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Presupuesto

Macario Schettino

El jueves pasado, 8 de septiembre, el Gobierno entregó al Congreso el presupuesto para 2012. Lo entregó el secretario de Hacienda, quien menos de 24 horas después renunció al cargo para buscar fortuna en la carrera presidencial.

Se hará cargo de su negociación el nuevo secretario, José Antonio Meade, que ya fue subsecretario en años pasados, y era hasta el viernes el responsable de la Secretaría de Energía. Meade tiene suficiente experiencia y conocimiento en el tema como para no preocuparse, y además, el presupuesto que se envió al Legislativo es, en esencia, el mismo de 2011.

El Gobierno optó por un presupuesto conservador, orientado a mantener el bien más preciado de la economía mexicana, la estabilidad. No es una mala decisión, al contrario. Siempre se pudo haber optado por lo que ahora se llama un presupuesto "contracíclico", tan de moda en estos tiempos en otras partes del mundo. Eso no hubiera sido una buena idea, porque incrementar el déficit para intentar mover la economía no es algo que siempre funcione. En particular en México, con la actual estructura económica, el efecto creo que sería muy limitado, y a cambio pondría en riesgo esa estabilidad que tan buenos resultados nos ha dado en los últimos años.

La idea de que un gasto deficitario puede ser bueno para impulsar la economía suele asociarse con Keynes. Sin embargo, el economista inglés no sugirió que así se hiciese en cualquier circunstancia. Por ejemplo, no es buena idea hacer esto si en tiempos de crecimiento no se va a aplicar la política contraria, es decir, un superávit. Peor, si eso no se ha hecho en décadas, la deuda del Gobierno puede haber alcanzado niveles en donde ya no es recomendable tener un déficit. Es el caso de todos los países industrializados al día de hoy.

Peor todavía, el argumento del déficit que impulsa el crecimiento parte del concepto de multiplicador, que en la vida real no se parece a lo que los teóricos habían pensado por décadas. La idea es la siguiente: si el Gobierno gasta en algo, por ejemplo en construir una carretera, ese dinero va a multiplicarse en la economía a través del gasto de cada uno de los actores económicos. Siguiendo el ejemplo, la constructora de la carretera paga a sus trabajadores, que gastan ese dinero en comida y ropa, provocando con esto una mayor actividad económica en esos sectores. El señor del abarrote, que vendió más comida de la que esperaba, tiene ahora para ir al cine, de forma que el dueño del cine tiene un ingreso adicional, que puede utilizar para irse de vacaciones a Cancún, y así se va multiplicando el gasto.

Cuando uno aprende eso en la escuela, la forma de calcular el multiplicador es identificando cuánto del dinero que reciben cada uno de los actores se destina a más consumo. Mientras sea mayor la proporción del dinero que se destina a consumo, más se multiplica el efecto de ese déficit. Por ejemplo, si de cada peso adicional que el Gobierno introduce a la economía vía déficit, las personas consumen 80 centavos, el multiplicador resultará en 5 pesos. Mire usted: del peso que recibió la constructora, 80 centavos van al trabajador, que gasta 80% de ese dinero en tortas (64 centavos). El tortero gasta 80% de ese dinero (51 centavos) en ir al cine, y el dueño del cine usa 80% de ese dinero (41 centavos) en comprar ropa. El gasto de un peso se ha transformado en un peso, más 80 centavos, más 64, más 51, más 41, y así en adelante. Nada más con estos cinco involucrados, el peso del gobierno ya se convirtió en $3.36. Incluso con los puros impuestos, al final del año el Gobierno recuperará su peso, y la economía habrá crecido en $2.36. ¿A poco no suena bien? Hasta parece milagroso, ¿no?

Pues sí, y como los demás milagros, esto no ocurre en la realidad. Este argumento, medio planteado por Keynes, pero desarrollado en los años sesenta, convence a cualquiera, por la misma razón que cuando alguien nos ofrece un negociazo que nos permite ganar tres o cuatro veces lo que pagan los Cetes nos interesa: porque nos obnubilamos. O nos atarugamos, que es lo mismo.

Si lo que he planteado pudiese ocurrir, nunca tendríamos recesiones de gran tamaño, y el crecimiento de las economías sería muy superior al que conocemos. No ocurre. Cuando el Gobierno incurre en déficit con el ánimo de impulsar la economía, ese déficit no se multiplica por 3, 4 ó 5 veces. En los estudios que existen para determinar el tamaño del multiplicador, resulta que éste se encuentra entre 0.8 y 1.2 veces. Es decir, si el Gobierno mete un peso a la economía, ésta puede crecer desde 80 centavos hasta un peso con veinte. Si pasa esto último, pues algo se ganó, pero el peso de déficit no se financia con el crecimiento de la economía. Hay una pérdida neta (deuda) que tendrán que pagar las siguientes generaciones. Si pasa lo primero, no sólo se queda la deuda, sino que además se perdió dinero en el camino.

Como decíamos, la clave del efecto del gasto es su uso para el consumo. Si los actores de la economía, cuando ven su ingreso incrementarse, deciden no consumir más, ya se acabó el multiplicador. Si, por ejemplo, el consumidor decide ahorrar todo el ingreso adicional, el impacto del gasto sobre la economía será nulo. ¿Quiere un ejemplo? Estados Unidos. El incremento en el déficit del gobierno de ese país para reactivar la economía no tuvo mucho impacto, porque en el primero o segundo paso, los actores dejaban de consumir, y usaban ese ingreso adicional para pagar sus deudas, o mejorar su posición financiera. O si quiere un ejemplo desde el otro lado del espectro político: cuando se redujeron los impuestos para promover la actividad económica, el efecto fue el mismo. Al ver sus ingresos incrementados, los consumidores no siempre decidían consumir más, sino ahorrar más, y el impacto de la reducción de impuestos sobre el crecimiento resultaba nulo.

Con esa experiencia detrás, no es buena idea sugerir a los gobiernos incrementar su déficit para sortear una recesión, porque en muchas ocasiones esto puede no funcionar. En particular, para México esto sería un riesgo innecesario, porque cuando el consumo crece aquí, suele crecer más en importaciones que en producción nacional.

En suma, es bueno que el presupuesto que envió el presidente sea conservador y esté orientado a mantener la estabilidad. Si queremos otra cosa, será necesario hacer reformas de fondo a la estructura económica. Mientras eso no ocurra, a seguir aguantando.

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