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Eduardo Olmos, año dos

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Larga debería ser la lista de propósitos del alcalde Eduardo Olmos Castro para el año que recién comienza, el segundo de su administración. Hace doce meses, cobijado por el apoyo que su padrino político, el gobernador Humberto Moreira Valdés, prometió dar a Torreón, el entonces novel munícipe anunció que tenía un plan para "rescatar" a la ciudad del abandono en el que se encontraba. El pobre desempeño de su antecesor, el panista José Ángel Pérez, funcionó como la plataforma desde la cual el edil priista se aventuró a generar la más alta expectativa en una ciudadanía vapuleada por la inseguridad y la ausencia de desarrollo económico. Luego de doce meses de gestión, Olmos ha quedado mucho a deber. Es por eso que, si algún interés tiene de servir al municipio que dice gobernar, su listado de objetivos para 2011 tendría que ser, necesariamente, vasto.

Como primer punto en su lista de propósitos debería estar el de contribuir de forma seria e inteligente a devolver la seguridad a los torreonenses. Porque, con todo y sus promesas, durante 2010 la violencia en la ciudad no sólo no pudo ser contenida, sino que, por el contrario, se agravó. Las estadísticas así lo confirman. En relación con 2009, los homicidios en Torreón aumentaron más del doble en el año que acaba de concluir; los robos de vehículos estaban 62 por ciento arriba hasta noviembre, y los robos a negocios en el mismo mes ya habían rebasado el total de atracos registrados en el año de referencia.

Gran parte de este enorme aumento de la criminalidad se explica por el desmantelamiento que sufrió la Policía Municipal en marzo pasado, cuando el Ayuntamiento tomó la difícil decisión de despedir a los 390 agentes que se habían declarado en paro para exigir, entre otras cosas, la destitución de Carlos Bibiano Villa Castillo de la Dirección de Seguridad Pública. De tal forma que la mayor parte del año, la corporación operó con un grave déficit de elementos, lo que impidió que pudiera hacer frente a la creciente ola delictiva que azotaba a la ciudad.

No obstante, para superar ese déficit, el jefe policiaco en vez de reclutar a elementos avalados por la Fiscalía General del Estado, tal y como indican los procedimientos establecidos, optó por aceptar cadetes a discreción, a los cuales se les aplicaron exámenes que hasta el momento no han sido dados a conocer. Esta anomalía repercute de forma negativa en el proceso de creación del mando único policial, impulsado por la Presidencia de la República para intentar mejorar el combate a la delincuencia en las entidades federativas. La regularización de los agentes recién incorporados es otro de los pendientes que Olmos tendrá que resolver en este 2011.

Una de las consecuencias del incremento de la delincuencia es el deterioro de algunos servicios públicos, principalmente el alumbrado público. Durante el año pasado fueron sustraídos 187 mil metros de cable de cobre, además de transformadores, centros de carga y líneas alimentadoras, según versiones oficiales. Esto ha contribuido a que el departamento en cuestión sea la segunda dependencia con mayor número de quejas en el servicio telefónico 073, con 12 mil 294 reportes hasta noviembre, detrás del Sistema Municipal de Aguas y Saneamiento, que en ese mismo mes tenía 17 mil 807 quejas, y al que también los ladrones han golpeado severamente: en 2010, el promedio mensual de robos de medidores en domicilios fue de 500, mientras que el de robos de tapas de alcantarilla fue de 150. Mejorar la vigilancia para impedir el daño al patrimonio municipal es otra de las tareas en las que deberá aplicarse la actual administración.

En el mismo rubro de los servicios, el Ayuntamiento que preside Eduardo Olmos tiene pendiente por resolver la renovación de la concesión de limpieza, herencia de la administración anterior, la cual hizo un torpe manejo del asunto al grado de llevarlo a su judicialización, y que la actual ha terminado de complicar en un proceso en el que la falta de transparencia ha sido la constante. La Presidencia municipal tiene enfrente el desafío de crear un nuevo contrato con la empresa PASA que resulte menos perjudicial para el Municipio que el firmado hace más de 15 años.

Otro de los retos del alcalde para este 2011 es precisamente la transparencia. Casos como el anterior, o el constante incremento del gasto de nómina, la tardía actualización de los datos en la página de Internet del Ayuntamiento, la compra de predios para la construcción de la Gran Plaza a precios exorbitantes y, en general, el manejo de los recursos públicos, han puesto en seria duda la probidad que presume el edil en su discurso.

Aún así, este año la Presidencia Municipal pretende recaudar 50 millones de pesos más de Impuesto Predial que en 2010. La pregunta es obligada: ¿cómo puede un gobierno persuadir a los ciudadanos a que cumplan con sus obligaciones fiscales cuando la opacidad ha sido elevada casi al rango de política pública? Si Olmos Castro quiere obtener más recursos de los contribuyentes, debería empezar por ganarse la confianza de los mismos y convencer con acciones que el dinero recaudado será en verdad usado para mejorar la calidad de vida de los torreonenses.

Importante propósito debiera ser también el de poner a trabajar áreas que hasta ahora se encuentran sumidas en un letargo que fue motivado por el afán protagónico del gobernador Moreira, quien, por cierto, en estos días abandonará el cargo con miras a convertirse en el presidente nacional del PRI. El abierto proselitismo del mandatario estatal en 2010 lo llevó a convertirse en el artífice de prácticamente toda la obra pública y social en la ciudad, relegando a la autoridad local a un papel secundario e, incluso, de vergonzosa subordinación. Esto generó una parálisis en dependencias municipales como Desarrollo Social, Obras Públicas y Urbanismo y Medio Ambiente. Hacer funcionales estas áreas es un reto que el alcalde tendría que asumir a partir de hoy.

Ya sin la figura de Humberto Moreria bajo la cual hacerse sombra, en este segundo año de administración Eduardo Olmos tendría que empezar a rascarse con sus propias uñas, es decir, empezar, ahora sí, a gobernar, a sujetar las riendas de su gabinete, a definir un rumbo y a comenzar a hacer realidad el "rescate" que prometió para la ciudad. Lamentablemente, pocas luces hay en sus primeros doce meses de gestión que permitan ver que tiene la capacidad de hacerlo.

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