Educación, ¿aliada del trabajo?

Se ha subrayado que ante la elevada competencia en el mercado laboral la preparación académica es una garantía de empleo. Sin embargo, la realidad muestra que actualmente la gente más capacitada a menudo es la que tiene mayores dificultades para conseguir trabajo.

Por tendencia histórica la educación es un arma para hacer frente al desempleo. En términos teóricos los académicos señalan que con los estudios se consigue la movilidad de clases. Para el común de la gente la única forma segura de elevar la condición económica es la instrucción, ya que es de esperarse que a mayor respaldo educativo pueda aspirar a conseguir un mejor trabajo, bien remunerado, y un nivel de vida óptimo.

No obstante en los últimos dos años se han dado a conocer datos que cambian ese pensamiento. Uno de ellos está relacionado precisamente con el grado de escolaridad: hoy la mayor parte de los desempleados son individuos instruidos que no encuentran espacios en el mercado laboral.

Cifras dadas a conocer por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señalan que en México hay 2.5 millones de personas desocupadas (5.2 por ciento de la población económicamente activa). De ese grupo, el 29 por ciento no completó los estudios de secundaria, en tanto que el 71 por ciento está constituido por sujetos con mayor nivel de formación académica.

Asimismo, según informes del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, la mayor parte de los trabajos está relacionada con procesos de producción de escaso valor agregado, donde se pagan bajos salarios para los que no se requieren altos grados de calificación. De acuerdo con el mismo organismo, ya antes de la crisis la desocupación era más alta para las personas más preparadas, pues el 32 por ciento de los desempleados tenía primaria completa mientras que el 68 por ciento tenía secundaria, educación media superior y superior.

PARA ENTENDER EL PROBLEMA

La falta de oportunidades laborales se ha convertido en la principal problemática de los actuales gobiernos. En la última década se ubican tres factores necesarios de analizar para entender las raíces del desempleo. Uno de ellos es el proceso de desinversión que viven algunas naciones por el efecto competitivo que provoca la globalización (caso concreto en México: la salida de capital de la industria maquiladora textil de exportación). Otro, el avance de la tecnología que va desplazando a mucha mano de obra que no vuelve a ser contratada. El tercero es la tradicional explosión demográfica en determinadas zonas, misma que da pie a una saturación de personas en busca de trabajo.

El pasado mes de abril la Secretaría del Trabajo y Previsión Social señalaba que durante el primer trimestre se habían generado 230 mil empleos, en su mayoría de tipo permanente; pero la mayor parte de éstos se abrió en la industria de la construcción.

En términos de teoría económica este fenómeno queda explicado con la llamada ‘paradoja de Leontief’, la cual señala que la mano de obra no es una ‘mercancía homogénea’ sino que se divide en categorías. Es así que en los países desarrollados se eleva el nivel de preparación y se hace uso de ese tipo de personal. Sin embargo en el resto del mercado el costo de la mano de obra se eleva. En cambio en naciones en vías de desarrollo el grado de instrucción es menor, lo cual ocasiona que los salarios sean exiguos. Bajo esta dinámica el inversionista sale de su país a buscar mano de obra barata que le genere mayor eficiencia en su proceso de producción. Así, la generalidad de los empleos que se crean en los estados en vías de desarrollo están planeados para gente con bajo nivel educativo.

Dicha tendencia podría cuestionar el papel de la educación frente al actual mercado laboral. Es decir: si realmente un país (México en este caso) está sumando egresados para hacer frente a las demandas de su mercado o bien qué tanto es un factor para generar la movilidad de clases.

¿EDUCACIÓN COMO INVERSIÓN?

Pese al panorama descrito, la educación se ha convertido en una válvula de escape al desempleo. Algunos expertos sugieren que mientras se consigue un trabajo, estudiar un diplomado, especialización o maestría es una opción viable e incluso puede considerarse una inversión a largo plazo.

Pero ante el actual escenario laboral en México, que demanda personal poco calificado, muchos otros aseveran que cursar una especialidad podría ser poco redituable y hasta contraproducente. Quienes ya han pasado la experiencia de ser rechazados por estar “sobrecalificados” según el criterio de ciertas empresas, cuestionan con razón si aumentar aún más su currículum académico no resultará contraproducente.

En opinión de Andrés Núñez, Director del Centro de Capacitación de Proempleo Peñoles, la educación nunca debe descartarse como una inversión ya que si las condiciones en el mercado profesional no son las ideales siempre queda la opción de impulsar un negocio propio y es aquí donde sólo con instrucción se adquieren “las tablas” que permitirán darle más orden a una empresa: “En el autoempleo la educación resulta un ingrediente extra que permite ampliar el panorama”, asegura.

Lo cierto es que tratándose del ámbito de trabajo en México todavía se tiene un promedio de preparación bajo, por lo que en ocasiones el hecho de mencionar que se cuenta con una maestría o doctorado llega a considerarse una ‘amenaza’ para el contratante, que de inmediato da por hecho que el candidato espera un elevado salario.

En definitiva es indiscutible que el nivel educativo brinda a la gente una perspectiva más amplia y le abre oportunidades. No obstante, con la realidad laboral es común encontrar taxistas con licenciatura o ingenieros cumpliendo funciones de operarios en una maquiladora. Queda claro entonces que antes de preocuparnos porque el país rompa récords históricos en educación, deben buscarse alternativas para responder a todos los profesionistas que no encuentran opciones de trabajo correspondientes a su formación.

Correo-e: smunoz@elsiglodetorreon.com.mx