y al laurel de la India y entre los segundos al pingüico, jacarandas, buganvilias, la mayoría de las palmas, entre otros. Los menos afectados fueron la mora, la lila, el rosa laurel, el fresno y el sauce. El éxito de estas especies se debe por un lado a su capacidad para perder la hoja durante el invierno, condición que es favorecida por las bajas temperaturas estimulando un vigoroso rebrote en la primavera, y al origen de las especies, como el caso del fresno y el sauce que probablemente provienen de las migraciones ocurridas desde el norte hace miles de años. Aunque no debemos olvidar que estos árboles son poco tolerantes a la sequía, ya que de manera natural los encontramos en los ríos Nazas y Aguanaval.
Estamos muy lejos de pensar que ya pasó el problema, lo tenemos encima y seguramente todo el año nos estaremos acordando recurrentemente de la helada negra de febrero. Por lo pronto, no se ha podido controlar la remoción de los remanentes de las podas y por lo que se ha dicho en algunos diarios de la localidad, ya se empezó a prenderles fuego ocasionando que el problema de contaminación del aire se empeore.
La solución de este tipo de problemas, hasta ahora recurrentes, no se encuentra en la simple decisión de plantar las especies que no se murieron o que no fueron afectadas, es efectivamente un elemento importante que debe considerarse, pero el asunto va más allá, son necesarios Programas de Reforestación Urbana, que contemplen entre otras cosas el crecimiento de la zona metropolitana, la producción en viveros y/o la adquisición en aquellos predios que se encuentren debidamente regularizados, de plantas nativas con escasos requerimientos de agua, el empleo de arbustos, flores, árboles y enredaderas adaptadas a nuestro clima árido y caluroso y finalmente, educar a la población acerca de los métodos, correctos de plantación, mantenimiento, selección y poda.